Clarín

Cuatro delanteros para no atacar y un Messi atrapado en la burbuja

- Adrián Maladesky amaladesky@clarin.com

¿Esta es la mejor manera de acompañar a Messi? No parece.

En principio, aclaremos que no se trata de cuatro fantástico­s sino de un fantástico sublime y tres buenos (a veces muy buenos) delanteros. Después, porque desde el punto de vista táctico aleja a Leo de donde más lastima, donde es más Messi y menos terrenal: el área y sus orillas. Con Higuaín y Agüero parados los dos como nueves y Di María abierto a la izquierda, sumado a la falta de juego que se repite históricam­ente en el medio, el 10 no tiene otra opción que tirarse atrás y convertirs­e en enganche. En enganche y salvador.

Y allí pierde fuego. Claro que esto no es nuevo y hasta le está sucedien- do también en el Barcelona, con un Iniesta que juega menos tiempo. Igual se las arregla para convertir más goles que nadie.

Pero lo que sorprende de la noche del regreso al Monumental es que Bauza juntó cuatro delanteros para no atacar. El gol de Messi a los 15 minutos bajó el nivel de ansiedad y nerviosism­o de la Selección y abrió la puerta de otro partido, tal vez el que no imaginaba el entrenador. Era lógi- co esperar un desarrollo de mucha presión y posesión argentina con dificultad­es para definir, es decir un partido más largo de 0-0. El penal cambió la geografía, la Selección repartió la pelota y nunca hizo propio el trámite: no controló el balón ni aprovechó los espacios para contragolp­ear. Así los delanteros no encontraro­n su lugar ni tuvieron situacione­s propicias para llegar al gol.

Messi, una vez más, quedó atrapado en esa extraña burbuja. Sin socios para tocar, sin circuito con volantes o laterales para mover la pelota y progresar desde la posesión el equipo se parte. Y Leo queda en el medio. Fastidioso, la imagen de su discusión, insultos incluidos, con uno de los asistentes es una prueba de que nunca estuvo cómodo en el partido. Para el capitán, también, el resultado genera alivio en la tabla aunque no reduce nada la preocupaci­ón por la falta de juego.

Bauza, como Sabella antes, parece quedar encerrado en una contradicc­ión: su obsesión por el equilibrio y la obligación de poner juntos a los delanteros cuando la necesidad de salir a ganar se hace imperiosa no conectan. El que más lo sufre es Messi porque tiene que hacer todo, aunque suele engañarnos , simplement­e haciéndolo todo: goles, asistencia­s, milagros varios. Hasta que se cansa, se deprime o algo parecido y desaparece como lo hizo anoche en el segundo tiempo. El desafío sigue siendo el mismo aunque pasen los años: armar un equipo para que Messi se luzca y no pedirle siempre milagros.

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