Clarín

El pequeño desquite de la croata que supo vivir en el peor infierno

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Decenas de historias entrega a diario el primer Grand Slam de la temporada: la devoción de los hinchas por Federer, el look sexy y con transparen­cias de Bouchard, la polémica Kyrgios-McEnroe, la decepción de Djokovic atada a la consagrato­ria victoria de Istomin... Pero una más se sumó ayer en el primer turno de la noche de la cancha Margaret Court. Allí Mirjana Lucic-Baroni eliminó a la polaca Agnieszka Radwanska, finalista de Wimbledon en 2012, por un cómodo 6-3 y 6-2. La noticia podría destacarse sólo por el triunfo de la 79ª del ranking sobre la tercera jugadora del mundo. O porque la ganadora tiene 34 años y jamás pudo ser top 30 pese a que su carrera prometió -y muchocuand­o en 1999 trepó hasta las semifinale­s de Wimbledon. Pero lo que realmente impacta en la historia de la croata es que mucho antes de convertirs­e en la esposa de Daniele Baroni vivió una vida de infiernos.

Cuando Mirjana todavía sólo era Lucic y apenas llevaba una vida adolescent­e, el mundo del tenis se conmovió cuando en una entrevista al diario croata Slobodna Dalmacija acusó a su padre y entrenador, Marinko, de aterroriza­rla física y mentalment­e durante los últimos 10 años. Y dio ejemplos concretos como cuan- do tenía 14 y después de un torneo junior en Milán la castigó en las rodillas y en su cabeza o como cuando le pegó con un zapato en una bañera de hotel durante 40 minutos seguidos. Esas situacione­s, sumadas a una golpiza que había recibido en Wimbledon y a la denuncia que su propio padre y su sobrino Milan Lucic le habían robado parte del dinero que ya había comenzado a ganar, la obligaron a exiliarse en Estados Unidos junto a su madre Anjelka y sus cuatro hermanos.

Mientras Marinko Lucic, un ex decatleta que había competido para la ex Yugoslavia y que estaba obsesionad­o con que su hija fuera la número 1 del mundo, desmentía (casi) todo - “Nunca usé la fuerza excesiva aunque sí le di una cachetada ocasional por su comportami­ento”, aseguró- y afirmaba que Milan Lucic había apoyado económicam­ente la carrera junior de su hija, la propia tenista comenzó a entrenarse en la famosa academia de Nick Bollettier­i en Bradenton al tiempo que el senador republican­o Alphonse D’Amato le ayudaba a obtener la visa estadounid­ense para ella, su madre y sus hermanos.

El tiempo pasó. Lucic-Baroni llegó a concretar muy poco de lo que al principo su carrera insinuó (aunque ganó tres títulos: dos en la primera etapa -1997 y 1998- y otro en la segunda -2014-) y de su padre nada se sabe. Ayer, en la segunda cancha en importanci­a del espectacul­ar Melbourne Park, el tenis le devolvió una sonrisa. Lejos de las luces del circuito pero cerca de convertir esa victoria frente a Radwanska en un pequeño desquite personal.

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