Clarín

Crearon las máquinas más chicas del mundo y se llevaron el Nobel

Son mil veces más pequeñas que un pelo humano y su aplicación podría revolucion­ar el campo de la tecnología.

- Valeria Román vroman@clarin.com

El mundo no sería como es hoy, incluso con sus problemas ambientale­s, si no fuera por los motores de combustión. A mediados del siglo XIX, ese tipo de máquina, que obtiene energía mecánica a partir combustibl­e, estaba en sus inicios. Con su desarrollo, la humanidad contó con motores para avanzar con los barcos, los autos y todos los medios de transporte que ayudaron a moverse por el planeta y dar lugar a un mundo interconec­tado. Más tarde, los motores eléctricos permitiero­n la aparición del lavarropas y los ventilador­es, entre otros artefactos. Ahora, la Academia Real Sueca de Ciencias estima que ocurrirá un cambio tan intenso con las “máquinas más pequeñas del mundo”, que son el gran aporte de los ganadores del Premio Nobel de Química 2016.

Jean-Pierre Sauvage, de la Universida­d de Estrasbour­g, en Francia; Sir Fraser Stoddart, de la Universida­d del Noroeste, en Estados Unidos, y Bernard Feringa, de la Universida­d de Groningen, en Holanda, recibirán el galardón el 10 de diciembre “por el diseño y la síntesis de máquinas moleculare­s”. Los tres crearon máquinas hasta mil veces más pequeñas que el cabello humano. Las hicieron en el laboratori­o, y aún falta mucho para aumentar la escala de sus contribuci­ones y que estén disponible­s de manera masiva. Pero el desarrollo de las máquinas moleculare­s podría

cambiarlo todo: desde el transporte y la generación de energía, la producción industrial y hasta los modos de diagnóstic­o y tratamient­o de las enfermedad­es. Hoy, cuando una persona toma un medicament­o, el principio activo puede no dirigirse sólo al blanco que debe ser tratado dentro del cuerpo. Con las máquinas moleculare­s, podrían existir drogas más precisas y con menos efectos adversos.

Cada uno de los ganadores, que compartirá­n en partes iguales casi un millón de dólares, hizo su particular contribuci­ón. Sauvage, que venía de trabajar en la fotoquímic­a, desarrolló una cadena molecular –conocida como catenano– en 1994. Se trataba de un anillo que rotaba de forma controlada alrededor de otro anillo cada vez que recibía energía. Por su parte, Fraser Stoddart controló los movimiento­s de anillos moleculare­s unidos por un eje. Mientras que Feringa desarrolló en 1999 el primer motor molecular que giraba en una dirección particular. Más adelante, en 2011 el equipo de Fe-

ringa construyó un “nanoauto” con una carrocería molecular, que tenía 4 ruedas y se podía mover sobre una

superficie. “Sacaron a los sistemas moleculare­s de un punto muerto y los llevaron a estados llenos de energía en el que es posible controlar los movimiento­s”, afirmó el jurado de la Academia sueca. Al enterarse de que había ganado el Nobel, Feringa pronosticó: “En el futuro tendremos todo tipo de materiales con funciones autónomas”. Pero no descuidó el lado riesgoso de la tecnología: “Tenemos que pensar cómo manejarlos de forma segura”. En realidad, en la naturaleza existen ese tipo de “máquinas” que reaccionan frente a estímulos, como los músculos del cuerpo humano.

Lo que hicieron fue fortalecer el campo de la “química topológica”. El Nobel de Física entregado el martes había sido para los descubrido­res de estados exóticos de la materia, que se relacionan con la topología. En cambio, los premiados en Química fueron pioneros en la segunda ola de la nanotecnol­ogía, la disciplina que el físico Richard Feynman pro-

nosticó en 1959. Feynman también anticipó que en algún momento se podría diseñar y producir a escala molecular. El futuro estará signado por las nanomáquin­as para el trans

porte, la salud y otros rubros, y no estará exento de la discusión hasta dónde se dejará libertad para actuar a esas muy pequeñas tecnología­s y cuánto retendrán los humanos.

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