Clarín

“El Pony”, el adolescent­e que cambió el fútbol por el delito

Estaba por llegar a la Primera de Almagro. Dejó el equipo y ahora está preso, acusado de matar a una mujer.

- Nahuel Gallotta policiales@clarin.com

Daniel Rodríguez recuerda aquella tarde que lo encaró para que se “despierte” de una buena vez. “Pibe ¿vos qué querés para tu vida?”, arrancó uno de sus tantos intentos para convencerl­o. “¿La pistola o la pelota? Si es la pistola, te vas de acá. Si es la pelota, tomá la responsabi­lidad que vas a jugar… te sobran condicione­s”.

Rodríguez era entrenador de la sexta división del club Almagro. El que lo escuchaba era Leandro “El Pony” Chazarreta (18), el 10 del equipo, el distinto. “Tenía locura por jugar a la pelota. La rompía… hizo varios goles de tiro libre”, comenta. Pero el 10 con futuro terminaría apareciend­o en las páginas de Policiales y no en las de Deportes: está detenido por el crimen de Miriam Amelia Coppolillo (60), la vecina de El Palomar (Morón) que fue asesinada el viernes pasado cuando salía a comer junto a su marido para festejar su cumpleaños. En el allanamien­to a su casa, al “Pony” le encontraro­n un chaleco antibalas y una pistola calibre 40.

“El Pony” comenzó a jugar en Almagro a los seis años. Hizo el baby fútbol completo y luego pasó a cancha de once, donde jugaba de enganche, con la 10. Por su situación social, Almagro lo becó desde niño. “Era el distinto de la categoría”, recuerda un compañero. “Muy técnico; le pegaba como Riquelme y no le podían sacar la pelota. Con un poco de inteligenc­ia hubiese llegado a Primera”.

Su primer parate fue cuando recibió un disparo, en 2013. Se recuperó y regresó. En 2014 volvió a desaparece­r: estuvo acusado de un homicidio e ingresó a un instituto de menores. Pero al tiempo se comprobó que no había estado en el lugar del crimen y recuperó su libertad. Su mamá se acercó al club y les pidió a los entrenador­es que lo dejaran volver, que quería retomar el deporte. Los coordinado­res de Almagro hablaron con sus compañeros y todos dijeron que querían recibirlo, y que no le preguntarí­an nada, para no incomodarl­o.

Jugó nueve meses de 2015, y en el club dejaron de verlo. “Ya nos habíamos enterado de que no estaba durmiendo en su casa porque andaba en problemas. Jugaba muy bien. Miguel Angel Tojo, que había sido el entrenador Sub 17 de la Selección, cuando fue coordinado­r de nuestro club decía que ‘Pony’ era su favorito, y al que más futuro le veía”, recuerda Matías Lafalce, directivo a cargo del Fútbol Amateur. Uno de sus técnicos, para diciembre de ese año, se metió al Monoblock 17 del barrio Carlos Gardel (Morón) y lo buscó. Fue dos veces. “Vení al club; volvé que te vamos a dar una mano. Sabemos que andás en cosas malas, pero con nosotros te podés rescatar”, le dijo el DT, que lo encaró delante de sus compañeros. “Pony” lo escuchó, pero nunca apareció. Volvería a verse con el entrenador en enero de 2016, cuando estaba internado en el hospital Posadas con un ti-

ro en uno de sus tobillos. “El club está dispuesto a recibirte para que hagas la rehabilita­ción”, le ofreció allí. “Ponete bien y volvé, que vos tenés condicione­s”.

Lo último que supieron fue que su padre, chofer de camiones de larga distancia, preocupado por la vida de su hijo y los problemas en los que andaba metido, ahorró para dejar el barrio y alquilar una casa en El Palomar. Lo hizo, pero fue el

único que se mudó. Ni “El Pony” ni su mamá lo siguieron.

Daniel Rodríguez lleva 21 años trabajando en Almagro. Dice que perdió la cuenta de los cracks que terminaron en la cárcel o el cementerio. Ahora es el delegado del club en la AFA. Pero antes fue entrenador del “Pony”. Recuerda que, cuando era chiquito, al final del entrenamie­nto le pedía una pelota para quedarse a patear fuera de hora. Tenía que llevársela a la casa y traerla al día siguiente, a la hora del entrenamie­nto. El mismo se encargaba de llevarlo en su auto a entrenarse a Moreno. También le daba algo de dinero, para que coma.

“Yo creo que si hubiésemos tenido un predio en el Municipio lo salvábamos. Desgraciad­amente no es el único caso de un pibe que termina muerto o preso. Tenemos un promedio de dos o tres por equipo”, dice Julio Cucchi, tesorero del club.

En los últimos años las divisiones inferiores de Almagro se entrenaron en predios de General Rodríguez, Moreno, Merlo-Gómez, José C. Paz y Hurlingham. Y agrega: “Muchos pibes de Fuerte Apache, barrio Derqui, la Carlos Gardel y las villas de ‘Los Paraguayos’ y ‘Los Russos’ se terminan yendo porque les queda muy lejos el lugar de entrenamie­nto. Hace décadas que le pedimos al Municipio de Tres de Febrero un predio en la zona para contener a los pibes. Estando en un predio propio podrían pasarse la tarde entera; hasta podríamos darles psicólogo y nutricioni­sta”.

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Crack. “El Pony” jugaba con la 10. Lo comparaban con Riquelme.

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