Clarín

Los niños de la guerra y las trampas de la historia oficial

- Marcelo Cantelmi @tatacantel­mi mcantelmi@clarin.com

Las imágenes de los niños marcados por el horror del bombardeo en Siria interpelan mucho más de lo que se pretende, de lo que se busca ocultar, de lo que en realidad ocurre.

A la niña no le salen el llanto ni las palabras. Una raya de sangre se le decanta desde la frente hasta la boca sobre el puente de la nariz y parece cortarle en dos el rostro que lo vuelve a unir la intensidad de los ojos espantados. La nena esta atorada. Cuando la voz reaparece es un gemido que no alcanza a decir lo que dice su mirada espantada y balbucea ¡baba! ¡baba! clamando por el padre que no está ahí y no se sabe dónde quedó. A sus ocho años, recién rescatada de un bombardeo en Homs, ha quedado en medio de gente que no conoce, conmociona­da, sobre una camilla de una sala de urgencias. Tiene el pelo rubio revuelto, la ropa manchada y ese hilo de sangre del que ni ella se ha dado cuenta. Es imposible describir este rostro arrasado que es lo único que la nena mueve como si intentara liberarse del cuerpo que se le ha quedado congelado por el miedo. La tremenda demanda de esa mirada expone de un modo único el horror de la guerra y las consecuenc­ias de la lluvia de muerte que en cada instante se desploma sobre Aleppo y otras ciudades. La nena tan conturbada, sin comprender ... sin tener por qué comprender de qué va todo eso, sintetiza los límites que se han corrido en el conflicto. Su aparición en un video que se viralizó por algunas breves horas se une espectral a la del chico que hace poco apareció cubierto de polvo, también estático, él completame­nte mudo, fotografia­do en una ambulancia después de haber sido sacado, como esta nena, de los escombros.

Al margen de lo que se pretende, estas imágenes interpelan a todos los participan­tes del conflicto, no sólo al régimen brutal y sus aliados. Esa chica, como otros niños que ni tienen la suerte de sobrevivir al machaqueo cotidiano de los barriles explosivos y la lluvia de hierro de los aviones, es lo que está en el medio de la puja entre todos los contendien­tes por el dominio de esa plaza.

El drama detrás de esta angustiant­e demanda de auxilio es que no es parte del final sino de la continuida­d y quizá la señal de un comienzo aún más amargo sobre lo que sobrevendr­á en ese escenario. La repetición de estas escenas constata el agravamien­to de la guerra y sus consecuenc­ias sobre la población civil. Pero, revela además, la urgencia del poder local y sus socios para asegurar un control territoria­l nítido antes del cambio geopolític­o que se espera a partir del próximo gobierno norteameri­cano cualquiera sea quien llegue en enero al sillón de la Casa Blanca.

Las imágenes de los niños aterrados no son ingenuas. Se viralizan ahora y no antes por el giro que ha tomado el conflicto tras la ruptura de la tregua y el congelamie­nto parcial de las negociacio­nes entre Rusia y EE. UU. El Kremlin es el poder regional con mayor influencia en esa encrucijad­a, además de Irán, el país patrocinad­or de Siria.

A partir de esa ruptura, Washington desde el gobierno, y la candidata demócrata Hillary Clinton, desde la campaña, han adoptado la estrategia de denunciar las violacione­s a los derechos humanos de la troika encabezada por Moscú. La postulante demócrata unió a aquellos países junto a Corea del Norte y China, como las amenazas contemporá­neas de EE.UU. La presencia de la dictadura feudal norcoreana en ese nuevo eje del mal es al menos sorprenden­te y grave por lo que sugiere y simboliza. La imprevisib­ilidad global no está solo ahí. La agravó de igual modo ominoso el régimen de Vladimir Putin decidido a reinstalar bases militares en Vientam pero también en Cuba a tiro de piedra de EE.UU. en un déjà vu del abrazo soviético a la isla castrista durante la Guerra Fría. Otra luz roja se encendió recienteme­nte con el despliegue en Kaliningra­do de misiles rusos “Iskander”, capaces de llevar carga nuclear, en unas maniobras al lado de Lituania, en los bordes literales de Europa.

Las imágenes del daño que sufren los civiles a través de estos niños buscan mostrar la brutalidad del momento y su proyección. Pero son las imágenes de siempre, de las bombas de unos y también de los otros. En las guerras, la oposición binaría de buenos y malos no solo es una síntesis falsa, sencillame­nte no existe.

La virulencia retórica con el ariete de los derechos humanos, ha sido, en verdad, una reacción a la ofensiva que las fuerzas regulares de Damasco, apoyadas por el poderío moscovita, descargaro­n sobre el perímetro este de Aleppo. Es el área donde están las bases de bandas yihadistas como Al Nusra, un desprendim­iento de la vidriosa Al Qaeda, que se ha imbricado hasta los huesos con los combatient­es pro occidental­es. Hoy son virtualmen­te lo mismo bajo el paraguas de la confederac­ión Ejército de la Conquista que opera con cobertura de las potencias árabes. El ataque en esa zona tiene un doble efecto. No discrimina entre las fuerzas enemigas de Bashar Al Assad amplifican­do la brecha con los intereses de Washington. Y alienta a los halcones del Pentágono decididos a cualquier precio a que no decaiga el frente rebelde para impedir la victoria del régimen sirio que sería la de Irán y la de Rusia.

El gobierno de Barack Obama asimila el jarabe ácido de sostener a las bandas yihadistas impulsado por esas urgencias estratégic­as. El ISIS, hoy en declive, es parte de las tropas del mismo juego planteado para evitar aquel destino bélico no deseado. La picardía rusa de exigir a EE.UU. el imposible de apartar sus fuerzas locales de las de los integrista­s busca denunciar esa incómoda complicida­d.

La encerrona que se ha construido alcanza para explicar las formas exageradas e imprudente­s de algunos discursos. El legislador británico Andrew Mitchell, figura potente del partido conservado­r le dijo a la BBC en un tono menos de alerta que de amenaza: “Nadie quisiera derribar un avión de guerra ruso”. Mitchell defendía con esos modos imponer, por razones humanitari­as, una zona de exclusión aérea que impida, de paso, el machaqueo sobre las fuerzas que desafían al régimen.

El argumento de los derechos humanos y la denuncia de “crímenes de guerra” en Aleppo que planteó el presidente francés François Hollande y replica Mitchell, es una herramient­a tan justa como delicada dependiend­o de los propósitos. Las filtracion­es de Wiki Leaks suenan en EE.UU. como una maniobra para interferir en la campaña. Puede ser. Pero, lo cierto es que la reciente parva de mails confidenci­ales que acaban de ver la luz revelan el contuberni­o íntimo entre los mayores aliados árabes de EE.UU. y la sanguinari­a banda ISIS. Parte de ese tráfico son correos de John Podestá actual jefe de la campaña demócrata. Cuando este funcionari­o era prominente consejero de Obama, describía allí que “Qatar y Arabia Saudita brindan respaldo clandestin­o, financiero y logístico al ISIS entre otros grupos radicales sunnitas”. Esos países son los que en la historia oficial encabezan la coalición armada por EE.UU. para combatir ... a la banda terrorista. Los mails fueron dirigidos a Hillary poco después de dejar su cargo de canciller.

Acierta la niña de este relato en pedir ayuda desde el abismo de su mirada.

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La nena siria. Símbolo tremendo del daño de la guerra.
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