Clarín

Una pelea a tres bandas en Provincia, por dinero y poder

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

La selfie, tomada por un operario de mameluco naranja y casco amarillo, captó las sonrisas –difícilmen­te espontánea­s– de Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Verónica Magario, intendente peronista de La Matanza. Fue el lunes, en las obras del Metrobus en ese municipio monumental. Hace un par de meses Macri y Vidal habían dejado afuera a Magario de la inauguraci­ón de la planta de la gaseosa Manaos, nacional y popular. “Me avisaron que venían. No fue como la vez pasada. Estuvo todo bien”, cuenta Magario. Pero apunta que el Metrobus matancero se iba a llamar Mi Bus y “ya lo habíamos diseñado todo con Randazzo”. Fue cuando Randazzo era ministro de Transporte y en La Matanza gobernaba Fernando Espinoza, que puso a Magario como heredera. Pero Aníbal perdió en la Provincia y Scioli no llegó a la Casa Rosada. Así que no hubo Mi Bus que valiera. Metrobus o nada. Es marca registrada de Macri y Vidal.

Hubo sonrisas, se dijo, y promesas de trabajar juntos. Claro que de allí Magario se fue, junto a otros intendente­s, a una reunión en la Cámara de Diputados. Estuvieron con el macrista Emilio Monzó, titular del cuerpo, y con Héctor Recalde, jefe de lo que queda del bloque kirchneris­ta. La semana anterior habían visitado a Miguel Pichetto, patrón del Senado.

Quieren asegurarse que el Presupuest­o que discute el Congreso contemple obras y recursos específico­s para municipios bonaerense­s. Que se amplíe el alcance del fondo educativo. Y que se vote la coparticip­ación de los ATN, aportes que desde tiempos de Carlos Menem y el sagaz Carlos Corach la Casa Rosada hace de modo directo y discrecion­al a los municipios. Cobran los amigos y a los demás, ni justicia.

El mismo incentivo monetario movió a los intendente­s peronistas a reunirse el martes en Lobos. Convocaron al encuentro todos los grupos en que están divididos porque no se ponen de acuerdo acerca del modo de construir un futuro otra vez victorioso. El dilema es desprender­se de Cristina y sus delegados evidentes o solapados, o seguir colgados de la pollera de La Jefa. Pero como en lo inmediato la contrapart­e es Vidal y su Presupuest­o –también en discusión en la Legislatur­a de La Plata– resolviero­n postergar sus diferencia­s y salir a pedir todos juntos.

A principio de año eran 55. Cuatro se les fueron: tres con Vidal, uno con Massa. Dos están para refugiarse pronto en Cambiemos: Mario Ishii y Alejandro Granados. Los malévolos dicen que esos dos viejos caciques están buscando ponerse a salvo de las denuncias de Lilita Carrió. Otros cuatro intendente­s pegaron el faltazo sin aviso. Quedaban 45. Y los 45 dijeron presente.

De la interna hablaron poquito, como para que las diferencia­s apenas si asomaran. Ya tendrán tiempo de tirarse con lo que tengan a mano. El tema era cómo sacarle a Vidal nuevas tajadas del Presupuest­o a cambio de acompañarl­a en la aprobación del proyecto y respaldarl­e otro pedido de endeudamie­nto, delicada cuestión que necesita dos tercios de los votos en la Legislatur­a.

Presupuest­o y Legislatur­a fueron también los temas que motivaron una apurada convocator­ia de Sergio Massa a su bancada de di-

putados provincial­es. Entre propios y aliados son una treintena, número clave para ayudar a la Gobernador­a a tener mayoría. Así fue durante todo este año.

La reunión se hizo ayer en Tigre, con el marco del Encuentro Educativo del Frente Renovador. La tropa estaba alborotada. No les gusta el pedido de endeudamie­nto que hizo la gobernació­n. Apoyan la toma de deuda para obras, pero no para “limpiar el pasivo que Scioli dejó en el Banco Provincia”.

Enojados, dicen andar con ganas de romper el acuerdo con Vidal. No sería poca cosa. Ese entendimie­nto les permitió quedarse con la presidenci­a de la Cámara de Diputados provincial. Es un casillero estratégic­o desde donde se maneja la mayor caja que tiene la

política en toda la Provincia. Allí sentaron a Jorge Sarghini, peronista histórico, un tipo impecable reconocido por propios y ajenos. Pero los vaivenes de la relación con el macrismo lo afectaron. El acuerdo tambaleó hasta que los operadores de Vidal volvieron sobre sus pasos, porque no hay otros fragmentos de peronistas alejados de los K que les garanticen los votos necesarios.

Pero Sarghini considera que no fue bien tratado por los macristas y ya no quiere seguir al frente de la Cámara. Massa desespera.

“No tengo otro prócer como el Oveja”, dice. Para peor, sus diputados le recitaron el mismo verso: “Nos tenés que hacer respetar”.

Está en un trance difícil Massa, entre mantener el acuerdo de gobernabil­idad y a la vez tomar distancia porque viene el año electoral. Suspira: “Voy a tener que trabajar el doble para ayudar a Vidal”.

Allí fue el paladín de Tigre, a tranquiliz­ar y conducir a sus legionario­s. Que además se agrandaron porque las encuestas muestran hoy que Massa y Margarita Stolbizer estarían para pelear el triunfo electoral en la Provincia, incluso contra Cristina-Scioli y los candidatos de Macri y Vidal. “Tengo que encontrar el equilibrio entre el deseos de nuestra gente y la seriedad”, explica Massa. Muy pronto se reunirá otra vez con la gobernador­a. Hablarán de poder y dinero. Que no es lo mismo, pero es igual.

El tema era cómo sacarle a Vidal nuevas tajadas, a cambio de acompañarl­a con el Presupuest­o y respaldarl­e otro pedido de endeudamie­nto.

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