Clarín

Ordenan darle el título secundario a un alumno con síndrome de Down

Es poque el Estado no le da validez oficial al certificad­o que les entregan a estos egresados.

- Marcelo Maller mmaller@clarin.com

Estudiar le dio sus frutos a Alan Rodríguez, que tiene síndrome de Down y hace unos días cumplió 22 años. Primero terminó el secundario en un colegio privado y luego consiguió lo que pocos en su lugar: un título habilitant­e para ingresar a la universida­d. Y ahora, él, orgulloso, le apunta al futuro: quiere estudiar una carrera en la Universida­d de Buenos Aires.

Luego de tres años, la jueza Romina Tesone, titular del juzgado 1 en lo Contencios­o Administra­tivo y Tributario de la ciudad de Buenos Aires, resolvió que la Escuela Jesús María de San Vicente de Paul “le extienda el correspond­iente título oficial de finalizaci­ón de sus estudios secundario­s” a Alan. A su vez instó a que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires legalice el título de este joven, una vez emitido. Ayer,

Clarín consultó al Ministerio de Educación porteño sobre el tema, pero no recibió respuesta sobre si apelará el fallo.

Si bien este es un fallo de primera instancia, la mamá de Alan, Florencia, le dijo a este diario: “Ahora Alan quiere estudiar una carrera en la UBA. le gusta mucho informátic­a”. Es más, contó que en una ocasión “tuvo una chance de ingresar a una empresa, pero le dijeron que como no tenía título, no lo podían tomar”.

Según fuentes de la Universida­d de Buenos Aires, no hay registros de alumnos con síndrome de Down que estén estudiando allí. Aunque aclararon que “si presenta el título secundario se lo inscribirá como a cualquier otro alumno”.

En la Argentina, y según establece el lineamient­o de la ley de Educación nacional, los chicos que asisten a escuelas de Educación Especial no reciben título habilitant­e para ingresar a la universida­d. Tampoco se los otorgan a los que, como Alan, asisten a escuelas tradiciona­les, reciben el apoyo de una maestra integrador­a y cursan con una currícula adaptada mediante un Proyecto Pedagógico Individual (PPI).

“Ojalá el Consejo Federal de Educación logre cambiar esto”, comentó Gabriela Santuccion­e, al frente de la ONG Grupo Artículo 24, que apoyó la causa de Alan desde el principio. Hoy es otra de las personas que festeja el logro judicial.

Alan es muy activo. Es campeón nacional de tiro con arco y ayer por la tarde, por ejemplo, estuvo presente en el Cenard (Centro Nacional de Alto Rendimient­o) en el curso para instructor de asistente deportivo en tenis. Sus aprendizaj­es, después, los trasladará a la Fundación Bacigalupo que trabaja con chicos con capacidade­s diferentes. Y a estas actividade­s les agrega la de percusión musical, ya que toca el cajón peruano. Todo un artista, pero además solidario: puede asistir a una víctima en una emergencia porque también realizó un curso de primeros auxilios.

“Como papás esperamos que Alan se sienta útil”, refuerza su mamá mientras comenta que junto a Guadalupe, de 7 años, su hermanita menor, se quieren mucho. Claro, juega con ella en sus ratos libres porque ahora también está ocupado tomándole el gustito a la facultad: este año terminará un curso de Formación para el empleo al que está asistiendo en la Universida­d Católica Argentina.

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Feliz. Alan Rodríguez, de 22 años, con su hermana Guadalupe, de 7. Logró lo que tanto esperaba.

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