Clarín

El Masters de Singapur es otro ejemplo de un tenis que no entusiasma y está lejos de seducir al público.

El circuito femenino agota sus chances de relanzarse

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

El problema viene desde hace tiempo y Stacey Allaster, la CEO de la WTA, no le encontró una solución pese a que ya acumula más de siete años en el cargo. La crisis de juego y público que afecta al tenis femenino sigue latente y se deja ver casi todas las semanas. Pocos torneos son la excepción y el Masters de Singapur que se está jugando por estos días está lejos de llamar la atención del mundo del deporte. Al contrario. Sin Serena Williams, todo se transformó en una aburrida historia de ocho protagonis­tas (entre todas ganaron apenas cuatro Grand Slams) que, vestidas de civil, pocos reconocerí­an en los pasillos de Melbourne Park, Roland Garros, Wimbledon o Flushing Meadows. Todas las campañas publicitar­ias y de marketing fracasaron. Pasó con todas las que se pusieron en marcha desde que el circuito perdió a Seles, Capriati, Sánchez, Graf y hasta la propia Ga- briela Sabatini primero, quienes entusiasma­ban desde sus rivalidade­s. Y lo mismo sucedió a partir de que se acabó el duelo morboso entre las belgas Clijsters (simpática y carismátic­a) y Henin (seria e introverti­da). Después, nada; pese a que la WTA intentó siempre imponer el arquetipo de la belleza con Ivanovic, Sharapova y Wozniacki y, ahora, con Angelique Kerber, una N° 1 que juega muy bien pero que lejos está de ser una figura apetecible para las grandes marcas. La española Muguruza, campeona de Roland Garros, reúne ambas virtudes -la deportiva y la del marketing- aunque desde su consagraci­ón en París perdió 11 de los 23 partidos que jugó...

En 2012 la WTA relanzó la campaña “Strong is Beautiful” (“La Fuerza es Hermosa”) de la que participar­on nada menos que 38 de las principale­s jugadoras y varias figuras reconocida­s a nivel mundial como Donald Trump o Susan Sarandon, quienes cobraron fortunas en ese momento. Pero fue otra oportunida­d perdida porque el número de aficionado­s no aumentó, la estrategia de extenderse por Africa y Asia no prosperó jamás y la promesa de hacer un circuito de torneos similares al de los challenger­s de los varones no se cristalizó. Segurament­e hay un potencial; sin embargo la dirigencia no puede explotarlo tal vez porque no logró hacer lo más sencillo: acercar el tenis de las mujeres a todo el mundo.

Ahora buscará conseguirl­o en parte desde el reciente acuerdo que la WTA firmó con Sony Pictures Television para que el canal Sony transmita desde enero nada menos que 32 torneos (incluído el Masters) en América Latina de manera exclusiva. Quizá esa sea la última chance de subirse al tren.

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