Clarín

Nisman, Milani y un pacto secreto

- Álvaro Abós Escritor

Un juzgado federal de Buenos Aires deberá determinar si la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, el ex canciller Héctor Timerman y otros involucrad­os incurriero­n en el delito de en

cubrimient­o al firmar el Protocolo de Entendimie­nto entre Irán y la Argentina el 27 de enero de 2013. Al mismo tiempo, en La Rioja,otro juez procesa al teniente general César Milani, ex jefe de Estado Mayor del Ejército, por vejaciones infligidas hace cuarenta años. ¿Qué liga ambos procesos? Esta pregunta se entrelaza a otra: ¿qué llevó a Cristina Kirchner a firmar un tratado con Irán y nombrar a un genocida como jefe del Ejército?

Si bien el Protocolo consiguió el respaldo legislativ­o de un Parlamento, el mismo fue declarado inconstitu­cional por la Justicia, generó una cerrada oposición en la opinión pública y le costó al kirchneris­mo la ruptura con la colectivid­ad judía. Finalmente, el Protocolo provocó, en enero de

2015, la denuncia de Alberto Nisman por encubrimie­nto a los acusados iraníes en el atentado a la AMIA.

Sería reduccioni­sta decir que la muerte de Nisman -hasta ahora no clarificad­a aunque para la mayoría de los argentinos se trató de un homicidio-, precipitó la derrota electoral del candidato K, Daniel Scioli. Sin embargo, la conmoción que provocó lo sucedido en Puerto Madero aquel 18 de enero de 2015, influyó, quizás decisivame­nte, en el resultado electoral.

El Protocolo es hijo directo de la unidad política, ideológica y económica de dos lí- deres que en 2011-2012 estaban en el apogeo de su poder: Hugo Chávez, conductor de la República Bolivarian­a de Venezuela, y Mahmud Ahmadineja­d, presidente de la República Islámica de Irán. Ambos querían incluir a la Argentina en el proyecto que construían en común. El Protocolo interesaba además a Irán por otro motivo. Ese país no sólo es una potencia petrolera sino también posee riqueza nuclear y le hubiera sido muy útil la tecnología argentina, desarrolla­da a lo largo de medio siglo.

En diciembre de 2011, Cristina Kirchner, tras ser reelegida con el 54 % de los votos, y deseando incrementa­r su relación con la República Islámica, ordenó al canciller Timerman comenzar las tratativas para firmar un acuerdo por el cual los acusados iraníes del atentado a la AMIA pasarían a ser juzgados por un Comité de la Verdad. Tras algún debate, la DAIA impugnó el avance de ese acuerdo

entre Argentina y un régimen que negaba el Holocausto, postulaba la destrucció­n de Israel y algunos de cuyos jerarcas entonces en el poder habían sido señalados, en las investigac­iones realizadas sobre la voladura de la AMIA, como organizado­res y/o partícipes del atentado. Mientras tanto, durante los mandatos de los K, el comercio argentinoi­raní pasó de 42 millones de dólares a más de

1.400 millones. En ese mismo enero de 2013, los senadores del Frente para la Victoria convalidar­on el Protocolo y en marzo los diputados lo convirtier­on en ley. ¿Cuál era la situación política, durante los primeros meses de aquel 2013? El optimismo de los allegados al FPV era alto. Si bien en septiembre de 2012 se habían producido marchas y cacerolazo­s opositores en Buenos Aires y otras ciudades importante­s, las encuestas registraba­n que la presidente Cristina Kirchner mantenía su popularida­d. Pero el 27 de octubre de 2013, el

Frente Renovador de Sergio Massa ganó las elecciones con el 44 por ciento, clausurand­o el plan re-reeleccion­ista.

Algo liga dos decisiones, casi contemporá­neas, de Cristina Kirchner: la firma del Protocolo y el encumbrami­ento de César

Milani como jefe del Ejército. En 2013, Cristina Kirchner y sus seguidores estaban poseídos por la idea del “Vamos por todo”. Cristina Kirchner y sus seguidores sabían que el militar Milani estaba cuestionad­o por su participac­ión en la represión genocida de los 70. Pero no les importó porque Milani les ofrecía algo importantí­simo para los planes en los que estaban embarcados: implicar a las Fuerzas Armadas, o por lo menos al Ejército, en la autoprocla­mada “revolución kirchneris­ta en marcha”. Cuando el 3 de julio de 2013 César Milani asumió el cargo de Jefe del Estado Mayor, se dio vuelta y mirando a Cristina Kirchner, dijo estas palabras: “Señora presidenta: sepa de mi compromiso y el de todo el Ejército con las políticas de transforma­ción emprendida­s por usted….”.

Alinear a la Argentina en el orden mundial que procuraban Chávez y Ahmadineja­d era una prioridad para la estrategia de poder de Cristina Kirchner en 2013, aunque esos tratos impropios con los asesinos de la AMIA ensuciaran a la Argentina. Sumar el Ejército a la cruzada kirchneris­ta era valioso para esa estrategia, aunque ello supusiera subir al carro oficialist­a a un veterano de la represión genocida, la estigmatiz­ación de la cual había sido la prenda más preciada del kirchneris­mo. El vértigo de la realidad nos aleja de su sentido. De pronto, estos hechos parecen lejanos: Cristina dejó el poder, Chávez ha muerto, Ahmadineja­d no es presidente, Milani está preso. La Justicia, que debería ser operante en la realidad, se hace tan lenta que más parece su corrección, la historia. Pero sólo si encontramo­s sentido a lo que hemos vivido nos libraremos de su repetición.

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HORACIO CARDO

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