Las razones sobre por qué volar no es un placer Roberto Pettinato
Desde que surgió La terminal, la película de Tom Hanks, muchos dijimos: “No hay mejor lugar para vivir que un aeropuerto”. Y es cierto. ¿Por qué porque los humanos encontramos la comodidad y el confort en los lugares más desopilantes? Muchos se sientan en un Starbucks y sienten que con solo una Mac y un café encontraron la felicidad.
Con el tiempo me di cuenta que los aeropuertos están diseñados para que te olvides que vas a entrar a un aparato de 20 toneladas que te llevará por el aire. Se exagera la amabilidad e incluso te proponen envolverte las valijas en papel film. ¿Para qué? ¡Para que te olvides que te las pueden robar o abrir en cualquier lugar!
El aeropuerto es un calvario. ¡Sí señor! Una vez, en joda, le dije al del mostrador: “Quiero una valija que vaya a Tucumán, otra a la Rioja y otra a Lima”. ‘No podemos hacer eso”, me respondió. “¿Ah,no? Sin embargo, lo hicieron la semana pasada”, contesté.
Muchos dicen que es el medio más seguro del mundo y cuando uno cae justifican: “Bueno, ¿pero cuánto hace que no sucede?”.
Es como atropellar un jabalí. No pasa seguido, pero cuando pasa...
Después del 11 S aparecieron las nuevas medidas de seguridad. Siempre aparecen después, como si los terroristas tuviesen planeado el año entero en base al mismo atentado. Ahora te desnudan, y nada más humillante que sacarte los zapatos delante de todo el mundo, cuando el peligro parece estar en la hebilla del cinturón. Los pilotos cerraron la cabina con triple llave y ahora sí pueden dormir en paz o dejar que una vedette conduzca por un rato, sólo para que sufras pánico cuando al día siguiente lo veas en Intrusos.
Lo tragicómico es que en el 11 S los pasajeros fueron atacados con cuchillos de plástico. ¿Por qué? ¡Porque la locura estaba en la actitud y no en el instrumento! Y ahora en Prime- ra volvieron los de metal, aunque eso sí, vos no podés llevar encima un cortauñas.
En una época te preguntaban si llevabas comida, vegetales o si pertenecías a una secta; incluso si llevabas artefactos que podían hacer volar el avión... lo que hoy vendría siendo… ¡Un Samsung 7!
¿No es increíble? Podés gastar 20 mil pesos en un celular, pero si vas a viajar por una semana no podés llevarlo con vos.
El capitán nos dice su nombre como si significara algo para nosotros. Y aún más: la gente aplaude cuando logra aterrizar, que sería lo mismo que aplaudir a Higuaín si apuntara su pie hacia el balón.
Si volar es tan seguro, ¿por qué las azafatas se sientan siempre al lado de la puerta de emergencia?
Si volar es tan seguro, ¿por qué tenemos chalecos salvavidas en lugar de convertir toda la nave en un bote?
De todos modos, lo más gracioso es cuando te preguntan: “¿Alguien le dio algo? ¿Alguien desconocido?”. ¿¡En serio!? ¿Cuántas veces una persona que nunca viste en tu vida te dice: “Por favor, le dejo mi valija. Cuidado con la luz roja intermitente que lleva adentro”?
Otro tema son los precios. Un día viajé en Primera Clase y las diferencias eran espárragos en la comida y una persona al lado mío el doble de desagradable que en Turista, que nunca dejó de contarme sobre sus campos en Formosa y lo bien que le iba en la vida, mientras yo intentaba mirar 200 fotos de instrucciones en las que debía arrastrarme por el pasillo, seguir una luz, consultar a la tripulación, o bien gritar:”¡Socorro!”.
Siempre nos burlamos de los que temen volar o no quieren hacerlo en toda su vida. Y les decimos: “Tomá 200 miligramos de Rivotril y te despertás en Chicago”. No suena convincente, ¿a que no?
¡Si Dios hubiese querido que volásemos nos hubiera dado alas, señores!
Y aunque los aeropuertos fuesen tan cómodos para vivir, tampoco me convence la idea de dormir tirado en el piso con mi cabeza apoyada en un bolso deportivo ni mirar pantallas que cambian como números de quiniela cada cuatro segundos.
Tal vez la película de Tom Hanks no fue una buena idea, pero sí un chiste largo.
Ahora que lo pienso, sí, eso fue.
Si volar es tan seguro, ¿por qué las azafatas se sientan al lado de la puerta de emergencia?