Las mujeres bailan y cabecean
Las chicas también son protagonistas en el tango. Van a las milongas y “cabecean” a los muchachos para invitarlos a bailar. Ellos se dividen entre aquellos que se divierten y los que se sienten avasallados.
“Ahora las chicas sacan a bailar a los chicos”, gritan los parlantes. Y ahí van ellas, a apropiarse de una costumbre que era -hasta ahora-típicamente masculina: visualizan un hombre y lo invitan a la pista. Son los códigos y “permitidos” de las nuevas generaciones, que refrescan los salones de tango más tradicionales con tatuajes, remeras y jeans rasgados. También se modernizó el rol de la mujer durante el baile: es más activo, en sintonía con su lugar en la sociedad. Expertos en género y bailarinas festejan estos cambios. Para los hombres, las opiniones están divididas.
Hay milongas en las que ya, de cada 10 parejas que salen a la pista, en una invitó la mujer. “Me parece perfecto que ellas cabeceen. Es algo muy nuevo, que se da desde hace alrededor de un año”, registra Atilio Verón, gerente de La Nacional. “La mujer va a la milonga, quiere bailar, y no la sacan. Y ya no tiene paciencia de estar planchando toda la noche. Entonces dice: ‘Bueno, lo saco’”, describe Florencia Garesio, organizadora de El Recreo.
Los números reflejan ese optimismo. El 60% de los argentinos está “totalmente de acuerdo” en que la mujer saque a bailar, mucho menos que los suecos (96%) y más que los italianos (31%), según una encuesta realizada el año pasado por la comunidad TangoTecnia entre 2.229 bailarines. En nuestro país, el número de adherentes aumentó, ya que en 2014 sólo el 50% lo aprobaba. El estudio no especifica en la percepción de los hombres, pero sí lo hace Marcelo Castelo, presidente del Instituto Argentino del Tango: “Muchos se sienten avasallados. Salen de su zona de confort, porque siempre estuvo el juego de que el varón propone y la mujer dispone. No sé si es bueno o es malo”.
Algunos salones ya lo oficializaron. En Milonga Clandestina la llaman “La tanda del revés”. Sus organizadoras lo definen como “una revancha” femenina y cuentan que se dan “unos segundos de espanto de los hombres”, que no saben qué hacer. Esta modalidad se usa en algunos locales porteños, en el interior y hubo extranjeros que se llevaron la idea a Europa. Ayuda a que todas las mujeres (suelen ser el 65% de los asistentes) puedan bailar. Según TangoTecnia, en promedio ellas van a la milonga ocho días al mes y permanecen ahí cuatro horas. El 45% están solteras, pero aunque vayan en pareja, el 86% baila además con otras personas.
Ya en la pista, también cambió el rol femenino: ahora es más participativo. Esto se aprende en las clases y a los alumnos les gusta. “La consigna es que la mujer se conozca a ella misma, que pueda tener su eje, y que desde ahí pueda proponer. No se tira al abrazo del hombre, sino que controla su cuerpo”, explica Nancy Vuga, instructora de Activa. Su colega, Diego Butiler, enseña a los varones a tener una “lectura corporal” y a bailar con la actitud de “yo te propongo, vos accedés o no”. Ellos adaptaron su discurso: hablan de “conductor” y “conducido”, en vez de “hombre” y “mujer”, para que los dos puedan asumir ambos roles.
“Podríamos pensar al tango como históricamente machista”, lanza Maia Krichevsky, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), aunque asegura que no es algo estático ni impermeable, sino dinámico. “Si ahora hay más espacio para que los pasos no sean tan rígidos, donde solo un género hegemónico (en este caso el varón) sea el dominante, me parece que enriquece al tango, e incluso opera contra el machismo a nivel social”, sostiene la antropóloga. Y enfatiza: “El tango se resignifica y da lugar a que los roles dominantes se inviertan, incluso hasta desdibujar los estereotipos de género”.