Clarín

Fotografía­s de turistas con el exterminio nazi como fondo

Con un fotomontaj­e, el artista israelí Shahak Shapira metió el pasado trágico en el presente festivo de los visitantes.

- Susana Reinoso seccioncul­tura@clarin.com

El autor del monumento había advertido que allí, finalmente, se harían picnics y desfiles

La acción artística fue rotunda y su efecto repercutió en gran parte de los medios del mundo. El artista israelí Shahak Shapira, residente en Berlín, se hartó de ver selfies insólitas -algunas incluso irrespetuo­sas- de turistas en el Monumento del Holocausto, diseñado por el arquitecto norteameri­cano Peter Eisenman en la capital alemana. Se le ocurrió entonces la idea de un fotomontaj­e, con el cual borró el escenario del memorial y le superpuso estremeced­oras imágenes en blanco y negro de víctimas de los campos de exterminio nazis.

El efecto es sobrecoged­or. Tanto así que apenas se conoció la existencia del proyecto Yolocaust, que el artista subió a su website y su página de Facebook, la noticia se multiplicó. En la sociedad reticular, como la llama el especialis­ta catalán Manuel Castells, la informació­n se expande en forma exponencia­l y las repercusio­nes a la propuesta de Shapira fueron de toda clase. El propio Shapira explicó que recogió las fotos de Instagram, Facebook e incluso de sitios de citas como Tinder o Grinder. En ellas los turistas hacen poses que pretenden ser divertidas sobre alguno de los 1.711 bloques de hormigón que constituye­n en monumento dedicado a las víctimas judías del exterminio nazi.

Hay quienes hacen la vertical contra una losa; otros hacen gimnasia; están los que adoptan una postura meditativa para la foto, hacen malabares con bolas de colores o se sacan la selfie grupal entre risas en alguno de los sofocantes pasillos que separan los bloques en la superficie de 19.000 metros cuadrados.

Las reacciones contra Yolocaust no se hicieron esperar. Además de los protagonis­tas de las selfies que quieren que sus fotos se eliminen de la acción artística, están los que argumentan que el fotomontaj­e contradice lo que Eisenman, diseñador del monumento, dijo poco después de su inau-

guración, en 2005: que con el tiempo segurament­e la gente haría picnics

entre las losas de hormigón, los niños jugarían, habría desfiles de modelos y hasta se filmarían películas. Eisenman se preguntaba: "¿Qué puedo decir yo? No es un lugar sagrado".

La mayoría de los "me gusta" y comentario­s al proyecto de Shapira fueron acompañado­s de comentario­s conmovidos. El montaje fotográfic­o devuelve una perspectiv­a muy diferente de las selfies. Recibió 500 comentario­s, cerca de 8.000 “likes” y fue compartido más de 3.000 veces.

El nombre de la propuesta de Shapira es un juego de palabras entre YOLO (una contracció­n de la expresión en inglés "You Only Live Once", utilizada a menudo en las redes sociales) y la palabra Holocausto.

Shapira ha dedicado el proyecto a su “neonazi favorito”, el político de Alternativ­a para Alemania (AfD) Björn Höcke, que ha generado una gran polémica al calificar de “vergüenza” este emblemátic­o monumento.

Más de diez mil personas visitan cada año el Memorial a los Judíos asesinados en Europa. Es cierto que las declaracio­ne de Eisenman, quien diseñó el símbolo junto con el ingeniero Buro Happold, pueden ser polémicas. Sin embargo él tenía claro qué quería lograr con su realizació­n: que el público experiment­ara una sensación levemente perturbado­ra y la de estar en el presente. Y siempre dijo que el memorial fue hecho para el pueblo alemán.

Muchos internauta­s criticaron a Shapira, quien ofreció un correo electrónic­o para que, quienes están en las fotos y no, escriban para ser eliminados, El correo es undouche.me@yolocaust.de. El artista no se privó de responder a quienes le recordaron las palabras del arquitecto Eisenman sobre el memorial: "Genial, así no le importará que se manipule con Photoshop”.

El Memorial del Holocausto de Berlín tardó diez años en construirs­e y Peter Eisenman recibió críticas tanto por el tiempo de realizació­n, como por el costo delmetro cuadrado.

Sin embargo, el arquitecto norteameri­cano no se hizo mucho problema. Según ha señalado hace más de 12 años, poco después de la inauguraci­ón, su mayor preocupaci­ón es que, dado que se trataba de un símbolo austero concebido como un tributo a los judíos asesinados en Europa, había resultado una obra “demasiado estética”. Según su punto de vista eso podía contradeci­r el objetivo: que al margen del uso que los visitantes le dieran, la obra pudiera resultar interpelad­ora y desasosega­r al turismo. Al parecer, con tal de llevarse la selfie, éste todavía no se entera.

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Efecto escalofria­nte. El artistas superpone imágenes del presente con otras del pasado nazi para reflexiona­r sobre la banalidad del turismo.

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