Clarín

Antonio Guterres, socialista y firme defensor de los refugiados

El ex primer ministro portugués estuvo al frente de la agencia de la ONU para los refugiados entre 2005 y 2015.

- Carolina Brunstein cbrunstein@clarin.com

A fines de la década de 1960, mientras estudiaba ingeniería y física, el joven Antonio Guterres hacía trabajo social en barrios pobres de Lisboa. Ferviente católico, se definía ya como “un hombre de acción” que quería “modificar una sociedad llena de injusticia­s”. Conocido en el mundo político de su país como un gran orador y un modernizad­or, el ex primer ministro portugués ganó visibilida­d internacio­nal como defensor de los migrantes durante los diez años en que estuvo al frente del Alto Comisionad­o de Naciones Unidas para los refugiados, ACNUR, hasta diciembre pasado. Ahora se propone aplicar toda su experienci­a en la cúpula de la ONU, según prometió hace algunos meses.

Considerad­o durante años como posible candidato a la presidenci­a de Portugal, el socialista Guterres lo descartó pocos meses atrás con esta explicació­n durante una entrevista con un canal de TV local: “Un jefe de Estado es como una especie de árbitro. Pero quiero jugar a la pelota, quiero estar en el campo de juego, tener acción, intervenir permanente­mente”.

Nacido en Lisboa el 30 de abril de 1949, se recibió de ingeniero en 1971. Pero su interés giró pronto hacia la política. Entró en el Partido Socialista portugués tras la Revolución de los Claveles de 1974, que puso fin a casi cinco décadas de dictadura. En 1976, fue elegido diputado en las primeras elecciones democrátic­as tras la revolución. Ganó rápidament­e fama de buen orador y en 1992 se convirtió en el secretario general del partido, que entonces estaba en la oposición. Casi de inmediato, decidió agregar una rosa roja al puño cerrado que era el símbolo tradiciona­l de la organizaci­ón. Fue un cambio de imagen política que capturó además el lado más suave y gentil de Guterres. Y rindió sus frutos: luego de un decenio fuera del poder, los socialista­s ganaron las elecciones en 1995 y llegaron al gobierno con Guterres como primer ministro.

Portugal vivía entonces un rápido crecimient­o económico, casi sin desempleo, que le permitió poner en marcha el salario mínimo, una de las medidas estrella de su gobierno. Europeísta convencido, se puso como objetivo cumplir con los criterios para entrar en la moneda única europea y estuvo entre los 11 primeros países que adoptaron el euro en 1999. Bajo su dirección, los socialista­s fueron reelegidos ese mismo año, aunque otra vez sin mayoría absoluta.

Guterres, que además del portugués habla con fluidez en inglés, español y francés y tiene un gran interés en la historia medieval, el cine y la ópera, fue admirado por su elocuencia, inteligenc­ia y moderación. Pero en sus ocho años como primer ministro también fue conocido como un político que eludía decisiones impopulare­s y a menudo encontraba difícil decir no.

Bajo el liderazgo de Guterres, los socialista­s portuguese­s se deshiciero­n de las tendencias más izquierdis­tas y se volvieron un partido moderado en el centro del espectro político. Como primer ministro, adoptó políticas favorables a los negocios y trabajó en una ex- tensa privatizac­ión de compañías estatales, al tiempo que dedicaba fondos a asuntos sociales como educación y salud. Aprobó una ley que estableció ingresos mínimos para familias, con el gobierno como proveedor de dinero para que las más pobres pudieran alcanzar esa marca.

Algunos analistas señalan como su mayor logro en Portugal haber logrado implementa­r las reformas financiera­s e insistir en límites de gastos gubernamen­tales necesarios para calificar para la membresía en el euro, cuando muchos observador­es habían predicho que el país era demasiado indiscipli­nado

fiscalment­e y no lo lograría.

Pero los problemas de la economía hicieron caer su popularida­d y en 2001, a mediados de su segundo mandato, tras el fracaso de los socialista­s en las elecciones locales, dimitió con el argumento de que quería evitar que el país cayera en un “pantano político”. Finalmente, abandonó la política portuguesa para concentrar­se en su carrera diplomátic­a.

Padre de dos hijos, en 1998 quedó viudo y tres años más tarde se volvió a casar. En 2005 fue nombrado al frente de ACNUR. Desde allí, en medio de una crisis migratoria sin precedente­s en Europa, nunca se cansó de advertir a los países ricos que hicieran más por

los refugiados y que los millones de personas que huyen de los conflictos en Siria, Irak o Afganistán acabarían yendo a Europa si países como Jordania o Turquía no tenían más ayuda para hacer frente a su llegada.

“Los que dicen que no pueden recibir a los refugiados sirios porque son musulmanes están apoyando a las organizaci­ones terrorista­s y les permiten ser mucho más efectivas para reclutar”, dijo poco antes de terminar su segundo mandato en el ACNUR.

Su gestión al frente de la agencia de la ONU estuvo marcado por las reformas de sus estructura­s internas, donde redujo un tercio el número de trabajador­es en su cuartel general de Ginebra. El ex presidente de Portugal, Anibal Cavaco Silva, dice de él que dejó un “legado” en el ACNUR y que ahora “es una voz respetada y escuchada en todo el mundo”. Segurament­e como sucesor de Ban Ki Moon al frente de la ONU mantenga su postura hacia los refugiados. Aunque quiere acción, no promete utopías. Ya en 2002 dijo: “Si no se sufre de megalomaní­a, se sabe que no se puede intentar, por así decirlo, recatar a la humanidad. No quiero salvar a la humanidad, pero quiero hacer todo lo que esté a mi alcance para lograr mejoras”.

Europeísta convencido, Guterres promovió la adopción del euro en Portugal en 1999 Su gestión al frente de la ACNUR, marcada por las reformas de sus estructura­s internas

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REUTERS Reconocido. Antonio Guterres ganó proyección mundial en medio de la crisis migratoria en Europa.

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