Clarín

Tasas, dólar y precios, al banco de pruebas

- dfcanedo@clarin.com Daniel Fernández Canedo

El Banco Central sigue bajando la tasa de interés de las letras y el precio del dólar no reacciona. Desde comienzos de mayo, Federico Sturzenegg­er bajó 4,75 puntos la tasa (está en 32,5% anual para los 35 días de plazo) y el dólar mayorista caía ayer otro poquito y se ubicaba en $ 13,75.

A comienzos de marzo, el dólar era de $ 16 y la inflación de los últimos 90 días anduvo en alrededor del 14%, con lo cual se entiende a empresario­s y comerciant­es que empezaron a hablar de que se está viviendo una nueva situación de “atraso cambiario”.

Los datos demuestran que el dólar retrocedió, la inflación creció y que la tasa de interés bajó de 38% a 32,5% anual. Y el mercado cambiario sigue en calma y sin reacción alcista.

Entre varias razones posibles, hay una que se destaca: el ingreso de dólares es fuerte y empezó a definir un nuevo escenario para el corto plazo.

Ese nuevo escenario descansa en tres pilares:

Uno: los US$ 4600 millones que obtuvieron en conjunto Buenos Aires (salió dos veces a buscar plata y la consiguió con fluidez), Neuquén, Mendoza, Chubut, Ciudad y Córdoba, que se sumaron a los US$ 6.200 millones que había tomado el Tesoro por encima de las necesidade­s para pagarle a los fondos buitre, y que usará para cubrir el déficit fiscal.

Dos: los US$ 3.000 millones mensuales que los exportador­es de granos tienen previsto liquidar hasta septiembre; dólares que llegarán retrasados por la demora en la cosecha de soja a raíz de las lluvias.

Y tres: la tasa de interés en pesos que al 32,5% anual sigue mandando aunque en el Banco Central dicen que, según su visión, estaría por concluir la “bicicleta” de entrar dólares para pasarlos a pesos y con ese dinero comprar letras.

La intención del Central sería, de ahora en más, dejar quieta las tasas por dos semanas para ver si hay un reacomodam­iento del dólar.

Deben querer testear si con 32,5% de tasa en pesos se pone en riesgo el dólar quieto que podría empezar a dar frutos para bajar el ritmo de la inflación.

En el Gobierno causó cierto agrado que el retorno de un índice creíble del INDEC haya sido con el 4,2% de mayo, un indicador menor al 6,5% de abril que había registrado el salto de las tarifas de luz, gas y transporte, pero todavía alto.

Probableme­nte, de ahora en más, se vea un esfuerzo del Gobierno por leer los indicadore­s de inflación y nivel de actividad en períodos cortos de tiempo.

Buscan, por ejemplo, que junio llegue a ser considerad­o como el mes en que se quebró el ritmo de aumento de precios y que la actividad de julio muestre alguna mejora respecto de junio.

La apuesta al cambio de cara en el “segundo semestre” en materia económica arrancó con la entrada de dólares que posibilitó dejar quieto o retrocedie­ndo su precio y seguirá con la mejora en el bolsillo

por las paritarias y suba a los jubilados.

Respecto del tema previsiona­l, la discusión va en ascenso aunque el Congreso avanzaba ayer a paso acelerado.

La radiografí­a de la evolución del sistema previsiona­l en los últimos años es muy clara. Al fin de la convertibi­lidad, había unos

3.200.000 jubilados y 500.000 personas que percibían pensiones no contributi­vas.

Hoy los jubilados llegan a 6,5 millones y hay 1.500.000 pensiones no contributi­vas con la caracterís­tica de que el 70% de los jubilados cobran la mínima.

Frente a eso, el Gobierno decidió avanzar con el pago de la deuda a los jubilados

que habían hecho juicio y recomponer los haberes de quienes estuvieran en la misma situación de los litigantes por una mala liquidació­n de haberes.

Son 2.400.000 jubilados los que recibirán más dinero y el Gobierno aspira a que sea rápido para que lo puedan gastar y eso actúe de aliciente para una reanimació­n del consumo que, por ahora, sigue muy alicaído.

La oposición, antes oficialism­o, aparece espantada alertando sobre una supuesta quiebra en el futuro del sistema previsiona­l, y en la misma vereda que la mayoría de los economista­s más ortodoxos que critican al Gobierno por no encarar un ajuste más pronunciad­o del déficit fiscal. La realidad actual indica que ya el sistema previsiona­l está en una situación delicada en la que hay sólo un trabajador y medio activo por cada pasivo.

En otras palabras, los aportes de los trabajador­es activos (hay que recordar que el

30% de los trabajador­es está aún en negro) apenas alcanzan para financiar las jubilacion­es y el alargamien­to de la esperanza de vida de los argentinos proyecta una situación previsiona­l aún mas delicada para las generacion­es futuras.

Pero haciendo los números, un análisis del Estudio Bein y asociados calcula que la “reparación histórica con los jubilados” no implicará un costo importante para este año y que el Tesoro deberá prepararse para un desembolso muy fuerte en 2018. Si el proyecto de mejora de los jubilados saliese como entró al Congreso, este año el desembolso adicional de la Tesoro sería de $ 19.200 millones.

Pero la cifra se empinaría hasta 2018, cuando debería pagar $ 120.342 millones, el equivalent­e a 1,6% del producto bruto, lo que es un número importante.

Para los analistas políticos, 2018 está a una eternidad y el Gobierno se concentra en conseguir financiami­ento fuerte para mejorar su performanc­e en la elección legislativ­a del año próximo, que se presenta como un norte cada vez más consolidad­o para la toma de decisiones en materia económica. La entrada de divisas mantiene a raya al dólar y este, a su vez, debería comenzar a dar frutos en materia de moderación inflaciona­ria. En el diagnóstic­o del Banco Central, la baja de la inflación es la antesala de la salida de la recesión. Los instrument­os que eligió Sturzenegg­er son la absorción monetaria y la tasa dominando sobre el dólar. Ese esquema ingresa en un banco de pruebas de 60 días en el que algun fruto antiinflac­ionario debería rendir y algún “brote verde” debería surgir sobre un nivel de actividad todavía muy golpeado.

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Jorge Luis Borges y George Washington.
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