“La crisis heredada permite repensar la realidad para lograr el desarrollo”
La única ventaja de la crisis económica y social, financiera y política heredada, es que nos obliga a repensar la realidad. Hay que reflexionar, no para señalar culpables o errores de la política económica, que los hay, sino para definir objetivos y esbozar nuevos programas de crecimiento que el país requiere para salir del estancamiento que nos agobia y desestabiliza. La cultura del crecimiento sigue estando ausente de nuestro medio político, por ahora, con rasgos recesivos respecto a la demanda total de inversión deseada, sumado a las expectativas externas que siempre exacerban las tensiones políticas y desestabilizan el eterno entorno interno. Siempre, las expectativas -sean ascendentes o descendentes- son, más que una simple imagen, determinantes de los niveles de producción e inversión. Hay que incorporar la cultura del crecimiento a la praxis política que todavía no ofrece instrumentos ágiles no sólo para reducir nuestro déficit social, sino también para comprometerse de cerrar las brechas internas entre ricos y pobres. Estas últimas constituyen un verdadero apartheid interno que se resumen en un déficit social de magnitud creciente. Asimismo, para cruzar algunas de esta múltiples brechas, habrá que diseñar un plan modernizador para sustitución de producciones en las zonas rezagadas que todavía funcionan con una economía tradicional, infracapitalizada y poco productiva. El país necesita de un programa específica- mente enfocado a la generación de divisas mediante la promoción de exportaciones y de un programa para aumentar el PBI, y enfocarlo a cerrar las brechas citadas. No hacerlo, además de paralizar nuestro exiguo crecimiento, puede ser causa de una nueva guerra de poderes. Al crecimiento nulo de la década perdida ahora habrá que agregarle las fallas de un decalustro que quizás tuvo buenas intenciones, pero una visión incompleta de nuestra economía que ignoró la marginación, la pobreza estructural y el estancamiento histórico. Urge, entonces, encontrar la autopista del crecimiento. No hay mucho tiempo. Las presiones demográficas y ecológicas, políticas y económicas, se intensificarán. Es imperioso que los poderes constitucionales no repitan perpetuamente políticas y prácticas que nos han llevado a un crecimiento insuficiente, para ello hay que repensar un nuevo orden económico interno para lograr nuestro desarrollo. Argentina requiere un sistema sui generis de fomento económico, adecuado a las peculiaridades de su estructura social, a la creciente presión demográfica y sobre todo, a las tensiones heredadas para ir desactivando los peligrosos explosivos que aún se encuentran en las profundidades de la comunidad. Pero más rico o más pobre, más democrático o más autoritario, la Argentina estará viva en el largo plazo, aunque algunos de nosotros no. Ezequiel Amaro ezequielamaro@yahoo.com