Otra derrota de Donald Trump: tuvo que retirar del Congreso su proyecto de salud
Una división entre los republicanos lo dejó sin los votos necesarios y debió retirar el proyecto antes de la votación.
No tenía el apoyo de sus propios aliados republicanos, que le pedían un plan con menos servicios de urgencia, maternidad e internación. Por eso, llamó a sus diputados para retirar el proyecto y evitar la derrota parlamentaria. Por ahora, en EE.UU. continúa el Obamacare.
Pese a las presiones y amenazas lanzadas por Donald Trump, los halcones de su propio partido republicano hicieron encallar ayer en la cámara de Diputados su polémico proyecto de reforma sanitaria. La iniciativa apuntaba a reemplazar el Obamacare creado por su antecesor en la Casa Blanca, Barack Obama. Pero una división en el partido oficialista derribó el proyecto. Trump ordenó que lo sacaran del recinto antes de la votación de ayer para evitar hacer más resonante el fracaso.
Lo sucedido implica una extraordinaria derrota para el multimillonario mandatario quien en estos dos meses de gestión no ha logrado llevar adelante su agenda lo que le ha costado ya un fuerte portazo de los mercados. La semana pasada Wall Street registró su mayor caída en el año en lo que se interpretó como el final de la luna de miel entre el extravagante mandatario y los accionistas.
El Freedom Caucus, que reúne a una treintena de miembros del ala más fundamentalista del oficialismo, el Tea Party, mantuvo una fuerte negativa a aprobar la ley en los términos que proponía el gobierno. Ese rechazo fue el que quebró la mayoría republicana. Cuando la cuestión comenzó a zozobrar, el líder de la Cámara Paul Ryan acudió ayer a la Ca- sa Blanca para discutir una estrategia que revirtiera la situación, pero nada pudo hacerse. “Esto no es una dictadura, no se puede obligar a la gente a votar”, dijo en rueda de prensa el vocero del gobierno Sean Spicer. Trump había advertido a los legisladores que debían votar la iniciativa o resignarse y hacer cargo de que continúe en adelante el Obamacare.
“Este es un pésimo día”, dijo Ryan. Poco después los demócratas declararon lo contrario: “Este es un gran día para Estados Unidos”.
Trump, claramente molesto por el revés, afirmó anoche que “el obamacare estallará” y advirtió que dejará el tema y se centrará en la reforma del sistema fiscal.
De haberse aprobado, el proyecto debía pasar al Senado. Trump necesitaba esa victoria para mostrar capacidad de gestión tras dos meses muy complicados. Hasta ahora el mandatario no ha conseguido que la justicia apruebe sus decretos inmigratorios o que México pague el muro que propone en la frontera. Incluso el nombramiento de su candidato a la Corte Suprema está detenido en el legislativo y también corre un serio riesgo su proyecto de presupuesto. Y ahora se añade a la lista este otro golpe.
La controversia sanitaria es extremadamente compleja y sus consecuencias muy gravosas en un país donde la medicina es muy costosa. El Obamacare que impuso Obama recibió críticas en su momento, pero su parte buena es que extendió la cobertura de salud a 20 millones de personas y prohibió la practica de las aseguradoras de rechazar o esquilmar a pacientes con dolencias previas. Es decir, si el paciente estaba asegurado y se descubría que en su infancia tuvo un problema de salud, le cancelaban el seguro ante la aparición de un tratamiento de mayor costo. Hubo un caso importante de una mujer enferma de cáncer a quien dejaron sin protección porque hallaron que tuvo acné en la adolescencia.
Los republicanos con Trump a la cabeza, rechazaron el Obamacare con argumentos ideológicas. Opinaron que amplía la burocracia federal, ahonda el déficit y acaba con la libertad de elección. Pero lo más complejo en términos políticos es que el fla- mante presidente de EE.UU. convirtió este proyecto en una de las banderas de campaña y uno de los puntos de identidad de su gestión lo que agrava el costo de la derrota.
El proyecto oficialista, para muchos especialistas, es un claro retroceso en la asistencia pública. La iniciativa elimina la obligatoriedad del seguro médico, congela el programa para los más desfavorecidos y demuele el aparato impositivo que fondea al sistema asistencial. Al menos sí mantiene la prohibición a las aseguradoras de rechazar a un paciente con enfermedades previas y da largos plazos para desmantelar la obra de su antecesor.
Pero lo peor de esta propuesta es su estrecha cobertura. La Oficina Presupuestaria del Congreso, que es un organismo independiente y respetado por la calidad de sus informes, ha establecido que el plan republicano dejará sin seguro médico a 14 millones de personas el año próximo y a 24 millones en una década. Eso elevaría la población sin cobertura a 52 millones, prácticamente el número de pobres en los Estados Unidos y que son el sector social con mayores dificultades sanitarias.
El sistema que busca imponer Trump, también implicaría una subida de las pólizas de esos seguros del 15% al 20% para los dos próximos años. Para las familias con mayores ingresos no se notará por la baja de impuestos que propone el gobierno, pero los sectores menos favorecidos no recibirán ese premio. Todo ello ha sido desmentido por la Casa Blanca, que insiste en que nadie quedará sin asistencia, y que ha tomado como única referencia del estudio el ahorro que implica su proyecto: 155.000 millones de dólares en una década.
Los halcones del Tea Party sostienen que el camino elegido esta equivocado y que se deben buscar formas para abaratar los seguros médicos y los tratamientos. Para ello reclaman que la ley elimine prestaciones esenciales entre ellas la atención de urgencia, la hospitalización, la maternidad y los cuidados mentales. Semejante propuesta convierte en un páramo total la asistencia sanitaria en Estados Unidos, pero nada garantiza incluso que bajen los costos. El Senado jamás aprobaría esa propuesta por el daño electoral que plantea y es por eso que Ryan se ha opuesto.
Los legisladores republicanos moderados también habían elevado objeciones porque advirtieron el daño social de la Nueva legislación y el efecto inevitable en sus electores.
Para Trump es un revés abrumador. Obama es, por ahora, el gran ganador. El ex presidente hab ía hecho campaña en favor de que se mantenga su legislación de saludad debido, precisamente, al riesgo de una norma peor.