Clarín

Muy buena gestión, pero ahí está la puerta

- Ricardo Roa

CMacri echó a Melconian y dice que fue para ganar más coherencia. ¿O para ganar más verticalis­mo?

omo un señorito francés y acompañado por su esposa Juliana Awada Mauricio Macri pasó horas en el cumpleaños número 60 de Carlos Melconian. Fue a comienzos de noviembre. Una fiesta cálida y grande con muchos amigos de las dos vidas de Melconian: la de su barrio Valentín Alsina y del fútbol y la de la política y los negocios.

No estuvo ninguno del Trío Ellos Son Yo de Macri. Ni Marcos Peña ni Mario Quintana ni Gustavo Lopetegui. No eran ni son amigos de Melconian que no los considera pares para discutir sobre economía. Pero fueron los que dos meses después convencier­on a Macri que debía echarlo del Gobierno. Y Macri lo echó. Cualquiera imagina que deben haberle lle- vado una larga lista de quejas. Algunas desde el comienzo mismo del Gobierno, cuando le ordenaron a Melconian que abandonara su costumbre de hablar. Eso quería decir que dejara que criticar cosas que ellos hacían y que Melconian considerab­a mal hechas.

Melconian lo hizo a su manera: paró de hablar en público aunque nunca del todo y paró menos de hablar en privado. A veces o bastantes veces cosas que decía en privado terminaron por volverse públicas.

Si fuese por Peña, los ministros y los funcionari­os tendrían que llamarse a silencio a menos que les indiquen que tienen que hablar. Así entiende la comunicaci­ón el jefe de la comunicaci­ón oficial. Hubo en este tiempo muchos enojos con lo que Melconian opinaba o con lo que decían que Melconian opinaba. ¿Y qué opinaba Melconian? Por ejemplo que el gasto público se achicaba muy poco o que directamen­te no se achicaba. Que se habían desperdici­ado los beneficios de la devaluació­n. Y que el Gobierno no tenía una primera espada para guiar la gestión económica fraccionad­a en siete ministe- rios que ahora son ocho.

Del otro lado leían que Melconian se candidatea­ba para reemplazar a Prat-Gay, un cargo que había imaginado para él desde el comienzo. Y que se sorprendió de que no se lo hubieran dado. Melconian es un PRO de la primera horneada. No sólo como técnico sino también como cuadro político.

Hubo dos gotas que colmaron el vaso. La primera cayó en diciembre cuando el Gobierno le pidió al Nación una parva de plata para tapar el agujero fiscal y Melconian corcoveó. Peor fue la segunda: se cortó solo con los aumentos salariales para los bancarios, por en- cima de la pauta fijada por Macri.

Parte de esto explica por qué Melconian terminó llevado en andas por los empleados y por qué Palazzo, el ultracrist­inista jefe del gremio, lo despidió como “un gran presidente del Nación”. También llovieron elogios de algunos de los que lo echaron. Previsible­s elogios post mortem. Y elogios curiosos: el PRO pone la gestión por delante de todo y a un funcionari­o que dice hizo una muy buena gestión lo echa. De otras gestiones que teclean, mutis. Lo que más vale es estar alineado.

Otra curiosidad: argumentar que la salida de Melconian fue para homogeneiz­ar el equipo económico. Lo que en realidad homogeneiz­aron es el control del equipo económico. Al liberal Melconian lo reemplaza el keynesiano González Fraga y al keynesiano PratGay lo reemplazó el liberal Dujovne. La misma mescolanza con distintos nombres.

Quizá la mayor curiosidad sea que no fue Macri ni siquiera Peña sino Quintana el que citó a Melconian para decirle que su etapa estaba terminada. De un plumazo y sin explicacio­nes directas de su amigo el Presidente.

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