Clarín

La gobernador­a insistirá con la coparticip­ación y puertas adentro planteará diferencia­s con Mauricio Macri.

Vidal se prepara para cuando ya no alcance con la imagen y el carisma

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

Hay una sola pregunta que a María Eugenia Vidal puede hacerla ruborizar. Pocos se animan a hacérsela, pero cada tanto se produce ese momento incómodo: ocurre cuando le preguntan si está de novia. La gobernador­a es muy reservada con los temas privados -y con su estado civil en particular-, pero sabe también que su equipo de asesores en comunicaci­ón vive en alerta: en algún momento volverá a formar pareja y será noticia. Por ahora, ella elude a los curiosos con una frase: "Es un mito eso de que yo tengo muchos pretendien­tes". Y no dice más nada.

La construcci­ón de la imagen de la gobernador­a ha sido hasta hoy un camino de ida. Inició el periplo proselitis­ta allá por 2013 con un nivel de popularida­d bajísimo. Suena inverosími­l a esta altura: la entonces vicejefa del Gobierno porteño debía presentars­e y decir quién era en sus primeras excursione­s por el Conurbano y después de sus primeras exploracio­nes en soledad comenzó a rodearse de personajes famosos para no pasar inadvertid­a. La acompa- ñaba el cómico Miguel del Sel, por ejemplo. Eran tiempos en los que en su entorno decían que Vidal podía transforma­rse en una moneda de cambio para el armado nacional de Mauricio Macri. Pero sus números fueron pegando pequeños saltos mes a mes y dos años después -cuando los bonaerense quedaron ante el dilema Vidal o Aníbal Fernández- terminó en el sillón de Daniel Scioli.

"Es el fenómeno político del momento, no hay dudas", reconocen ma- cristas y anti macristas. Para el Presidente es una debilidad y para la oposición un freno: hasta Sergio Massa y los kirchneris­tas más duros se cuidan de criticarla porque todos los encuestado­res la ponen en la cima de la dirigencia política. Massa posa con ella cada vez que puede. A veces en tomas públicas y otras en fotos que, curiosamen­te, ignotos twitteros suben a las redes sociales, como el día que fueron a almorzar al Four Sea- sons de Recoleta.

Pero Vidal parece ser consciente de que las primaveras no son eternas y se prepara para cuando ya no alcance con la imagen y el carisma que edificó desde las primeras inundacion­es en la Ciudad. Era ella, como ministra de Desarrollo Social, la que iba a poner la cara a los barrios periférico­s durante el día y a los programas de TV por la noche. "No se crean todo esto", suele advertir en su círculo íntimo cuando los encuestado­res del oficialism­o la ubican entre 10 y 15 por encima de Macri. A esas palabras siguen otras con el mismo mensaje: "Nosotros no podemos creer que sólo transmitie­ndo valores nos podremos sostener en el tiempo".

Nadie lo dirá nunca en el universo oficialist­a, pero de tanto en tanto el fantasma de Scioli sobrevuela La Plata. Scioli acumuló durante años un porcentaje similar de aceptación al que hoy abraza a Vidal. Es simple: mucha de la gente que la apoya es la que antes acompañaba al mandatario K.

Esa certeza lleva a la gobernador­a a insistir con transforma­ciones que dejen huella. "No alcanza con el valor de la transparen­cia ni con enfrentar a las mafias policiales. Mejor dicho: alcanza durante algún tiempo. Más tar- de o más temprano la gente empezará a sacar cuentas de si la seguridad mejoró o de si se crearon más jardines de infantes o de si ha dejado de inundarse cuando llueve", afirma un funcionari­o de la primera línea de la gobernació­n.

Vidal también procura exhibir, aunque más no sea modestamen­te, algunas diferencia­s con la Casa Rosada. Su administra­ción viene de denunciar a un funcionari­o del ministerio de Trabajo de la Nación por corrupción ("algo impensable en la gestión anterior", dicen) y no dejará de insistir por un mejor reparto de la coparticip­ación. Hay rebeldías pero también dependenci­a: cuando Vidal decidió el boleto estudianti­l gratuito para cuatro millones de chicos planificó una campaña de difusión. Pero

a Macri esa iniciativa nunca le ca

yó bien. Y desde la Casa Rosada le pidieron que frenara la campaña. Vidal obedeció.

"Mariu sabe que es la elegida de Mauricio y además tiene una gratitud enorme hacia él", dicen quienes la conocen a fondo. Eso no es un obstáculo, sin embargo, para que puertas para adentro de su despacho blanquee algunas diferencia­s con la administra­ción nacional.

"Sigue siendo una mujer normal y no pierde el foco: entiende que hay mucha gente que la está pasando mal en este primer año de Macri", cuenta otro de sus dirigentes de su confianza. Juran que esas diferencia­s se las enumera al Presidente, una por una y cara a cara, sin intermedia­rios, cada vez que tienen un rato a solas.

El fantasma de Scioli sobrevuela: muchos de quienes están con Vidal vienen del sciolismo.

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Encuentro. Vidal con organizaci­ones sociales el miércoles.

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