DEL POTRO El tercer elemento
Tras sus actuaciones en Río de Janeiro y Nueva York, el tandilense volvió a sumarse a Messi y Ginóbili para integrar un trío de atletas argentinos de excepción.
Los atletas son casi una extensión del pasaporte para muchas personas en el mundo. Aquel viejo “¿Oh, Argentina? ¡Maradona!” fue mutando -sin desaparecer, claro- por la globalización y la explosión mediática del deporte. Por eso ya no sorprende que la exclamación cambie de nombre. Juan Martín Del Potro logró, por supuesto, una reinserción personal importantísima en el nivel más alto del tenis internacional. Sin embargo, esa especie de relanzamiento al estrellato logró algo más: que la bandera celeste y blanca vuelva a tener un embajador top en uno de los deportes más extendidos por el planeta. A Lionel Messi y a Emanuel Ginóbili, indiscutidos representantes argentinos, ahora se le volvió a sumar el tandilense como ya había sabido hacerlo en aquel 2009 glorioso. Del Potro es el tercer elemento.
Siete años atrás, Messi vivió su temporada más prolífica en términos de resultados de conjunto. De la mano de Pep Guardiola, su Barcelona consiguió ganar los seis títulos disputados del 1° de enero al 31 de diciembre consiguiendo así un hito único y hasta ahora no igualado por otro equipo. Después de ser tercero y segundo en las votaciones, finalmente el argentino se quedó con la edición 2009 del Balón de Oro llegando por primera vez a la cúspide del fútbol mundial, donde se mantiene hasta hoy (ganó cuatro veces más ese premio y es el actual poseedor del mismo).
Emanuel Ginóbili, en la misma temporada en la que Messi ganó cuanto torneo jugase, no corrió con la misma suerte. Al margen de que San Antonio no obtuviera el campeonato, él tampoco pudo finalizar el torneo de la NBA como quería. Por una lesión se perdió los playoffs y la posibilidad de luchar por un nuevo anillo de campeón. Sin embargo, ya era una estrella absoluta y su figura seguía reinando desde la franquicia texana. Todavía estaban frescos el título en 2007, la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y su distinción individual como Mejor Sexto Hombre de la NBA en el mismo año. Ya era entonces considerado por muchos uno de los mejores deportistas argentino de la historia.
Del Potro se sumó a este trío ilustre aquel año. Establecido en el top ten al que había llegado en octubre de 2008 gracias a cuatro títulos ganados, se consolidó en la
temporada siguiente logrando los torneos de Auckland y Washington DC para luego dar el gran golpe de su vida en el Abierto de Estados Unidos. Ya como sexto del ranking hizo historia ante Roger Federer en la final al ganarle por 3-6, 7-6 (7-5), 4-6, 7-6 (7-4) y 6-2. Tenía tan sólo 20 años y se metió aquel lunes 14 de septiembre entre los mejores cinco jugadores del mundo sólo detrás del propio Federer, Nadal, Djokovic y Murray.
Del Potro logró un impacto por lo que consiguió pero también por ser protagonista de una historia de esas dignas de película que tanto ama el público. La magnitud de su regreso, superando años de lesiones y frustraciones e instalándose rápidamente de nuevo entre los mejores del mundo, quedó en evidencia en la respuesta de la gente. Alguna vez silbado en el Parque Roca y luego cerca del retiro, no quedan dudas de que el reconocimiento para el -al menos en términos de resultados- tenista argentino más grande después de Vilas es absoluto. Mimado por una mayoría de argentinos en los Juegos de Río de Janeiro, también fue ovacionado en una Nueva York que lo tomó casi como un hijo propio.
Siete años después de su pico, Del Potro está de vuelta. No parece ser un pasaje de brillantez sino la posibilidad de mantenerse en ese trío de compatriotas ilustres. Con Messi todavía en la cima y con varios años más por defender el trono y un Ginóbili que, a los 39 años, firmó uno de los mejores contratos de su carrera, Delpo es otro de los motivos deportivos que hace a los argentinos lucir orgullosos el documento.