También en Europa el fenómeno del ultranacionalismo marca la agenda
Las peores derivas suceden en Polonia y Hungría donde crece la xenofobia y se asfixia a los medios insumisos.
Europa reaccionó en tromba ante las primeras medidas populistas y las tendencias autoritarias de la nueva Casa Blanca, pero en el seno de la Unión Europea hace años que se incuba un contra-modelo autoritario y xenófobo.
Hungría y Polonia llevan una deriva autoritaria que puso a las dos capitales en rumbo de colisión contra la Comisión Europea, garante de los tratados comunitarios. Los gobiernos polaco y húngaro no son abiertamente ultraderechistas y se alejan de partidos como el Frente Nacional francés de Marine Le Pen o el Partido de la Libertad holandés de Geert Wilders, pero sus políticas están muy cercanas. Apuestan por naciones étnicamente homogéneas, nacionalistas, en una UE que quieren blanca y cristiana y dedicada poco más que a asegurar el libre comercio mutuo.
El gobierno húngaro del nacionalista Viktor Orban fue el único de los 28 de la UE que apoyó oficialmente a Donald Trump contra Hillary Clin-
ton y lleva años chocando con la Comisión Europea y el Consejo de Europa. Orban defiende un sistema de “democracia iliberal” y dice que los modelos a seguir son regímenes como el ruso, el chino o el turco.
Sus enemigos son la Comisión Europea, el multiculturalismo, la inmigración, la globalización, los gitanos,
los judíos, los medios críticos. Legisla para encarcelar a todos los demandantes de asilo, una medida que iría directamente contra la Convención del Estatuto del Refugiado y contra la Directiva Europea de Asilo.
Orban está en línea de Trump con medidas como una muy dura ley de medios que casi ha acabado con la prensa crítica, su intento de controlar el Banco Central, los cambios constitucionales para reforzar sus reformas legales de forma que sean muy difíciles de virar si algún día la oposición llega al poder o sus duras medidas contra los refugiados. Para el húngaro los inmigrantes “son veneno” y este mes comenzó a formar un cuerpo policial especial dedicado a “cazar” refugiados en su frontera sur, donde el año pasado construyó una valla de cientos de km. para cerrar la linde con Serbia.
Orban organizó el año pasado un referéndum –anulado porque la participación no llegó a 50% del censo electoral- contra el reparto europeo de refugiados. Su gobierno difunde el mito de las “no-go zones”, supuestos barrios de ciudades europeas controlados por yihadistas, en los que se aplica la sharía y a los que no entra la Policía.
Esa historia, falsa y que provocó la protesta oficial de gobiernos como el británico, el belga y el sueco, se usa para meter miedo a su población. Igual que las mentiras de Trump sobre supuestos ataques terroristas en Suecia que nunca existieron o del británico Nigel Farage sobre una supuesta ola de violaciones en la ciudad sueca de Malmo a manos de refugiados.
Polonia, país que incumple los acuerdos europeos y por ahora se niega a acoger a un solo refugiado, lleva desde hace poco más de un año una deriva autoritaria que la Comisión Europea pena para frenar. El gobierno del PIS no reconoce las sentencias de su propio Tribunal Constitucional, ya metió mano en los medios de comunicación para controlarlos, reformó la Justicia para que el ministro pueda frenar cualquier investigación y asegura que la preocupación en Bruselas no es por el Estado de derecho y las libertades civiles en Polonia, sino una investigación “políticamente motivada”.
El presidente del Constitucional polaco fue nombrado de forma dudosa y tres jueces tienen un estatuto incierto que podría ponerles en la calle en cualquier momento. La mayoría absoluta del PIS le permitió legislar y maniobrar para tomar el control de la Justicia, atando las manos de la más alta instancia judicial y así el control constitucional de las leyes.
El partido PIS, controlado por Jaroslaw Kaczynski –aunque él no asume ningún puesto ejecutivo- llevó sus medidas autoritarias hasta el punto de hacer que la Comisión Europea dijera que son “un riesgo sistémico para el Estado de derecho”.
Fico y Orban se sienten protegidos en Bruselas. A pesar de las críticas y advertencias, sus eurodiputados siguen en los grupos mayoritarios –socialdemócrata y conservador, respectivamente- del Parlamento Europeo, cuando por su postura deberían sentarse con la ultraderecha más radical.
El gobierno húngaro dice abiertamente que el modelo a imitar es el ruso, turco o chino.