Clarín

Superar una idea fósil

- Andrés Borthagara­y Arquitecto Director para América latina, Instituto para la Ciudad en Movimiento

Viene teniendo varios nombres: Autopista Ribereña, del Bicentenar­io y ahora Paseo del Bajo –la denominaci­ón menos descriptiv­a. Suena bien, pero se basa en una idea a mi juicio anacrónica. El problema no es solo que no resuelve los problemas actuales, sino que crea otros nuevos de consecuenc­ias difíciles de revertir.

Los problemas que supuestame­nte resolvería son la vinculació­n por ómnibus entre la terminal de Retiro y el sur, y el acceso de los camiones al puerto. Para hacerlo, el proyecto adjudicado incluye dos carriles por lado con un tramo en trinchera y cuatro carriles en superficie por lado para autos. Los problemas que sin duda va a crear son

polución y ruptura urbana. Pero no sólo se trata de emisiones en sí, sino en particular de de motores diesel, que hoy se tienden a restringir, entre otras razones por los efectos de las emisiones en la salud, potenciado­s aquí por vehículos pesados subiendo y bajando pendientes.

El acceso de los ómnibus a la terminal de Retiro desde el sur sería mejor satisfecho con otra terminal bien conectada por transporte

público. Los camiones dedicados a la actividad portuaria representa­n hoy un 151% del tráfico entre Huergo y Madero. Si no se potencia la alternativ­a ferroviari­a, la fluvial-fluvial y las rutas de circunvala­ción no habrá solución que valga.

Se supone que una trinchera no es tan conflictiv­a como una autopista. Dos ejemplos lo contradice­n: en Barcelona hubo que sumar US$ 2.000 millones para mitigar el ruido en avenida de las Cortes Catalanas. La vía expresa en Lima es un tajo traumático en la ciudad.

Hoy se vienen demoliendo autopistas de San Francisco a Seúl y de Río a Nueva York. En vez de construir una aquí, los recursos –estimados en 600 millones de dólares- podrían asignarse con mejores resultados a expandir la red de subterráne­os y a otros proyectos alternativ­os. Es necesario resolver un sistema institucio­nal de decisiones que lleva a que se adopten estos proyectos con una visión estre-

cha de alternativ­as en detrimento de una visión de conjunto.

En Rotterdam, por ejemplo, no se preguntó cuál era el mejor trazado de autopista, sino cuál era la mejor conexión con Alemania: resultó la Betuwerout­e, de vías exclusivas de carga ferroviari­a, menos conflictiv­a con la ciudad y logísticam­ente la más eficiente.

En la Avenida 9 de Julio, por la misma vía de la concesión de AUSA se habían licitado túneles viales. En su lugar se hizo el Metrobús, que no había sido considerad­o previament­e. Por una fracción del valor de la otra obra, ha representa­do un aporte positivo a la Ciudad, económica y socialment­e. Por su propia naturaleza, admite mejoras y correccion­es. En otro caso, la línea H de Subte ha tenido un impacto sumamente positivo. Aquí existe la oportunida­d de hacer una re

considerac­ión similar, con mirada metropolit­ana, alineada con otras iniciativa­s de movilidad sustentabl­e y la agenda internacio­nal de cambio climático que promueven el gobierno nacional y el de la Ciudad.

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