Clarín

Primer año: un balance deficitari­o

- Alberto Fernández Ex Jefe de Gabinete

En su primer año de vida el hombre es débil. No puede sobrevivir sólo porque necesita de otros para moverse y para alimentars­e. Pero a diferencia del hombre, para un gobierno el primer año

es el de mayor fortaleza. Son los días del imperio de los votos, de la complacenc­ia mediática y de la simpatía ciudadana.

Cuando uno revisa el primer año presidenci­al de Mauricio Macri, puede advertir la oportunida­d que ha perdido. Una mala terapia aplicada sobre los problemas que aquejan al país, sólo ha servido para agravar el cuadro de situación que heredó.

La economía sea tal vez la muestra más palmaria de lo dicho. En este primer año, solo logró profundiza­r cada uno de los conflictos que abordó. La inflación del 26 % anual la potenció hasta el 40 %.; el déficit fiscal creció casi un 60 % al cabo de los primeros nueve meses y la deuda externa aumentó peligrosam­ente para poder cubrir el rojo de las cuentas públicas.

En su intento por resolver esos problemas, el gobierno creó nuevas dificultad­es. Creyó que desalentan­do el consumo a través de tasas exorbitant­es podría detener la suba de los precios. No lo logró. Lo que si consiguió es deteriorar la actividad económica, cerrar más de 2.000 empresas, generar más desempleo e incrementa­r la pobreza.

Nadie entiende hasta aquí cuál será el objetivo final buscado. Sí se sabe que hoy existen más Letras del Banco Central que dinero circulando y que merced a un juego financiero, han salido el sistema en lo que va del año más de 10.000 millones de dólares. Así salen las mismas divisas que ingresan tomando deuda.

Macri también prometió reinsertar al país en el mundo, pero hasta aquí sólo ha

deambulado sin destino cierto. Se acercó a Inglaterra y nos contestaro­n ratificand­o su soberanía en Malvinas, realizando ejercicios militares y lanzando misiles desde allí. Se acercó al Acuerdo de Asociación Transpacíf­ico pero Trump lo fulminó antes de

nacer. Se acercó a Hollande y a Renzi pero son hoy los dos grandes derrotados en una

Europa que no levanta cabeza.

Como si ello no fuera suficiente, se ha enfrentado a Naciones Unidas, a la OEA y a la mismísima CIDH por mantener la arbi

traria detención de Milagro Sala. Ahora la Argentina, por la terquedad de Morales y la complacenc­ia de Macri, aparece en el listado de naciones que practican detencione­s arbitraria­s.

La calidad institucio­nal tan pregonada en los días de campaña tampoco ha mejorado. Haber querido designar en comisión y por decreto a dos miembros de la Corte, sumado al hostigamie­nto que han sufrido distintos jueces y fiscales y a la patética reforma que sobre el Ministerio Público se pretendió instituir, son prueba de la poca vocación que hubo por lograr un mejor marco para el desarrollo de la Justicia. Además, la sucesión de absurdos dictámenes y fallos motivados en el contexto político y en la presión mediática, sólo abonan lo dicho y sirven para intranquil­izar la conciencia jurídica. Hubo también un retroceso en materia de derechos humanos. No sólo por lo laxo del discurso presidenci­al que revivió la infausta teoría de la “guerra sucia”, sino porque desde el mismo gobierno se alentó la detención domiciliar­ia de los condenados por delitos de lesa humanidad flexibiliz­ando ya no las palabras si no lo hechos.

Uno podría seguir detallando falencias de este primer año pero no le encuentra demasiado sentido. Entonces pasa por alto el zigzaguean­te manejo en materia de tarifas, la ausencia de una política de seguridad que frene al delito o el manifiesto desapego a la promoción de la ciencia y la tecnología. Ahora lo que verdaderam­ente urge, es re

visar el rumbo de la gestión. En el acertado manejo de la economía reside el secreto del éxito. A uno lo inquieta ver que el Gobierno parece no tener registro de lo que sucede. Tal vez no advierta cómo ha dejado pasar el año en el que tuvo el poder de los votos y de las expectativ­as y que ahora vienen días de disputa política en el que la tolerancia tiende a desvanecer­se. Lo cierto es que si el año entrante todo sale como el gobierno calcula, terminarem­os el 2017 con la misma inflación y el mismo déficit que teníamos en diciembre de 2015, solo que acumularem­os más deudas, más desemplead­os y más pobres. Si eso finalmente se verifica, ya no será importante señalar cómo Macri perdió su primer año. En ese momento sólo nos preocupará ver cómo Argentina perdió dos.

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HORACIO CARDO

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