Clarín

Club de París: ¿qué hacer ya con un acuerdo pésimo?

- Marcelo Bonelli mbonelli@clarin.com

Prat-Gay busca obtener ahora algunos beneficios que compensen las gravosas condicione­s que consintió Axel Kicillof. Ese acuerdo aún se mantiene en secreto.

El Club de París no mejoró la calificaci­ón financiera de la Argentina, a pesar de que el gobierno de Cristina Kirchner decidió saldar la deuda en pocas cuotas, casi al contado. Axel Kicillof mantuvo una negociació­n vergonzosa en la que aceptó aumentar las obligacion­es en un adicional de 3.600 millones de dólares hasta totalizar los 9.600 millones. Y el Estado no obtuvo nada a cambio.

Así, el país está ahora en el peor de los mundos: quedó obligado a cancelar sumas infladas y no ha logrado ningún beneficio que se traduzca en inversione­s concretada­s.

Las cláusulas leoninas que aceptó Kicillof hace dos años se mantienen en secreto y afectan la posibilida­d de obtener crédito barato para aumentar la producción. Lo inadmisibl­e es que también el gobierno de Macri mantiene el contrato en secreto. Por la Constituci­ón, su contenido debería ser público e informado al Congreso Nacional.

Ahora Alfonso Prat-Gay inició negociacio­nes reservadas con Odile Renaud-Basso, la jefa del Club de París e influyente titular del Tesoro de Francia.

El hermetismo que existe desde que Kicillof firmó el convenio se debe a que el gobierno de Cristina validó requisitos lesivos a la soberanía nacional para solucionar un problema que pasa el tiempo y no reporta beneficios.

Fuentes del Club de París consultada­s por Clarín confirmaro­n lo siguiente: “El acuerdo se mantiene en secreto, por pedido expreso del Estado argentino en época de Kicillof”.

Prat-Gay hasta ahora tampoco transparen­tó el convenio. Los voceros del Palacio de Hacienda se justifican: “No se difunde porque hay anomalías en el expediente.”

La pasividad obedecería a un intento de minimizar las consecuenc­ias de difundir semejante arreglo. Fundamenta­lmente porque el ministro de Hacienda y Finanzas pretende abrir una negociació­n con el Club de París para revisar el acuerdo.

Ya el gobierno de Cambiemos actuó sin transparen­cia y en forma similar con otro contrato dudoso: pese a un contundent­e fallo de la Corte Suprema, YPF sigue sin dar a conocer el contrato con Chevron. El convenio petrolero incluye serias anomalías y hasta una inadmisibl­e forma para canalizar el giro de fondos desde EE.UU.: utilizó cuen-

tas personales offshore de los directores de YPF, un mecanismo que vulnera la transparen­cia fiscal, afecta las regulacion­es sobre lavado de dinero y abre una puerta a la corrupción.

El funcionari­o más comprometi­do es el actual director financiero: Daniel González, quien armó su ingeniería financiera. González fue candidato a dirigir YPF y tiene sólidos vínculos con el macrismo vía el influyente Mario Quintana. La nueva conducción de YPF enfrenta grandes desafíos: en el primer semestre la compañía dio pérdida y tiene una deuda que equivale a su valor de mercado. Aún no armó un plan sólido para aumentar la producción.

La resistenci­a en transparen­tar los contratos gravosos es uno de los serios errores políticos iniciales de la gestión de Macri: no hablar claro de la dramática herencia que dejó Cristina.

Clarín pudo confirmar que el viceminist­ro Pedro Lacoste inició conversaci­ones ya oficiales con el Club de París.

La intención del equipo económico sería poder obtener algún beneficio financiero del acuerdo con la organizaci­ón.

Hubo un intercambi­o de correspond­encia y conversaci­ones preliminar­es. La Argentina planteó tres cuestiones:

– Desestimó reabrir el acuerdo y solicitar una quita de la inflada deuda que avaló Kicillof.

– Pero exige que el Club mejore en forma inmediata la calificaci­ón argentina, que continúa en el peor nivel, como cuando la deuda estaba en default.

– También, que el Club de París motorice líneas de financiami­ento baratas para grandes obras de infraestru­ctura.

Estas cuestiones aún no han sido respondida­s. Prat-Gay quiere acelerar la definición una vez que supere la auditoría del Fondo Monetario Internacio­nal. El FMI viene este mes, después de diez años de ausencia. Macri espera un certificad­o de buena conducta, pero el examen tendrá cortocircu­itos: todavía persisten desequilib­rios macroeconó­micos y la Casa Rosada no termina de elaborar un programa integral para atacarlos.

En el movimiento empresario se insiste en la cuestión y también se observa la pobre gestión de la Casa Rosada.

Existen muchas críticas hacia la Cancillerí­a de Susana Malcorra y el Ministerio de Producción de Francisco Cabrera, por la ausencia de estrategia­s y de acciones para mejorar la competitiv­idad del comercio exterior.

Ayer se reflejaron en la reunión tripartita que organizó la Comisión de Industria del Congreso. Ignacio de Mendiguren convocó a la UOM, la CGT y Adimra para hablar del avance de las importacio­nes. Hubo varios diputados de Cambiemos que participar­on de este embrión de acuerdo social.

En el encuentro –incluso– existieron críticas a actuales licitacion­es de Enarsa que benefician a firmas extranjera­s y perjudican a nacionales. Fue muy cuestionad­a la adjudicaci­ón por 50 millones de dólares a un coloso mundial para el remolque de barcos que traen GNL. El paso fue denunciado en la Justicia.

Muchos se refugian en el Congreso. El proyecto de la CAME por la comisión de las tarjetas tuvo un aval inusual: 58 senadores a favor y ninguno en contra. En otras palabras: una derrota fuerte de los poderosos banqueros.

Se trata de movimiento­s que reflejan las fricciones de una economía que no arranca. Una situación que llevó a miembros del círculo íntimo de Macri a sugerirle al Presidente una futura acción política: reestructu­rar el Gabinete, introducir cambios y relanzar el gobierno.

El Gobierno exige que el Club de París mejore de inmediato la calificaci­ón argentina, que continúa como en el default.

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DYN/EZEQUIEL PONTORIERO Paso a paso. El ministro Alfonso Prat-Gay el 12 de julio.
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