Contra la obesidad Aprueban una válvula que aspira la comida del estómago
El tratamiento permite controlar la absorción de calorías. Sin embargo, no convence a los expertos en Argentina.
Por un tubo. Así sale la comida del estómago de los pacientes que, para adelgazar, se someten a un nuevo tratamiento que aspira y extrae parte de los alimentos recién ingeridos para que se reduzca la cantidad de calorías consumidas. Lo aprobó este martes la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), pero no convence a los especialistas argentinos en nutrición y obesidad.
A través de una endoscopia que dura 15 minutos y que no requiere anestesia total, se instala en la parte alta del estómago del paciente un tubo que se conecta a una válvula. Entre veinte y treinta minutos después de cada comida, el paciente abre esa válvula y la conecta a un tubo exterior que aspira hasta el 30 por ciento de los alimentos recién ingeridos y los desecha en el inodoro. “Como todavía no se inició la digestión, la extracción de alimento se produce de manera pareja, no es que se eliminen componentes con mayor componente nutricional que otros”,
dice desde Estados Unidos Christy Kaupinen, vicepresidenta de marketing de Aspire Bariatrics, la empresa que comercializa el tratamiento. “El dispositivo, su colocación y el seguimiento médico durante un año
tendrán un costo de entre 8.000 y 13.000 dólares”, sostiene.
Antes de obtener la aprobación oficial en Estados Unidos, el sistema fue evaluado a través de un ensayo clínico realizado a 171 pacientes: en promedio, adelgazaron 21 kilos en un año. “No sólo bajan de peso porque se reduce la porción que finalmente digieren, sino que, como para lograr que la comida pase por el tubo deben masticar mucho, alimentarse se vuelve menos compulsivo y la sensación de saciedad llega antes”, describe Kaupinen, en tono publicitario, y subraya que en Estados Unidos hay unos 30 millones de obesos que podrían aspirar al tratamiento. Los requisitos en ese país son tener más de 22 años, que el índice de masa corporal esté entre el 35 y el 55 por ciento y que hayan fracasado en tratamientos previos para bajar de peso.
“En cirugía bariátrica –es decir, esa que apunta a reducir la obesidad– hay un concepto meridiano: para que un tratamiento funcione, tiene que tener resultados permanentes. Y mientras los resultados de cirugías como el bypass gástrico o la manga gástrica son permanentes, un tratamiento con este dispositivo puede no permanecer en el tiempo”, explica Oscar Bracesco, ex presidente de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad y director del programa de cirugía bariátrica del Hospital Austral. Para el especialista, “no se conocen aún los resultados a largo plazo pero podemos anticipar que se trata de un tratamiento insuficiente en el caso, por ejemplo, de un obeso mórbido con 100 kilos de sobrepeso, porque tal vez sólo logra reducir 20 y sigue corriendo los mismos riegos”.
Alejandro Grigaites, que encabeza el Programa Unidades Bariátricas a través del cual ya se operaron más de 3.000 personas en todo el país, señala: “Este mecanismo no nos parece muy satisfactorio para tratar la obesidad porque, por ejemplo, no hace foco en la actitud psicológica que el paciente debe encarar para mejorar. Hay cambios de hábitos y de conductas que tienen que producirse y este dispositivo sólo se enfoca en que disminuya la porción ingerida: sacar la comida por un tubo no es una solución que esperamos los profesionales”. Bracesco también habla de que la obesidad debe ser enfocada desde distintos aspectos: “No se trata sólo de la cantidad de alimento, sino de la situación hormonal y metabólica del paciente, de su conducta psicológica y de la actividad física que realice”, dice.
Aunque para Bracesco “Argentina está en perfecta sincronía con el resto del mundo en cuanto a tratamientos disponibles”, ni él ni Grigaites esperan que un dispositivo como el recientemente aprobado en Estados Unidos se implemente en nuestro país en el corto plazo.