Clarín

Ni todos CEO, ni todos militantes

CEO se ha transforma­do en una categoría ideológica, que funciona si se le oponen los estereotip­os: “empresa mala” - “Estado bueno”. “CEO pirata”.

- Jorge Lanata

Alejada ahora de la producción cinematogr­áfica –y en medio del escándalo de Andrea del Boca– la UNSAM, Universida­d de San Martín, dio a conocer un estudio que muestra que de los 370 cargos más importante­s del gobierno –entre ministros, secretario­s y subsecreta­rios– más de un tercio está ocupado por ex gerentes del sector privado.

En la Jefatura de Gabinete ocupan el 70% de los cargos jerárquico­s, en Energía y Hacienda el 50%. Agrega el estudio que la mayoría no tiene militancia política, como si se tratara de un virus epidémico.

Chief Executive Officer (Director Ejecutivo, bah) se ha transforma­do en estos tiempos en una categoría ideológica. Categoría que funciona sólo si se le oponen los siguientes estereotip­os: “empresa mala”, “Estado bueno”, “CEO pirata”.

Lo de “empresa mala” es variable, porque ese estereotip­o convive con otros como “pyme buena”, por lo que cabría preguntars­e: si la moral de la empresa empeora con el tamaño, ¿pyme sería “malita”? Y maxikiosco ¿”santo”?

En uno de los grados más altos de la estupidez legislativ­a, el miembro de la secta, Guillermo Carmona, propuso en estos días un proyecto de ley para limitar el acceso de los CEO a la administra­ción pública.

Si la propuesta de Carmona fuera un aviso clasificad­o del rubro trabajo habría que leerlo así: “Si usted es capaz, tuvo éxito, tiene experienci­a de décadas en el área, no venga. Por favor, no vuelva eficiente al Estado”.

¿A quién se le ocurre poner en Agricultur­a a un experto en campo o en energía a un ingeniero del área? Como el razonamien­to supone a los CEO como agentes encubierto­s del mal, se da por descontado que llegan a la función para, necesariam­ente, hacer negocios en ella.

Es curioso: ese punto de vista prefiere que el funcionari­o se haga millonario en la función y no antes de haberla ejercido.

El icono del self made man sería Lázaro Báez, el cajero que se convirtió en Henry Ford.

El lúcido legislador Carmona no tuvo en estos tiempos mucha suerte al elegir a su personal: hace un tiempo se le cuestionó el rol de Roberto Brindisi, su asesor de prensa, de activa participac­ión en Twitter.

“Como ex monto te digo que si asoman la nariz yo les meto la kalinis en el orto”, escribió en la red a una usuaria. “Recen por que el fallo de la Corte haga justicia, si no verán correr líquido por las avenidas del país”, escribió en otro tweet entre cientos similares.

Pero yendo al propio Carmona, un rápido repaso de su currículum demuestra que – como la mayoría de los políticos tradiciona­les– nunca trabajo en la vida real: fue concejal en el departamen­to de Maipú, Mendoza, entre 1998 y 2002, diputado provincial entre 2003 y 2007, precandida­to a gobernador en ese año, secretario de Medio Ambiente entre 2007 y 2011 e integra hoy la Mesa Federal de la Corriente Nacional de la Militancia. Podría decirse que su expertice es la militancia, pero aún ese ministerio no ha sido creado.

Para ser justos con el informe de la productora cinematogr­áfica UNSAM Goldwyn Mayer, en el actual gobierno no todos son CEO: el secretario general porteño, Fernando Straface, viene del CIPPEC, al igual que Lucio Castro, secretario de Desarrollo Productivo, o Cecilia Veleda, al frente del Instituto Nacional de Formación Docente; Elena Duro, directora del Instituto Nacional de Calidad y Equidad Educativa viene de UNICEF, como Zulma Ortíz, ministro de Salud de Buenos Aires. El viceminist­ro de Acción Social, Gabriel Castelli, dirigía Cáritas o Emiliano Ezcurrra, fundador del Banco de Bosques, ahora en Parques Nacionales.

Da vergüenza ajena aclarar esto, pero justamente para prevenirno­s de los peligros que anuncia UNSAM existen los organismos de control, porque ni los CEO ni las monjitas ni los militantes son buenos en sí.

Pero las consecuenc­ias de esta discusión impactan en dos conceptos importante­s en cualquier gobierno: la idoneidad de sus miembros y la vocación de servicio público. Ni todos CEO ni todas amantes del ministro de turno, nada de esto sirve tampoco si no se desarrolla en el tiempo una carrera de mérito de la burocracia estatal: trabajos permanente­s para intereses permanente­s que permitan que vuelva a ser un orgullo trabajar para los demás.

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Gabinete. El equipo de Mauricio Macri recibe desde el primer día críticas por la presencia de ex CEO y gerentes.
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