Benedicto elogia a Francisco y dice que la Iglesia debe cambiar
El Papa emérito Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, primer pontífice que renunció en 600 años, se confiesa en el libro-entrevista del escritor alemán Peter Seewald y nace un bestseller, porque cuando falta poco (en abril) para que cumpla 90 años de edad, lo que cuenta de su vida es de hecho un testamento. En primer lugar explica: “La renuncia la escribí yo”. Y agrega: “Nadie me chantajeó, porque tampoco lo hubiera permitido”.
Ratzinger ya lo dijo varias veces: se sentía cansado, sin las fuerzas suficientes para afrontar el gran peso de su misión apostólica. Hace poco en una entrevista contó que debía viajar en abril 2013 a Brasil, a la reunión mundial de la juventud, y no se sentía en condiciones físicas.
De la elección del argentino Jorge Mario Bergoglio como su sucesor, dice en primer lugar que se sorprendió, pero que se siente “feliz” con Francisco. “Es un hom- bre de la reforma práctica, tiene el ánimo de echar mano a acciones de carácter organizativo”, dijo. “No pensaba que estuviera en el grupo restringido de candidatos. Cuando escuché su nombre al principio me sentía inseguro. Pero cuando vi cómo hablaba, por un lado, con Dios y, por el otro, con los hombres, me sentí verdaderamente contento”, explicó.
“La Iglesia está viva, vive llena de nuevas posibilidades. La elección de un cardenal latinoamericano significa que está en movimiento, es dinámica, abierta, que tiene por delante perspectivas de nuevos pro- cesos. Que no está congelada en los esquemas, que siempre sucede algo sorprendente y que posee una dinámica intrínseca capaz de renovarla constantemente”.
El Papa emérito está a favor de los cambios en la Iglesia, pese a su fama de conservador que le costó tantos dolores de cabeza en su pontificado. “Es evidente que está abandonando siempre más las viejas estructuras tradicionales de la vida europea y muda de aspecto. En la Iglesia hay nuevas formas. Está claro que la descristianización de Europa continúa y que el elemento cristiano desaparece siempre más del tejido de la sociedad. Por eso la Iglesia debe encontrar nuevas formas, cambiar su modo de presentarse. Están en curso movimientos epocales”.
Joseph Ratzinger reconoce: “No soy fuerte con las reformas”. Cada uno, dice el alemán tiene sus propios carismas.