Con el puente, los chicos de Misiones ya no deben nadar para ir a la escuela
Luego de cinco años de reclamos y negativas, instalaron una pasarela para que puedan asistir a clase sin empaparse.
Los 45 alumnos de la aldea Chafariz lo pidieron durante cinco años. Y, después de una nota de Clarín, en 40 días consiguieron que la provincia construyera la pasarela sobre el arroyo. Antes, los chicos nadaban para cruzar y llegaban a clase tiritando de frío. El puente está a 10 metros de altura para evitar las crecidas.
Los 45 estudiantes mbyá de la aldea Chafariz que asisten a la Escuela Bilingüe 905, en Misiones, ya no deberán cruzar a nado un arroyo de casi 30 metros de ancho para dar rienda suelta a sus ganas de aprender. En poco más de un mes, el Gobierno instaló un puente-pasarela y convirtió el sendero en un camino apto para todo tipo de vehículos. Para las 26 familias mbyá, el aislamiento va camino a convertirse en un mal recuerdo.
El cacique Vicente Méndez peregrinó sin éxito durante más de un lustro por los despachos oficiales para conseguir el puente que tanto necesitaban. Pero recién cuando la historia de los estudiantes ocupó la tapa de
Clarín y se viralizó en la televisión, el Gobierno anunció el inicio de la obra,
además de la construcción de un aula satélite para que los chicos más pequeños tuvieran clases dentro de la aldea y no tuvieran que arriesgar sus vidas a diario.
El puente pasarela metálico, que tiene una longitud de 52 metros, fue colocado a cerca de diez metros de al- tura para evitar que la estructura sea dañada por eventuales crecientes del caudaloso arroyo.
La Dirección Provincial de Vialidad también construyó sobre el cauce una planchada de piedras para facilitar el acceso de vehículos hasta la aldea. Y además reparó 25 kilómetros de caminos que vinculan a los mbyá de Chafariz con la ciudad de San Vicente y con la ruta provincial 13.
Para los estudiantes que viven en la pequeña aldea, la construcción del puente implicará la posibilidad de disminuir el porcentaje de inasistencia. Pero, por sobre todo, eludir el pe- ligro que acarreaba diariamente trasponer el arroyo con el agua hasta la cintura.
“A veces llegan tiritando de frío, pero cuando el arroyo está crecido por las lluvias le pedimos que no vengan, que no se arriesguen porque la corriente es muy fuerte y los puede arrastrar”, le contó a Clarín la maestra Melly Paniagua, que de lunes a viernes vive en una casa contigua a la Escuela y espera a los chicos mbyá con el desayuno preparado y una ducha caliente.
El cacique Méndez, que también es docente auxiliar y cursa la escuela secundaria en un aula anexa, contó que junto al puente también llegó a la aldea el servicio de energía eléctrica. “Extendieron la red y bajaron la luz en el aula satélite, pero nos prometieron que van a hacer las conexiones en las viviendas”, contó Méndez esperanzado.
Los estudiantes e incluso el propio cacique habían manifestado que su voluntad era continuar asistiendo a la Escuela Bilingüe 905, donde comparten aulas, recreos y almuerzos con los hijos de pequeños productores tabacaleros de la zona. Al momento del almuerzo, todos se unen en una oración de agradecimiento. Primero lo hacen en castellano y a continuación en guaraní.
La situación de los chicos de Chafariz despertó la solidaridad de muchísima gente. Pero fueron los bomberos voluntarios de la isla Cerrito, en Chaco, los primeros que tomaron la iniciativa: apenas se enteraron de la situación, enviaron a la aldea una enorme y segura canoa para que los chicos ya no tuvieran que ir mojados a la escuela. Ahora, la embarcación regresará a Chaco porque el ansiado puente ya es una realidad.