Argentina, la orilla calma de la tragedia siria
Una muestra revisa uno de los dramas del mundo. “La Argentina es mi segunda patria”, dice un inmigrante.
Una orilla posible es la cartografía de una utopía desesperada: la de los refugiados en general, pero la de los sirios en particular. Las utopías -a diferencia de las quimeras- de- moran pero se cumplen. Y cuando no, se convierten en tragedias. El título de la muestra, que ayer inauguró en la Plaza del Lector y en la sala María Elena Walsh de la Biblioteca Nacional se completa así:
#RefugiArte. La crisis de los refugiados ilustrada por artistas latinoamericanos.
Según cuenta Magui Masseroni, del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, esta conmovedora exposición nació de un dibujo de Pablo Bernasconi. Luego el ACNUR hizo una convocatoria abierta a ilustradores latinoamericanos. Y llegaron dibujos a montones. Al final hubo que seleccionar poco más de cuarenta obras que reflejaran una problemática lacerante de nuestra era. Hay ilustraciones de Alfredo Sabat y Milo Lockett, hay piezas del ecuatoriano Bonil, de la boliviana Michelle Dechelette y del chileno Vicente Martí, entre otros como Adriana Leão, Eugenia Nobatti, Fernanda Cohen, Gabriela Salem, Guido Ferro y Kleber. Son artistas de Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay. La muestra se completa con un cruce con una inmigración siria anterior, que eligió a la Argentina como tierra prometida. Hay documentos, li- bros y materiales de Juan Falú, Leonardo Favio, Jorge Cafrune y Juan José Saer.
Para la apertura de la exposición se hizo ayer una charla sobre el conflicto sirio de la que participaron Iván Petrella (secretario de Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura de la Nación); Federico Agusti (presidente de la Comisión Nacional de Refugiados); Michelle Alfaro (ACNUR) y Fadi Ali (refugiado sirio), entre otros.
En excelente español, Fadi Ali contó su historia a Clarín: “Llegué con mi familia el 8 de marzo. Tenía aquí amigos que fueron mis llamantes. Recibí el visado humanitario dentro del Programa Siria (eso significa que no tiene status jurídico de refugiado). Vivíamos con mi esposa y mis dos niños de 7 y de 2 años en la ciudad de Latakiyah, al oeste de Siria. Hasta allí no llegó ISIS pero no se trata sólo de este grupo extremista. Hay muchos grupos, que actúan en toda Siria. Soy ingeniero agrónomo y era representante del Ministerio de Reconciliación Nacional. En el campo alrededor de mi ciudad la situación es terrible”.
Habla pausado y claro. Cuando se explaya sobre la tragedia siria pasa al inglés. Desde su lugar de trabajo en el Ministerio de Desarrollo Social, donde colabora con el Programa Siria, Ali dice: “Los grupos extremistas quieren que Siria retroceda mil años. Cuando uno tiene una familia busca para los suyos un futuro seguro”. En Siria quedaron su padre, su suegra, sus hermanos, sus amigos. “Algunos no quieren irse porque allí tienen sus trabajos y sus casas. Otros no pueden. Hay que tener un llamante para dejarlo todo y partir”.
Dice Ali que lo que más echa de menos son sus recuerdos, su memoria. “En Siria están mis raíces. Y aunque me gustaría volver algún día, sé que el fin de la guerra no será fácil. Habrá que reconstruir todo y desarrollar una democracia. Por eso adopté a Argentina como mi segunda patria”.
Ali – que vive con su familia en el Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús- dice que quienes llegan con el status de refugiados a nuestro país vienen en condiciones muy difíciles. “No hablan español, no tienen trabajo ni visa y tampoco un lugar dónde vivir”, explica.
- ¿ Es usted musulmán o cristiano?
-¿Eso es importante para usted? Son millones los sirios que sufren y hoy andan por el mundo buscando refugio. Siria es un país a la espera de un destino.
Mariano Winograd es descendiente de inmigrantes judíos. Ayer tuvo a su cargo el catering, hecho de exquisiteces de origen sirio, para la inauguración en la Biblioteca Nacional. Viendo las imágenes del racismo en Hungría contra los refugiados sirios el año pasado, decidió poner manos a la obra. Hoy ese esfuerzo se llama RHA (Refugio Humanitario Argentino). Pero hizo algo más: recibió en su casa a Maied y a Madlin, una pareja siria de 25 años, de la minoría drusa. “Llegaron el 27 de junio. Están aprendiendo español. Y trabajan en gastronomía. El es contador. Ella, profesora de historia. Mi rabia fue enorme cuando vi por televisión el trato que les daban en Europa. Pensé en mis abuelos. Nuestra Fundación ya tiene nodos en Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero, Chaco y Tucumán, donde hay familias dispuestas a llamar a refugiados de Siria”.
Las palabras de Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional, en el díptico de la exposición, son rotundas: “Nadie (salvo algunos descendientes de los pueblos originarios) puede declararse ciudadano de una sola tierra. Todos veni
mos de otra orilla. Para muchos de nosotros, los abuelos llegaron a este país como refugiados, huyendo de la guerra, de las persecuciones, de la miseria. Debieron imaginar que en la orilla habría personas generosas que les darían acogida. Tenemos la obligación moral, cívica y humana de recibirlos y ayudarlos”.