Un caos... en todo sentido
Empecemos por el principio: ¿qué clase de título es Fiesta de Navidad
en la oficina? ¿Puede existir algo más literal? Se ve que las palabras “fiesta” y “Navidad” tenían que estar, para que entendiéramos por qué se estrena en esta época y dentro de qué subgénero -el de las fiestas descontroladas- se inscribe esta comedia. La subestimación al espectador arranca ahí y sigue durante los 105 minutos que dura la película, otra más de las producciones infantiles -aunque sea prohibida para menores de 16- que nos entrega Hollywood.
Aunque, después de todo, tal vez debajo de la fachada de pavada a destajo se esconda un mensaje contra el capitalismo salvaje. Porque esta vez la excusa para que se arme el descontrol es salvar del cierre a la sucursal de una empresa: hay que seducir a un potencial cliente y la mejor manera es mostrarle el buen clima reinante en la oficina, hacerle pasar una noche inolvidable. Si Jason Bateman y sus amigos no consiguen divertirlo para convencerlo de que firme ese contrato, la malvada aspirante a CEO de la compañía (Jennifer Aniston) bajará la cortina de la rama Chicago.
Entonces, lo de siempre: el nerd que se destapa, el pelado gruñón que termina bailoteando en calzoncillos, la estricta supervisora que se afloja. Dentro del panorama desolador, hay un par de líneas rescatables. Pero la tónica general se resume en un par de porrazos - el humor físico nunca falla-, constantes chistes referenciales -se mencionan desde David Bowie y Prince hasta Duro de matar y Rápido y fu
rioso, pasando por Don Draper-, el cameo de rigor (un tal Jimmy Butler, estrella de los Chicago Bulls). Y otro clásico: una sustancia que se cuela donde no debe; en este caso, cocaína en una máquina de nieve artificial. Desopilante, ¿no?