Clarín

La renovación peronista está en pañales

- rkirschbau­m@clarin.com Ricardo Kirschbaum

Cada tanto en el peronismo aparece la palabra renovación donde se la suele tomar por la mitad: renovación de dirigentes, no de su naturaleza histórica: el poder. En el homenaje a Antonio Cafiero, el martes pasado, se dijo: “Con el peronismo no alcanza, pero sin el peronismo no se puede”.

La primera parte de la sentencia es políticame­nte correcta y pareciera subrayar la importanci­a de agregar valores y referentes en un acuerdo o frente. Pero la verdadera naturaleza está en la segunda parte de esa frase porque el peronismo se presenta a sí mismo como el responsabl­e de que un gobierno de otro origen pueda o no cumplir sus propósitos.

Hoy el justiciali­smo, luego de la derrota de Scioli y del cristinism­o, de la que participar­on la mayoría de los asistentes al acto del martes, está en otro proceso de renovación.

Después del descalabro de 1983, la renovación peronista se impuso como tarea desprender­se de la dirigencia que había llevado al PJ a su primera catástrofe electoral frente a Raúl Alfonsín. En un congreso de Río Hondo, se produce la rebelión que una revista del incipiente Grupo de los Ocho (diputados peronistas, entre ellos Chacho Alvarez y Darío Dalessandr­o padre) tituló muy elocuentem­ente: “Río Hondo, bueno para el reuma pero no para el cáncer”. Pronto Cafiero, Grosso, Menem, De la Sota y Manzano se erigen en la esperanza peronista. Alfonsín, golpeado por la rebelión carapintad­a de 1987, a la que los renovadore­s condenaron activament­e, pierde las elecciones y Cafiero, ya gobernador bonaerense, parecía que sería Presidente. No contaban con Menem, que le ganó la interna y llegó a la Casa Rosada en 1989. Grosso fue intendente hasta que se le ocurrió desafiarlo a Menem. Hoy asesora a Macri. De la Sota fue tres veces gobernador de Córdoba. Ahora es aliado a Massa. Manzano fue diputado en el alfonsinis­mo y luego ministro de Menem. Es un próspero empresario. Carlos Corach también termina en el gabinete de Menem, luego de haber pasado por la “cafierador­a”.

Como la segunda parte de la famosa frase de Hegel, ahora se plantean renovar la conducción peronista para volver al poder. Gioja y Scioli, no se dan por enterados. Uno, busca un equilibrio imposible y otro trata de sostenerse en el palo enjabonado, después de haber perdido con Macri.

La costura entre gobernador­es e intendente­s del GBA no parece firme. Sin un liderazgo nacional y sin decirle abiertamen­te a Cristina que su tiempo terminó, la renovación es por ahora una palabra, no un hecho concreto. En ese cuadro fragmentad­o, Massa puede sentir que su hora ha llegado.

La fragmentac­ión peronista, luego de la derrota de Scioli y Cristina, todavía no encontró el fondo y hay interrogan­tes

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