Clarín

El ocaso de los pelados apócrifos

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Antes, cuando el pelo empezaba a “fugarse del mate”, la situación era irreversib­le. Y lamentable, si uno apenas había pasado los 20 años. La prueba mayor era a la salida del servicio militar, obligatori­o en esos viejos tiempos. Como te rapaban sin misericord­ia al ingreso, rápidament­e quedaba descartada la teoría de que “después crecía con más fuerza”. No funcionaro­n las largas sesiones de masajes capilares, ni todas las lociones aplicadas en la peluquería. Lo de la peluca o el bisoñé sólo ganaban la cargada de los amigos, hasta que empezó a circular un novedoso “entretejid­o”. En realidad, era una peluca mejor enganchada y disimulada. Aunque segurament­e hostil al momento del lavado.

Como mi viejo se levantaba a las 4.30 de la madrugada para ir a buscar el pan que luego repartiría, una vez le pedí que me sacara número para ver a un dermatólog­o muy mentado en el Hospital Alemán. Lo consiguió para las 7 de la mañana del día siguiente. Esperé cerca de una hora y cuando la enfermera me hizo pasar me encontré con un hombre de unos 50 años totalmente pelado. Amagué decirle el motivo de mi visita, pero me frené en el medio. “Ya sé por qué viniste. Te imaginarás que si hubiera alguna salvación yo no estaría así”. Telón. Nunca más me preocupé.

Ahora la situación cambió. Parece que los implantes -arduos y algo dolorosos- funcionan. Una gran parte masculina de la humanidad achicó sus complejos. Te lo hacen pelo por pelo con los propios que te quedan. Y crecen otros, mágicament­e, desde los bulbos sembrados. Ya no son pelados apócrifos.

Lástima, para mí ya es tarde.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina