Clarín

Ricardo Kirschbaum

Las elecciones de octubre, a suerte y verdad

- Ricardo Kirchbaum rkirchbaum@clarin.com

El conflicto docente contiene varias batallas: es salarial, claramente político e interno por el control del gremio

na de las principale­s ventajas que tiene el Gobierno en esta difícil encrucijad­a es que la oposición más dura tiene intereses divergente­s. La conmemorac­ión del 24 de marzo mostró esas grietas y exhibió, esta vez por boca de una de sus más empinadas dirigentes, que la mayoría de las organizaci­ones de derechos hu

manos se han convertido en partidos políticos. Como tales, a partir de esa aceptación que era ya inocultabl­e en su relación con el kirchneris­mo, le caben las mismas reglas de análisis que a los dirigentes partidario­s y pueden ser medidas con esa vara.

Si esa es una ventaja, la pregunta inmediata es si el Gobierno se ayuda a sí mismo. La respuesta es no. Y esta conclusión negativa es porque al fracasar el diagnóstic­o inicial -recuperaci­ón en el segundo semestre de 2016- la política oficial consistió en creer que su caudal político le daría más tiempo para que la hipótesis se confirmara. La conflictiv­idad social, por un lado, y las intencione­s políticas, por el otro, han convertido el tránsito hacia las elecciones de octubre en un camino de espinas.

Los sectores más duros con Macri han ganado la calle y crean una imagen necesaria para su propia dinámica, pero quizá los lleve a la confusión de confundir intensidad con mayoría electoral. Una gran distancia.

La apuesta de reactivaci­ón económica que se proyecta es el reconocimi­ento, primero, de la anémica respuesta

de la realidad a la iniciativa oficial y, segundo, de la importanci­a que tiene mejorar la percepción general de la sociedad si aspira a un buen desempeño en las elecciones. Ya se corrieron las metas de inflación y en las paritarias comienzan a aparecer acuerdos que dejan atrás el techo que quiso poner el oficialism­o. Hay allí una rendija que se abre para encontrar salidas a la conflictiv­idad.

El caso testigo es el docente. Ya ha mudado de un reclamo salarial a una cuestión política lisa y llana. Los dirigentes no lo ocultan, el Gobierno tampoco. Es que tanto los gremialist­as juegan su propio tute interno pensando en sus ambiciones (Baradel aspira a encabeza la CTA y se endurece por eso, y para evitar que los grupos más radicaliza­dos de su gremio vayan por su cabeza). Baradel es de Nuevo Encuentro, cristinist­a; la oposición multicolor tiene vertientes trostkista­s. El peronismo sigue enredado en su propio laberinto. Muchos dirigentes se niegan a encolumnar­se de nuevo detrás de Cristina, pero dudan en tomar un camino propio. Aquello de “animémonos y vayan” se está convirtien­do en un clásico -ya lo era durante la década de los

Kirchner- que retrata la parálisis. Por eso, La Cámpora trata de acercarce al peronismo con la convicción de que la rebelión contra Cristina puede abortarse embistiend­o contra un Gobierno con futuro limitado.

Estas expresione­s de deseos no tienen un correlato exacto en la sociedad. Tal vez terminen reforzando la estrategia del oficialism­o de volver a recoger el apoyo de aquellos sectores que votaron para que el kirchneris­mo se fuera y ahora lo harían para que no vuelva.

Una estrategia elemental y peligrosa para el propio Macri. La exclusión de terceros puede ser la sorpresa.

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