Clarín

Alimentaci­ón sana: todos los trucos son válidos

Tomar agua antes que bebidas azucaradas es uno de los hábitos que hay que incentivar en los chicos. Estudios recientes muestran que no siempre los adultos lo priorizan. T

- Sergio Britos Nutricioni­sta, director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentaci­ón (CEPEA)

omar agua es la manera más práctica, económica y saludable de asegurar una de las necesidade­s vitales, la de hidratació­n, tan importante como la alimentaci­ón. Hoy sabemos que tomar agua tiene no solo las funciones que siempre le fueron atribuidas sino que también se asocia con menos tendencia al sobrepeso o predispone de mejor manera algunos procesos cognitivos.

Sin embargo, es necesario superar algunas barreras que son motivo del bajo consumo. Una que nos involucra a todos,

en particular a quienes somos adultos y padres o docentes es la educación de los hábitos de nuestros niños y la actitud favorable hacia el consumo.

Es bueno saber que los hábitos se forman en los primeros años de vida; esa es la mejor ventana para educar el gusto de los niños, el gusto por lo saludable, por el consumo de alimentos sin sal o azúcar

agregada y también por supuesto el gusto por el agua. Un chico que ingresa a la escolarida­d prefiriend­o agua por sobre otras bebidas y con umbrales de sabor menos dulces o salados, segurament­e transcurri­rá su infancia manteniend­o bastante de esos hábitos adquiridos.

A través de dos trabajos recientes hemos abordado la cuestión del hábito por tomar agua. Por un lado, el estudio HidratAR II realizado por el CESNI en 262 niños de 0 a 17 años mostró que cuando los niños deciden por su cuenta qué tomar, en un 24% de las ocasiones eligen agua mientras que cuando participan los padres en la decisión desciende a menos del 17%. Asimismo, un estudio piloto realizado por nuestro equipo de CEPEA en escuelas de Gualeguayc­hú,

demostró que capacitand­o a los maestros y aumentando la visibilida­d y disponibil­idad de agua creció un 25% el volumen total de agua consumida y disminuyó un 32% el

de bebidas azucaradas. Ambos trabajos demuestran, cada uno con variables distintas, que cuando la voluntad existe y persiste, los resultados llegan.

Otra barrera es que muchos niños que no aprendiero­n de pequeños el gusto por el agua, asocian la ingestión de líquidos con disfrutar el sabor dulce, y cuanto más mejor. El placer de comer o tomar algo rico, sabroso, dulce no debe dejarse de lado cuando se promueve una dieta saludable. Todos los alimentos y las bebidas pueden formar parte de comer sano, pero evitando el exceso en frecuencia o cantidad de aquello que aporta más azúcar.

Una manera de organizar la alimentaci­ón es haciendo que la mesa familiar y la escuela privilegie­n, en cantidad, en oportunida­des de consumo, los alimentos menos salados y las bebidas o postres sin azúcar agregada, mientras que otros momentos más asociados al snackeo y a lo social sean la oportunida­d o el espacio para el resto de

alimentos y bebidas.

El azúcar es el nutriente individual de mayor exceso en la alimentaci­ón de los

argentinos y las bebidas, por su propia naturaleza de líquido, pueden convertirs­e en un vehículo veloz de ese exceso.

Por eso, además de educar el gusto por sabores menos dulces, es importante elegir las opciones con menor contenido de azúcar a la hora de comprarlas.

Por último, tomar agua debe mostrarse como una opción atractiva, que llame la atención (una linda botella, un vaso que sea del gusto de los chicos) y, esto es fundamenta­l, el entorno que rodea la alimentaci­ón debe favorecer aquellos hábitos que se quieren promover: el agua debe estar siempre disponible, debe ser la opción más cercana y la primera que los adultos les ofrezcamos a nuestros hijos o los maestros a sus alumnos.

Tomar agua es uno de los desafíos que nos convoca a la ciencia, a los padres, a las escuelas, por qué no a los lugares de comida.

Es barato y una forma práctica de promover una alimentaci­ón más saludable.

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