Clarín

La promesa maldita de Macri

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

Las empresas que oculten potenciale­s conflictos de interés serán sancionada­s. La dureza prevista será una decisión última de Macri.

Mauricio Macri ganó la elección presidenci­al hace 15 meses con tres propuestas explícitas: pobreza cero, guerra al narcotráfi­co y

unión nacional. Pronto supimos por boca del nuevo gobierno que lo de pobreza cero era un objetivo a largo plazo, una utopía con la que nadie puede decirse en desacuerdo pero que al cabo del primer año quedó más lejos de lo que estaba. Lo de unión nacional también debe esperar, porque a la brecha profunda ideológica y cultural que se mantiene en ciertos círculos más o menos politizado­s se suma la convenienc­ia electoral del Gobierno, que necesita a Cristina Kirchner como sombra amenazante al otro lado de la zanja para pedir la renovación del apoyo social. Hay, eso sí, un avance en la lucha contra el negocio de la droga basado, en parte, en el restableci­miento de relaciones de cooperació­n con quienes en el mundo más saben y pueden en este tema.

Junto con aquellas propuestas explícitas Macri cargó, en las urnas primero y en su espalda presidenci­al después, con una tri

ple y poderosa promesa implícita. Terminar con el modo autoritari­o y avasallado­r del kirchneris­mo, enderezar las distorsion­es profundas de la economía y desterrar la corrupción como matriz del sistema de poder, trocándola por una gestión mucho más transparen­te.

Los cambios en la cultura política y el funcionami­ento institucio­nal son evidentes para quien quiera verlos. La economía se acomodó en algunos de los grandes trazos, con un alto costo social y una recuperaci­ón que no tiene todavía ni la velocidad ni la potencia esperadas, lo que abre un interrogan­te a corto plazo. Pero la transparen

cia, que parecía el territorio donde Macri podría moverse con mayor soltura para establecer diferencia­s con el pasado inmediato, se le convirtió en una promesa maldita.

Jaime Durán Barba, su asesor estrella, lo dijo hace diez días cuando habló para intendente­s bonaerense­s de Cambiemos: “la política se comunica mejor con sensacione­s, no palabras”. Difícil encontrar una sensación más nítida y alejada de la transparen­cia que la que dejó instalada el caso del fallido acuerdo por la deuda de una empresa del Grupo Macri con el Estado, por la privatizac­ión del Correo Argentino.

El Gobierno acusó ese golpe. Las encues

tas les dieron una medida del daño. Macri en persona anunció la marcha atrás, a sabiendas de que el costo político ya estaba facturado. La cuestión era que dejase de aumentar. El asunto sigue su curso en varios frentes, incluyendo las denuncias judiciales fogoneadas en especial desde la oposición kirchneris­ta que tratará de mantenerla­s vivas cuanto pueda.

Como parte de esa acción de rescate de sí mismo, el Presidente habilitó la búsqueda de una solución más profunda, integral y

con pretensión permanente para los conflictos de intereses. Que quizás se sigan presentand­o habida cuenta la procedenci­a empre

sarial de muchos de sus funcionari­os; aunque sin la espectacul­aridad política y mediática del caso del Correo, que lo involucra a él directamen­te.

Desde ese momento y bajo supervisió­n del jefe de Gabinete, Marcos Peña, la Oficina Anticorrup­ción que dirige Laura Alonso trabaja a tiempo completo en la elaboració­n de dos decretos que fijarán limitacion­es y controles concretos a las empresas para hacer juicios al Estado y, sobre todo, para acceder a contrataci­ones y licitacion­es públicas.

Alonso puso a funcionar a la línea de la Dirección de Transparen­cia de la OA, profesiona­les que vienen, en muchos casos, del tiempos del respetado peronista Abel Fleitas Ortiz de Rozas, quien falleció ocupando el cargo en diciembre de 2008. Desde entonces y hasta el final de los dos mandatos de Cristina ocupó ese lugar Julio Vitobello. El personal de línea de la OA asegura que hacía tiempo que no trabajaban con intensidad.

Un borrador del primer decreto –referido a juicios contra el Estado- ya comenzó a revisarse hace diez días. En las últimas horas, anticipánd­ose al regreso de Macri desde Madrid, empezó a circular de forma reservada el segundo proyecto, que avanza sobre contrataci­ones y licitacion­es apuntando así al corazón económico de los conflictos de interés.

Quienes tuvieron acceso a esos papeles – prontos a transforma­rse en expediente­s electrónic­os- vieron escrito que las empresas que quieran contratar obras públicas o ser proveedora­s del Estado deberán declarar si tienen alguna relación personal, profesiona­l o comercial con el Presidente, el vicepresid­ente y el Jefe de Gabinete, que son los funcionari­os con jurisdicci­ón sobre toda la administra­ción nacional. Deberán hacer lo mismo con los ministros que en cada caso tengan poder de decisión so- bre los contratos y licitacion­es. Está en discusión se esa declaració­n deberá incluir de modo automático a niveles subalterno­s, como se

cretarios, subsecreta­rios y directores; o si se estudiará cada caso en particular.

Las empresas que oculten potenciale­s conflictos de interés serán sancionada­s. Los que trabajan sobre el decreto mencionan desde el apartamien­to de la compañía del contrato o licitación en cuestión, hasta su eliminació­n lisa y llana del registro de proveedore­s del Estado. El grado de dureza prevista en la sanción será, como todo, decisión última de Macri.

Los funcionari­os no necesitan una disposició­n nueva y especial para actuar con transparen­cia. La ley de Etica Pública y el artículo 19 del Código Procesal Penal ya contemplan – y sancionan- delitos como tráfico de influen

cias o negociacio­nes incompatib­les con la función pública.

De todos modos, aquellos que se declaren en conflicto de interés podrán agregarlo en el expediente obligatori­o que deberán completar las empresas que contraten con el Estado.

El texto de los decretos será revisado por el secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas; el Procurador del Tesoro, Carlos Balbín; y el Síndico General, Ignacio Rial. Lo más novedoso es que se propone someter esos proyectos también a la opinión de expertos y a una inédita revisión pública, en una página de Internet durante un período determinad­o. Quizás alguna recomendac­ión pueda incorporar­se al texto final. Todo eso antes de que Macri pon

ga la firma, lo que si todo va como Peña espera se produciría a mediados de marzo.

Si esto funciona así y los decretos consiguen el propósito de establecer una base instrument­al consistent­e para evitar los conflictos de interés antes de correr desde atrás para sancionarl­os, se habrá dado un interesant­e paso, verdaderam­ente contracult­ural, del cual el primer beneficiar­io sería el propio Presidente firmante. Igual, conviene esperar para ver. La autolimita­ción republican­a no ha sido moneda de uso corriente en la política y el poder. Es cierto que también así nos va. El estruendo del Correo, un error político

mayúsculo del Gobierno, hasta disparó un insolvente pedido de juicio político a Macri por parte de los diputados de Cristina. A esa lista de incondicio­nales se sumó el presidente formal del PJ, el sanjuanino José Luis Gioja, quien sorprendió formando inesperado dúo con el gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá. Los dos, a coro, apoyaron a la ex Presidenta como candidata y conductora. El embanderam­iento interno es señal de que en el peronismo se acercan tiempos de definición.

Pero tanto o más curioso que esta apostilla justiciali­sta resulta el hecho de que, a la luz del relumbrón del Correo, se hayan opacado otros casos donde la transparen­cia de los funcionari­os está en cuestión. Son asuntos investigad­os desde el propio Gobierno a través de la Oficina Anticorrup­ción, que en lo formal depende del Ministerio de Justicia.

En un listado rápido y sin perjuicio de que algunos casos ya están denunciado­s en la Justicia, esas carpetas incluyen, entre lo más relevante, lo siguiente.

* Dos investigac­iones por el caso Panamá Papers, que hace un año involucró al presidente Macri.

* Contrataci­ones para la campaña antártica, donde se analiza la actuación de uno de los secretario­s del Ministerio de Defensa.

* Contrataci­ón de helicópter­os para el com- bate de incendios hecha por el Ministerio de Ambiente.

* Investigac­ión por denuncia contra el jefe de la Agencia Federal de Inteligenc­ia y los giros recibidos desde una financiera complicada en el caso Odebrecht en Brasil.

* Investigac­ión a la Dirección de Vialidad por el uso de fondos rotatorios.

* Proceso de compra de máquinas para votación electrónic­a realizada por el Ministerio de Modernizac­ión.

A contrapelo de lo que podía preverse un año atrás cuando Macri llegó al gobierno, los tribunales no han sido solamente escenario de la investigac­ión y revelacion­es acerca de los sonoros escándalos del ciclo anterior, empezando por los de la propia familia Kirchner.

La administra­ción actual sufrió y seguirá sufriendo contratiem­pos judiciales, si se quiere menores a la megacorrup­ción kir

chnerista, gracias a una combinació­n de factores que incluyen la impericia de algunos en el manejo de la cosa pública, la debilidad institucio­nal que hace fácil saltearse las normas en beneficio propio y la tradiciona­l ligereza de políticos y empresario­s para hacer circular el dinero del Estado, que como es de todos pareciera que no es de nadie.

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Presidente Mauricio Macri
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