El escritor que serena el aire
Por primera vez frente al micrófono, se luce con una columna literaria en el programa de Andy Kusnetzoff.
La radio no estaba en sus planes, pero fue determinante en su obra. En su infancia, los paisajes domésticos sonoros eran la música clásica de Municipal y las audiciones deportivas. Una historia radiofónica feliz hasta que a sus diez años perdió a su padre y el silencio se extendió al aparatito. Tardó cuatro años en volver a encender una radio y unas décadas en enviarle a Alejandro Apo los cuentos que escribía. Hace un año, Andy Kusnetzoff lo invitó a Perros de la calle (Metro 95.1) y pasó lo inevitable: las lecturas al aire de Eduardo Sacheri se transformaron en más que su debut al micrófono. Hoy son perlas que bien podrían funcionar como programa propio.
Todo es vértigo en el estudio, hasta que el profesor de historia desembolsa los libros. Puede compartir un fragmento de Cavar un foso, de Adolfo Bioy Casares, o el texto propio Independiente, mi viejo y
yo. No hay interrupciones, no hay tiempo tirano, ni se se escucha un zumbido. Cada jueves Sacheri infunde un respeto docente que envuelve el aire de literatura y dulzura. “El de Andy es un programa tan veloz que en ese contexto oírme leyendo un cuento de Borges es como tirar el ancla”, opina.
“Hablar de radio es recordar a mi papá cada domingo con la boleta de Prode en mano, esperando a volvernos millonarios”, narra como buen cuentista. “Radio azul, estuche de cuero marrón. Ese era el único aparato en casa. Lo recuerdo a mi viejo completando la boleta, mientras un sonido como de chicharra anunciaba un gol que no se sabía de qué estadio venía. Yo lo consideraba un genio en el funcionamiento del universo, así que sabía que hacernos ri- cos era cuestión de tiempo”, se ríe.
De aquellos mosaicos costumbristas fue nutriendo su obra hasta que a fines de los noventa eligió la radio para mostrar lo que escribía: “Yo no tendría carrera literaria alguna si no hubiera sido por esas lecturas que empezó a hacer Alejandro Apo de mis cuentos inéditos. En 1996, 1997, 1998, se los empecé a llevar impresos en computadora en un sobre de papel madera hasta Continental. El los intercaló con cuentos de fútbol de autores consagrados y absolutamente sólidos, como Fontanarrosa, Soriano, Benedetti. Nada de lo que pasó después hubiera sucedido. Poder publicar se dio por el envión fenomenal de Apo en Todo con afecto”.
A los 50 años, con un pasado como oyente de Lalo Mir, Luis Garibotti, Alejandro Dolina y Pepe Eliaschev, el hombre de Castelar que aprendió a leer con Patoruzito selecciona cuidadosamente el fragmento que elige regalar cada semana. “Hay textos que no dan para leer en voz alta”, explica en un alto de sus clases. Ni el Oscar ( El secreto de
sus ojos) lo hizo abandonar la enseñanza secundaria. Sacheri es capaz de preparar su columna mientras tuitea advertencias a su alumnado. “Si alguno quiere tomarse 10 segundos para confirmarme que recibieron los cuadros sinópticos, no me ofendo, niños. Terminen de escuchar los audios sobre Hobsbawm y copien los cuadros conceptuales”, se lee en su cuenta.
“Con la docencia descubrí que la lectura en voz alta de novelas o cuentos, es más exitosa. Pensé: ¿Y si replicamos esto al aire? La verdad: si tuviera conciencia de la cantidad de gente que me escucha, me paralizaría”.
“Optimista radiofónico”, Sacheri no quiere imaginar la posible extinción del dial. “En los ‘60, con la televisión, también hubo pronósticos apocalípticos y, finalmente, nada pasó. Siento que si la radio fue capaz de capear diversos temporales, podrá seguir haciéndolo. Es un medio que está construido sobre gente que cuenta bien y es un medio poco invasivo. En eso me baso para pensar en su buena salud y pervivencia”.