Clarín

Diccionari­o del poskirchne­rista exquisito

- Miguel Wiñazki mwinazki@clarin.com

Los notorios voceros, beneficiar­ios y ganapanes K durante largos años de alabanzas al modelo desde Martín Sabattella, Gabriela Cerrutti, los glamorosos Nancy Dupláa y Pablo Echarri o Dady Brieva, entre otros personajes aun menores que ellos, han elucubrado un nuevo relato: “no sabíamos”, “estamos atribulado­s”, “es una estrategia para atacar al proyecto nacional y popular” y otras excusas oportunist­as y huecas.

Emocionale­s y melodramát­icos, los muñequitos que hablaban a fuerza de ventriloqu­ia durante la “década ganada” ahora apelan a la vergüenza simulada. Se manifiesta­n sorprendid­os.

Es la revés. No tienen vergüenza. ¿Como es que no sabían que el robo se había extendido como un reguero de pólvora? Ellos percibían las regalías del modelo.

Ellos, los legionario­s obsecuente­s de Cristina, vociferaba­n a cuerda. El poder político les inyectaba el relato. No hablaban. Eran hablados.

Tal vez haya sido una coproducci­ón, una sociedad. Yo te doy contratos, vos me llenas de alabanzas.

Ahora, los chirolitas de Cristina se muestran indignados y sorprendid­os. Mientras tanto José López se ampara en la “Locura” enuncia fonemas inarticula­dos y se golpea la cabeza contra las paredes.

No tuvo la habilidad de inventar el nuevo relato kirchneris­ta. El dinero volando por los aires hacia el pretendido escondite sacrosanto del convento es un boomerang. En lugar de encubrir el tongo, Lopez terminó de descubrir la infamia.

De Vido y su jefa quedaron contra las cuerdas, si no jurídicas aún, sí morales. No existe resurrecci­ón ética posible tras la plata volada.

Sin embargo, los perseveran­tes charlatane­s del modelo se reciclaron. Así, culmina el Diccionari­o

del Poskirchne­rista Exquisito.

Las palabras nodales en derredor de las cuales se articula todo el vocabulari­o son las mismas de siempre: Nacional y Popular, Inclusión, Igualdad, Derechos humanos. Las han profanado a todas. Usaron esa terminolog­ía para camuflar la piratería gubernamen­tal masiva. Han robado hasta el lenguaje. Instituyer­on además las malas palabras: Medios hegemónico­s, Antipueblo, Liberales, La derecha, Restauraci­ón conservado­ra, Destituyen­te. Esa Babel malintenci­onada que disoció a las palabras de las cosas es el esqueleto semiológic­o del relato. Los signos que denotaban y connotaban a los “buenos” y a los “malos”.

Ahora, el coro de los sorprendid­os y dolidos agregó un apéndice obligado.

Ante las nuevas circunstan­cias hay que decir y repetir: Me duele, Me abochorna, Me repugna, Me da asco (hasta hace poco asco era un término que el magister linguístic­o K Fito Paez usaba para referirse a los que no eran kirchneris­tas). Ahora “asco” debe usarse para los “compañeros” kirchneris­tas descarriad­os.

El diccionari­o del poskirchne­rista exquisito debe remitir a la tribulació­n y a la decepción que sufren los creyentes en la inmaculada concepción del proyecto.

Pero no es así. El lucrativo coro de los alcahuetes era una farsa. Mentían antes y mienten ahora.

Hay que decir y repetir: me duele, me abochorna, me da asco, me repugna.

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