Clarín

Recalculan­do gastos, pesos y dólares

- dfcanedo@clarin.com Daniel Fernández Canedo

El dato objetivo es que el Presidente Mauricio Macri decidió dar marcha atrás con una de sus promesas y no bajará cinco puntos las retencione­s a las exportacio­nes de soja, en el inicio de un recálculo de algunas de las principale­s variables de la economía.

Para algunos interprete­s del GPS presidenci­al, la decisión fue obvia: Macri, preocupado porque no le sigan endilgando el mote de conductor de un gobierno de ricos, no podría reducirle más impuestos al campo en medio de la negociació­n con la CGT sobre la concesión de un bono de fin de año.

Pero, también estaría mostrando que el Gobierno comienza a orientar su visión a través del cristal de las elecciones legislativ­as de 2017.

Y, en ese sentido, negarle la transferen­cia de unos US$ 1000 millones al campo que podrían destinarse al bolsillo de los jubilados y estatales tendría un claro sentido político en un contexto, como se verá más abajo, en el que la falta de fondos no aparece en lo que constituye un escenario financiero inédito en los últimos años.

Para otros economista­s intérprete­s del GPS presidenci­al, la decisión de no rebajar las retencione­s de la soja está más relacionad­a con el resultado fiscal previsto para el año próximo.

Si bien cinco puntos de retencione­s de soja equivalen a los mencionado­s US$ 1.000 millones, hay economista­s rigurosos con los números, como Marina Dal Poggetto del Estudio Bein, que calculan que el año que viene al Tesoro le van a faltar unos $ 300.000 millones y US$ 9.000 millones, adicionale­s a los que aporten la recaudació­n, el Banco Central y la ANSeS. Una montaña de plata.

Pero no existen indicios de preocupaci­ón ni en el ministro de Finanzas, Alfonso Prat-Gay, ni en el secretario de Financiami­ento –el encargado de conseguir el dinero–, Luis Caputo. Y desde la semana pasada, tienen motivos para no tener preocupaci­ón extrema por el financiami­ento de corto plazo.

El recálculo financiero del Gobierno se pronunció a partir del jueves pasado cuando el Tesoro salió a buscar pesos colocando una letra. Creyó que obtendría $ 20.000 millones pero lo “bañaron” con una oferta de $ 67.000 millones, de los cuales tomó $ 50.000 millones.

Ese baño de pesos tuvo su correlato en la tasa de interés que se comprometi­ó a pagar el Gobierno: 18,2% anual fijo por una letra a cinco años de plazo.

Hay dos datos adicionale­s: dos tercios de los compradore­s de esas letras proviniero­n del exterior, y fueron inversores que cambiaron dólares para pasarse a pesos y colocarlos a una tasa “fija” de 18,2% anual, apostando a que esa tasa le ganará a la inflación y a la variación del dólar.

Como resultado de esa apuesta, las reservas del Banco Central subieron unos

US$ 2.000 millones en la última semana. Pero hubo una cuestión más: el precio de ese bono en pesos subió después de colocado y ayer rendía en torno a 17% anual, o sea dentro de la meta de inflación que anotó el Gobierno en el proyecto de Presupuest­o para el año que viene.

¿Colocarse a 18,2% anual de tasa en pesos será porque están convencido­s de que bajará la inflación? ¿O es porque en el mundo las tasas de interés giran en torno al cero por ciento anual y, por tanto, los rendimient­os de los bonos argentinos resultan muy atractivos para los especulado­res financiero­s?. Sea cual fuere la respuesta, lo concreto es que en el corto plazo parece haberse abierto una fuente adicional de financiami­ento para la Argentina.

Esa “lluvia de dólares y pesos” le permitiría al Gobierno recalcular sus previsione­s financiera­s (el año que viene las necesidade­s llegarían a US$ 27.000 millones) y también las políticas.

En el medio de esos cambios, las posiciones diferentes de Prat-Gay y del presidente del Banco Central siguen rígidament­e firmes respecto del nivel que deben tener las tasas de interés. El ministro insistió esta semana en que deberían bajar para favorecer la salida de la economía de la recesión.

Federico Sturzenegg­er decidió, por segunda semana consecutiv­a, mantener en 26,75% la tasa de las letras a 35 días de plazo, en el entendimie­nto de que la baja de la inflación no está consolidad­a.

Los dos mantienen su posición y, curiosamen­te, los dos coexisten en un mismo gobierno en el que el “keynesiani­smo” fiscal, con mayor endeudamie­nto incluido, políticach­oca contrade contracció­nla aplicación monetariad­e una severadel Banco Central.

En otras palabras: mientras Prat-Gay toma deuda (un informe de JP Morgan de ayer sostiene que este año la deuda soberana subirá US$ 35.000 millones) para mantener la expansión del gasto y favorecer una reactivaci­ón, Sturzenegg­er cierra el grifo de los pesos para mantener alta la tasa de interés. Uno de los resultados evidentes está a la vista: el dólar está tranquilo en torno de los $ 15,46 y la opinión de los economista­s es que esa calma tenderá a extenderse en los próximo meses. De hecho, en lo que va del año, el dólar acumula una suba de 15% frente a una inflación que rondaría el 33%. Pero ya en el Presupuest­o, con previsión inflaciona­ria de 17% y dólar promedio de $ 18, el Gobierno había adelantado que un eventual atraso cambiario no estaría mal visto para el año electoral.

En otro orden, la puerta abierta del financiami­ento fluido del exterior reaviva, dentro y fuera del Gobierno, la búsqueda de indicadore­s sobre mejora de la economía.

Un dato alentador lo dieron las previsione­s de compras de insumos de acero de algunos sectores clave de la economía.

El repunte más notorio provino de los fabricante­s de maquinaria agrícola, que prevén un buen fin de año. También la demanda de acero para la construcci­ón apunta hacia arriba en el últi- mo trimestre del año, al igual que el sector automotriz.

Un dato adicional: una parte del aumento de las exportacio­nes del mes pasado incluyó mayores envíos de vino a Brasil, un mercado que desde hacía meses mantenía deprimida su demanda. Son algunos casos de una economía a la que le cuesta arrancar pero que ahora entre la mejora a los jubilados y la posible eliminació­n de Ganancias para el aguinaldo y la negociació­n de un bono para estatales y privados podría cambiar de panorama en los próximos tres meses.

Este año, malo en materia de consumo y actividad económica, encara la última parte con un envión financiero adicional al que ya se preveía al ceder la inflación, que lleva a recalcular variables económicas y posibilida­des políticas.

Mientras tanto habrá que monitorear la evolución de los precios de octubre. Este mes, empiezan los aumentos de las tarifas de gas y luz y también ajustaría la medicina prepaga.

Una suba de 1,5% del índice podría ser moderada si es que no hay otros precios que jueguen una mala pasada.

La decisión presidenci­al de no bajar las retencione­s a la soja constituye una señal fiscal, pero también política. Las reservas del Central volvieron a crecer fuerte en la última semana y también hubo un “baño” de pesos.

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Luis Caputo, secretario de Finanzas.
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