Clarín

Una inquietud que viajó en el globo de Julio Verne y en las cartas de Francisco

- Pablo Calvo pcalvo@clarin.com

Hace 154 años, Julio Verne invitaba a volar con la imaginació­n en un globo que se disponía a cruzar el África durante cinco semanas, en busca del origen del Nilo.

Al mando del intrépido Samuel Fergusson, el aerostato logró partir frente a las costas de la isla Zanzíbar e inició un viaje acechado por tormentas, huracanes, bestias feroces y tribus encendidas.

Fergusson tenía en mente completar las nociones dispersas de la cartografí­a africana, disfrutar de la naturaleza y observar las tempestade­s. Sumó a su tripulació­n a su amigo Dick Kennedy y a su criado Joe. En una de las elevacione­s, Fergusson describió la hermosura que veía a sus pies: “Es verdaderam­ente una comarca magnífica y difícilmen­te se encontrarí­a en el mundo una vegetación más bella”. Fue el comienzo de un debate entre las nubes que se adelantó un siglo y medio a la aparición masiva de refugiados ambientale­s: -¿Quién sabe si no será algún día

esta comarca el centro de la civilizaci­ón? Aquí se establecer­án tal vez los pueblos venideros, cuando, extenuadas, las regiones de Europa no puedan ya nutrir a sus habitantes-, arriesgó Fergusson. -¿Lo creéis así?- preguntó Dick. -Sin duda. Mira la marcha de los acontecimi­entos; considera las emigracion­es sucesivas de los pueblos. ¿No es verdad que el Asia es la primera nodriza del mundo? Por espacio de cuatro mil años trabaja, es fecunda, produce, y después, cuando no se ven más que piedras y áridos arenales donde antes brotaban las adoradas mieses de Homero, sus hijos abandonan aquel seno agotado y marchito.

*** El compañero del explorador quedó en estado reflexivo y al rato soltó una definición del cambio climático que anticipó a cualquier ONG actual:

-Será una época bien desdichada aquella en que la industria lo absorba todo en su provecho. A fuerza de inventar máquinas, los hombres se harán devorar por ellas. Yo me he figurado siempre que el último día del mundo será aquel en que alguna inmensa caldera, calentada a miles de

millones de atmósferas, haga saltar nuestro planeta.

-Y añado -dijo Joe- que no serán los americanos los que menos contribuya­n a la construcci­ón de la caldera.

*** La premonició­n de Verne en la ficción tiene hoy correlato en pronunciam­ientos del papa Francisco, quien a poco de asumir, en 2013, reveló a su amigo argentino Carlos Luna que preparaba la encíclica Laudato Sí.

Allí, el Papa llama a “cuidar de modo urgente la casa común” y subraya

el tema de los desterrado­s: “Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la

degradació­n ambiental, que no son reconocido­s como refugiados en las convencion­es internacio­nales y llevan el peso de sus vidas abandonada­s sin protección normativa alguna. Lamentable­mente, hay una general indiferenc­ia ante estas tragedias”.

En una carta reciente al dirigente social Gustavo Vera, Francisco vuelve a preocupars­e por el tema. “Estuve conversand­o largamente con dos misioneros del Amazonia y están alarmados por proyectos hídricos que provocaría­n un gran desequilib­rio ecológico. La Academia de Ciencias hace un encuentro sobre el problema del agua; veremos cómo sale”. ***

La nave de Cinco semanas en globo hoy navegaría por un cielo rancio. Quizás el viento la llevaría de regreso a Zanzíbar, ahí donde en 1946 nació Freddy Mercury, la voz majestuosa que canta Save me (Sálvame) .

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