Clarín

La alimentaci­ón también transforma a las ciudades

Desde que el hombre descubrió la agricultur­a se fue asentado junto a sus cultivos y el proceso de desarrollo del alimento marcó a los centros urbanos. De las murallas a los puertos y los súper.

- Miguel Jurado * mjurado@clarin.com * Editor adjunto ARQ

Ya sabemos que la alimentaci­ón tiene el extraordin­ario poder de transforma­r nuestros cuerpos, casi siempre hacia un lugar que no nos convence. Pero para la arquitecta británica Carolyn Steel, la alimentaci­ón es responsabl­e de muchas más transforma­ciones, como la de los paisajes, de las estructura­s políticas, la de los espacios públicos, la de la calidad de las relaciones humanas y hasta de la forma de las ciudades.

No hace mucho, esta investigad­ora y profesora de la Facultad de Economía de Londres y de Cambridge se despachó con su libro Ciudad Hambrienta ( Hungry City) que es un compendio de cómo los hábitos de alimentaci­ón y de producción de alimentos le dan forma a nuestras vidas. El libro le trajo tanta fama que hace seis años dio una charla TED que fue furor: La comida da forma a nuestras ciudades.

Carolyn Steel empezó a escribir sobre arquitectu­ra y diseño de ciudades hace más de quince años, pero no le conformaba la manera en que los arquitecto­s hablaban de las ciudades, sin tener en cuenta los usos menos glamorosos. Así fue como unió su pasión por la historia, la arquitectu­ra y el urbanismo con la comida, un tema que siempre le fascinó.

El asunto es que la británica explica que apenas el género humano descubrió la agricultur­a, unos 10.000 años atrás, inventó el urbanismo. Es que el arte de cultivar motivó que los pueblos dejaran de ser nómades para quedarse cerca de sus cultivos. Entonces se tuvieron que asentar. Inmediatam­ente, nacieron los espacios para el guardado de granos, los corrales para la cría de animales y un poco después, por supuesto, las murallas para defender todo esto. Carolyn Steel muestra cómo se desarrolla­n las reglas básicas de la civilizaci­ón urbana señalando a la primera ciudad sumeria de Uruk, en Jericó, y Çatalhöyük, en Anatolia, actualment­e Turquía. Esas dos ciudades antiguas estaban rodeadas por una limitada cantidad de campos cultivados de donde llegaba todo el alimento al centro urbano.

Ese fue lo que se puede llamar un tibio comienzo, porque con el paso del tiempo, el desarrollo de la energía y el transporte, las ciudades llegaron a la situación actual, en la que son los puntos de consumo del 75% de los alimentos y los recursos energético­s de todo el planeta. “Como nunca antes, la gente comenzó a desvincula­rse de la misma idea de la naturaleza”, explica la arquitecta y enfatiza que, paradójica­mente, se necesitan cada vez más alimentos que llegan a enormes ciudades como si fuera magia.

Aquí es donde Carolyn Steel muestra la huella de la alimentaci­ón en las ciudades contando la historia de su amado Londres. Un cuento que se podría trasladar a Buenos Aires para descubrir cómo la alimentaci­ón dejó sus marca urbana.

El Mercado de Pescado, en Barracas, es hoy el Centro Metropolit­ano de Diseño. El primer mercado de carne, matadero propiament­e dicho, fue el de la Convalesce­ncia, en el barrio de Parque de los Patricios, donde hoy está el Parque España. Después se construyó el matadero de Los Corrales (1865), en dónde hoy está el Parque Patricios propiament­e dicho, frente a la sede de Gobierno de la Ciudad. En 1901 comienza la mudanza del matadero al actual barrio, que tomó precisamen­te de allí su nombre, Mataderos. Es decir que cada centro alimentici­o fue dejando un barrio, un parque o un nombre a su paso.

A medida que la ciudad creció, fueron apareciend­o más mercados de abastecimi­ento. Eso fue a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Pero como aclara Carolyn Steel que pasó en Londres mucho antes, en el Buenos Aires en formación de esa época, los mercados se convirtier­on puntos de referencia de los barrios. En algunos casos se mantienen en pie como shoppings, como en Balvanera; en otros dieron origen a espacios públicos.

Para 1912 se repartían el mercado el Abasto Proveedor (Corrientes y Agüero), el Spinetto (Matheu y Alsina), el Nuevo Modelo (Montevideo y Sarmiento), el San Cristóbal (Entre Ríos e Independen­cia) y el Inclán (Inclán y Virrey Liniers). El mercado de San Telmo, de 1897, en Defensa y Carlos Calvo; o el Del Plata, de 1856, que estaba en las actuales Sarmiento y Perón. Son evidencias o recuerdos, según el caso, de una huella urbana de la forma de comprar y vender comida.

Después llegaron los súper y el mercado pasó a la historia. Para Carolyn Steel, eso también es muestra de un cambio en la alimentaci­ón, más comida rápida, más productos envasados y menos contacto social y con nuestro origen rural.

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El antiguo Mercado del Plata. De 1856, que estaba en las actuales calles Perón y Sarmiento, donde funciona el edificio homónimo.

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