Una pérdida de la autoridad
Otra vez el colegio Carlos Pellegrini es escuela tomada. Ahora por militantes de una agrupación kirchnerista invitada por el Centro de Estudiantes para enseñar sobre el Aborto Seguro con pastillas. Pero si los invitados hubieran sido un grupo de monjas que adoctrinaban sobre la prohibición de usar preservativos, la situación sería formalmente igual.
La escuela es, y siempre ha sido, un campo de batalla. Lo que se enseña, lo que deliberadamente no se enseña, quienes lo hacen y cómo, obedece a decisiones que en condiciones ideales resultan de la deliberación democrática y del consenso científico que supone necesariamente controversias y discusiones previas entre posiciones diferentes.
Luego hay mecanismos institucionales que garantizan la validez y relevancia del contenido del currículum y la idoneidad de quienes lo enseñan. Eso es lo que otorga legitimidad y autoridad a la escuela. Eso hace que una escuela sea una escuela y no un club, una plaza, un bar, donde cualquiera charla cualquier cosa.
En este caso no se siguieron los caminos institucionales y la escuela perdió autoridad. Hay dos análisis en paralelo en este caso, por un lado las circunstancias, por otro el contenido. Las circunstancias muestran a todos fuera de lugar: día de paro docente, los estudiantes de primero y segundo año en la escuela sin profesores y sentaditos en el salón de actos, los militantes a cargo de la clase, el rector avalando todo, a sabiendas o, peor, sin saberlo.
Y el contenido muestra otra vez la banalidad del mal. El aborto tema esencial, complejo y delicado, despachado con liviandad.
La educación como la vida misma no es fácil, no se arregla con pastillas doctrinarias. Y los chicos tienen derecho a saberlo.