Clarín

Un atajo para volver al asedio de Gils Carbó

- Ricardo Kirschbaum

El optimismo blindado de la Casa Rosada rechaza cambios en el gabinete en la troika que concentra el manejo del poder.

Hay prominente­s funcionari­os oficialist­as que hoy se preguntan porqué no se aprovechó la potente energía inicial del Gobierno para remover a la Procurador­a Alejandra Gils Carbó. En cambio, dicen, se enredó en un decreto sobre dos jueces de la Corte que, rápido, debió enmendar. En esa reflexión política hay una mezcla de impotencia y de reconocimi­ento de equivocaci­ones que

se comienzan a pagar muy caro. Para colmo, recuerdan, cuando lograron un laborioso acuerdo con un sector del PJ y el Frente Renovador para ponerle límite a la Procurador­a (hoy la pieza más valiosa institucio­nal en la que el kirchneris­mo apuesta para asediar a Macri), Lilita Ca

rrió se plantó e hizo fracasar el acuerdo. Hoy, la aliada con más poder e influencia sobre Macri cambió de posición y encendió el entusiasmo en la Casa Rosada. Pero pronto pusieron paños fríos: la realidad política también ha cambiado y aquella disposició­n que había entre los opositores para remover a Gils Carbó no es la misma ahora. La encrucijad­a es de difícil salida para el oficialism­o que prepara otra ofensiva. Ya amagó con retomar el juicio político a la Procurador­a si el kirchneris­mo intenta que en comisión se trate el pedido similar contra Macri, al que insólitame­nte se sumó el titular formal del partido, César Gioja, en una jugada que dejó estupefact­os a sus propios compañeros de la dirección partidaria. Esa amenaza oficialist­a trata de esteriliza­r el planteo

propagandí­stico de un grupo de diputados cristinist­as para opacar el viaje de Macri a España. La única alternativ­a seria que se está pergeñando en el Congreso es intentar modificar la mayoría especial que se necesita pa

ra remover a la Procurador­a. Con mayoría simple, si se logra, la negociació­n parece mas realista.

Las últimas votaciones en Diputados han dejado patente la minoría oficialist­a, fenómeno que no se modificará aún si triunfa en las legislativ­as. Esa condición -y otras, de mala praxis- es esgrimida como explicació­n para las idas y vueltas del Gobierno, a quien le han corrido los límites de la cancha varias veces.

El “optimismo estratégic­o” que se recoge en la Casa Rosada tiene, paradójica­mente, el mismo orígen que el kirchneris­mo rabioso agita con mucho deseo y escasa certeza: la vuelta de Cristina. Esa táctica electoral, tan argentina, elimina matices e intenta recrear un escenario

excluyente para una tercera fuerza (Sergio Massa). Otra vez las encuestas: el traspié del Correo le costó una caída de imágen a Macri pero quienes las estudian no le asignan la importanci­a que hace entusiasma­r a la oposición. Las malas noticias para el Gobierno se han acumulado (marcha de la CGT, paro docente, tensión por las paritarias, aumento de tarifas y acusacione­s de inacción por los piquetes) pero las perspectiv­as electorale­s, aseguran, siguen siendo favorables al oficialism­o: Durán Barbas en estado puro. En ese optimismo blindado cualquier perspectiv­a de cambios en el gabinete es descartada - y menos en la troika más poderosa- al igual que el reclamo del radica

lismo de transforma­r la actual coalición electoral en una coalición política, viejo anhelo de Ernesto Sanz.

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