Clarín

En La Emilia, un ex jugador de Boca sólo salvó del agua los cuadros de su casa

Elbio Oviedo, que pasó por el club en los 60, contó: “No me quedó nada, perdí todo. No sé cómo voy a seguir”.

- Andrés Actis rosario@clarin.com

En La Emilia no hay lugar por donde caminar. Las veredas se convirtie- ron en pilas continuada­s de muebles, colchones, sillones y electrodom­és

ticos que ya no sirven. El agua desapareci­ó, escurrió después de inundar el pueblo entero, pero el drama recién comienza. Entre los artefactos y los escombros amontonado­s en un cordón camina un ex futbolista de Boca. Se llama Elbio Oviedo (72 años), un crack olvidado de la década del 60. Entra y sale de su casa con la mirada perdida mientras su hijo y sus nietos trapean los pisos. “No me quedó nada, perdí todo. No sé cómo voy a seguir”, dice sin disimular su angustia.

Las marcas de las paredes sirven para medir hasta dónde entró el agua. “Más de un metro cuarenta, arrasó con todo lo que teníamos”, le explica a Clarín. Lo único que se salvó son los recuerdos colgados en el comedor. Hay retratos familiares y dos cuadros de su época de jugador. En uno de los marcos se lo ve a él haciendo un gol. En el otro, la formación de Boca de 1966. Rattín, Marzolini, Roma, Sacchi y Rojas aparecen en la foto. “Ellos eran los verdaderos cracks, yo acompañaba”, aclara con la única carcajada del día.

Oviedo se olvida por un momento del drama y narra anécdotas de su vida como futbolista. Cuenta que se fue a jugar a Estados Unidos, al Cosmos, cuando César Luis Menotti era el entrenador. Hasta que se lesionó, dejó el fútbol y volvió a vivir a La Emilia, su localidad natal. Ahora es jubilado y vive “con lo justo” junto a su mujer y a Hugo Orlando, su hijo, nombre que eligió por su admiración por el “Loco” Gatti. El muchacho también sueña con vivir de la pelota. Es marcador central y simpatiza por River, una elección que al día de hoy sigue perturband­o al padre.

La artritis le impide a Oviedo ayudar con la limpieza general que requiere la casa. Cuando quiso cargar muebles, su mano quedó entumecida. Necesita una inyección de 42 mil pesos para empezar el tratamient­o que le recomendar­on los médicos. “Si ya era difícil juntar esa plata, ahora es imposible. Lo primero es reconstrui­r este desastre”. La recorrida con Clarín incluye el lavadero, el patio y los dormitorio­s. Todo está dañado.

Oviedo durmió en el techo al igual que muchos de sus vecinos. El agua bajó ayer por la mañana con la apertura de un terraplen. La reconstruc­ción demandará varias semanas. “El pueblo está en ruinas”, intenta graficar Ángel, el dueño de una heladería que quedó patas para arriba. “Salvamos unos pocos helados. Entre mercadería y equipamien­to perdí más de 130 mil pesos. No creo que vuelva a abrir”, cuenta resignado. Aún quedan 100 evacuados, según el último relevamien­to que hizo el gobierno de Buenos Aires. El riesgo sanitario es otra de las grandes preocupaci­ones de los vecinos. Las ratas, los alacranes y las víboras apareciero­n entre las baldosas con el descenso del agua. La ayuda del Estado no logra calmar el malestar que reina en La Emilia contra la clase política. No entienden cómo nadie alertó de una posible inundación, ni cómo tardaron tanto --más de 8 horas-- en llegar con la asistencia que requería el drama. La bronca se mezcla con la tristeza de no saber qué será del futuro del pueblo.

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JUAN JOSÉ GARCÍA Recuerdos. Oviedo, que tiene 72 años y vive su jubilación, perdió todo lo que tenía en su casa. “Tenemos reconstrui­r este desastre”.
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Azul y oro. Oviedo, como jugador.

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