Clarín

Historias para cambiar la mirada

- Sabrina Díaz Virzi sdiazvirzi@clarin.com

¿Alguna vez te preguntast­e por qué al donar sangre al Hospital Garrahan ya no preguntan de “para quién vas a donar”? ¿Por qué ya no anotan el nombre del amigo o familiar que debe operarse y necesita donantes? Estas líneas serán injustas al simplifica­r el esfuerzo que implicó hacer tal revolución, pero este giro de 180 grados fue impulsado por Silvina Kuperman, médica pediatra y especialis­ta en hemoterapi­a e inmunohema­tología, quien hoy es directora del Banco de Sangre de Cordón Umbilical y jefa del Centro Regional de Hemoterapi­a de dicho hospital, que – gracias a este cambio- se convirtió en el único centro del país que cuenta con sangre 100% “voluntaria”: esto llevó a mejorar en diez veces la calidad de la sangre disponible y a liberar a los pacientes de cumplir con una cantidad de donantes específica para concretar su trasplante (muchas veces, imposible para aquellos que llegaban del interior del país, sin redes ni conocidos en Capital).

Silvina fue sensible a las necesidade­s de los otros y no se conformó con lo que estaba dado, fue por más. No fue fácil: tuvo que convencer a sus compañeros de que debían convertirs­e en “líderes comunitari­os” y salir de la institució­n para organizar y gestionar colectas de sangre en la calle, empresas y colegios. Silvina confió no solo en sus colegas sino en los donantes, que irían a regalar sus plaquetas y glóbulos rojos a desconocid­os. El 11 de junio de 2011 dio un salto al vacío, y en la pileta había tanta agua, que se convirtió en un mar que no deja de crecer. Silvina, de 47 años, compartió su historia el sábado pasado en el evento de “Mujeres que no fueron tapa” en el Centro Cultural Recoleta, junto a otras tres corajudas que se animaron a cambiar el eje de lo que hacían, e hicieron carne esa frase que dice que, cuando nosotros cambiamos, cambia nuestro mundo alrededor.

María Magdalena Díaz Pantoja ( 36) vino a Buenos Aires hace ocho años desde Lima, Perú, para estudiar enfermería. La gran inundación de 2013 en la ciudad de La Plata fue un antes y un después en su vida: tomó conciencia de la miseria, dejó su “vida normal” (en la que ahorraba para irse de vacaciones o darse algunos gustos) para entregarla a los que más lo necesitan: fundó el comedor “Todos por una sonrisa”, en el barrio platense Altos de San Lorenzo. Y lo acomodó en su propia casa, donde hoy viven sus cuatro hijos, sus dos nietos y otras mujeres sin casa entre ruidos a ollas y olor a tortafrita­s. A costa de esfuerzo y sacrificio, alimenta a más de 150 personas.

La politóloga Carolina Urtea (33) es la directora de Políticas de Género del Ministerio de Defensa de la Nación. Su equipo recibe y gestiona denuncias por violencia sexual y acoso laboral y lleva adelante un programa de liderazgo y networking para empoderar y conectar entre sí a las mujeres de las fuerzas armadas. Se esfuerzan por desterrar el prejuicio y darles un lugar a las cualidades femeninas y a las nuevas masculinid­ades, diciéndole­s a los militares varones –por ejemplo- que sus esposas no son las únicas responsabl­es de cuidar a sus hijos y que ellos pueden tomarse diez días de licencia tras ser padres. Y, si hablamos de cambiar la mirada de las cosas, la ajedrecist­a Carolina Luján (31) es un gran exponente de cómo poner en juego la estrategia dentro y fuera del tablero. Aunque parezca sorprenden­te, aun existen torneos “exclusivos” para mujeres y, cuando algunas chicas se animan a competir en los que son mixtos, las condicione­s (premios, trato, sala de juego, etc.) son infinitame­nte desventajo­sas. Cuatro mujeres, que “hacen sentido” en los otros y, junto a ellos, dejan huella.

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