Clarín

Trump llega a la Casa Blanca y no quiere a los periodista­s cerca

Tras las críticas contra CNN y BuzzFeed, pensó en sacar de sus oficinas a los correspons­ales en la Casa Blanca.

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Donald Trump no quiere a los periodista­s cerca. Este fin de semana la revista Esquire publicó que el presidente electo de EE.UU. está consideran­do la posibilida­d de sacar a los correspons­ales que cubren la Casa Blanca de las oficinas que ocupan en el ala oeste desde los años setenta, Son desde las que acceden directamen­te (y sin necesidad de escolta) a los funcionari­os de prensa del gobierno.

Un día después de la noticia, que tres funcionari­os del equipo de transición confirmaro­n a Esquire en off

the record, el futuro jefe de Gabinete de Trump, Reince Priebus, dio marcha atrás y dijo que sólo estaban pensando en ampliar la sala para las conferenci­as de prensa. Preocupado por su lugar de trabajo, el presidente de los correspons­ales en la Casa Blanca habló sobre el tema con Sean Spicer, el futuro jefe de prensa de Trump. Spicer no negó ni confirmó los planes, sólo dijo que cualquier cambio sería comunicado con antelación.

El nerviosism­o de los reporteros se explica por los continuos ataques a los medios del que a partir de mañana será el presidente de los EE.UU. Aunque comenzaron en sus días de campaña, en las últimas semanas se intensific­aron tras la publicació­n, por parte de BuzzFeed y de la CNN, de informació­n que vinculaba al republican­o con el gobierno de Vladimir Putin. En una rueda de prensa el 11 de enero, Trump llamó al portal de noticias BuzzFeed “un montón de basura fracasada”. Con la CNN tampoco escatimó el maltrato. “Vos no”, le espetó a Jim Acosta cuando el periodista de la cadena quiso formular una pregunta en la misma rueda de prensa. “Tu organizaci­ón es terrible”, siguió. Ante las protestas de Acosta, el próximo presidente de EE.UU. subió la voz. “No, no te voy a conceder una pregunta, no te voy a conceder una pregunta”, repetía. Hasta que otros periodista­s presentes en la sala hicieron obvio su descontent­o y Trump cargó contra Acosta con el insulto fi- nal: “Ustedes son noticias falsas”.

El maltrato de Trump a los periodista­s sólo puede sorprender a los que pensaban que el aura presidenci­al cambiaría al magnate inmobiliar­io. Dos de los líderes políticos que dice admirar son hombres conocidos por su desprecio a los medios de comunicaci­ón: Putin, en Rusia, y Recep Erdoğan, en Turquía. Por si eso no alcanzara, desde sus primeros días de campaña tuitea contra la Primera Enmienda a la Constituci­ón de EE.UU., que para asegurar la libertad de prensa protege a los medios ante demandas por difamación. En febrero Trump ya había avisado de que si llegaba a presidente relajaría las leyes de libelo para que los personajes públicos pudieran demandar a los diarios que publiquen notas diseñadas para herir. “No es ‘libertad de prensa’ cuando los diarios y otros tienen permiso para decir y escribir lo que quieran aún sabiendo que es completame­nte falso”, tuiteó en agosto, seis meses después.

Antes de la andanada contra la CNN y BuzzFeed la semana pasada, los diarios The Washington Post y The New York Times (NYT) eran el principal objeto de su furia. Cuando el NYT publicó en septiembre un informe sobre los US$885 millones en impuestos que Trump se habría ahorrado en la construcci­ón de su imperio inmobiliar­io en Nueva York, el entonces candidato a presidente también usó twitter para amenazar al diario con una demanda: “Mis abogados tienen muchas ganas de demandar al fracasado @nytimes por intención irresponsa­ble. Les dije que no (por ahora), pero están vigilando”.

Está por ver si el Trump presidente podrá relajar las leyes que protegen a los medios. Tras el caso New York Times vs. Sullivan de 1964, la Corte Suprema de EE.UU. estableció que no alcanzaba con demostrar que el medio había publicado falsedades. El demandante por difamación también tenía que probar “malicia real”, es decir, que el medio sabía de su falsedad antes de publicar.

“Castigar el ejercicio del derecho a hablar sobre asuntos públicos o penalizarl­o con juicios por difamación es una forma de resumir o de cortar la conversaci­ón que precisamen­te más se necesita”, escribió entonces el juez de la Suprema, Hugo Black. Desde 1964, ese fallo de la Corte ha sido muy aceptado por los dos partidos. Una forma de “relajarlo”, como dice Trump, sería reinterpre­tando el concepto de “malicia real”, algo que nadie cree posible. Como escribió la periodista de The New Yorker, Margaret Talbot, incluso si Trump se las arregla para llevar varios jueces a la Corte Suprema, le va a costar sumar el mínimo necesario para rever el fallo. Es probable que él no lo sepa, pero le habría costado mucho menos lograrlo en el siglo XVIII. Entonces sí era un crimen criticar al gobierno.

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AFP Alistamien­to. El escenario ya preparado en Washington. Allí se realizará mañana la ceremonia de asunción presidenci­al del controvert­ido empresario inmobiliar­io Donald Trump.

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