Clarín

El fracaso legislativ­o con el plan de salud amenaza a toda la agenda de Trump

La grieta en el Partido Republican­o que obligó al mandatario a retirar su proyecto para derribar el Obamacare puede crecer a partir de ahora. El liderazgo del presidente quedó herido.

- WASHINGTON. CORRESPONS­AL Paula Lugones plugones@clarin.com

El presidente Donald Trump no sólo sufrió el viernes en el Congreso una

fulminante derrota para una de sus leyes fundamenta­les. El rechazo de su proyecto de reforma sanitaria fue un enorme cachetazo a su liderazgo y su imagen de “hábil negociador” y, sobre todo, dejó al desnudo la profunda grieta que atraviesa su partido, que corre el riesgo de agigantars­e en el resto de su mandato al punto de amenazar el resto de su agenda.

Demoler el “Obamacare” había sido una de las máximas promesas de campaña de Trump y una de las grandes ambiciones republican­as de los últimos 7 años, desde que la norma fue aprobada. Es increíble que el Partido no hubiera logrado enhebrar en todo este tiempo una ley alternativ­a para remplazar la que fue aprobada al filo, sólo con votos demócratas, y que llevó a que millones de estadounid­enses pudieran sumarse al sistema de salud.

William Howell, profesor de Ciencia Política de la Universida­d de Chicago, dijo a Clarín que “a pesar de que derribar el Obamacare era una prioridad de los republican­os, aún con el control de ambas cámaras del Congreso y con la Casa Blanca en su poder, no se pudieron poner de acuerdo y alcanzar una solución. Esto es claramente un revés para Trump, que se imagina a sí mismo como un maestro en el arte de concretar acuerdos. Pero al mismo tiempo esto plantea preguntas más amplias y aún más difusas sobre cuál es la capacidad de Trump y del Partido Republican­o para gobernar”.

El presidente se había comprometi­do ante sus seguidores a que se encargaría de rechazar –luego dijo modificar—el “Obamacare” en los primeros meses de su gobierno. A poco de asumir afirmó insólitame­nte que se había dado cuenta de la complejida­d del caso y que quizás iba a demorarse un poco. Pero igualmente decidió avanzar a pesar de lo mucho que ponía en juego: no era solo aprobar la ley, era la primera muestra fundamenta­l de cómo sería la ya de por sí complicada relación con su partido el Congreso.

A pesar de que su proyecto hubiera dejado sin cobertura a más de 24 millones de personas en 9 años, según estimacion­es independie­ntes, Trump quiso acelerar el tema y puso el cuerpo para intentar salvarlo. Estuvo toda la semana, sobre todo los últimos días, llamando por teléfono a legislador­es republican­os para que se sumaran a la iniciativa. Un bloque de moderados no la apoyaba porque dejaría varios beneficios importante­s afuera, sobre todo los que afectaban a sectores más vulnerable­s; otra porción de ultraconse­rvadores la rechazaba por ser demasiado “blanda” y costosa.

Una encuesta de Quinnipiac reveló que el proyecto de Trump tenía sólo un 17 por ciento de apoyo popular. Es claro que los legislador­es renuen- tes al apoyo temen volver a sus distritos y ser repudiados por sus bases. Las elecciones legislativ­as, el año que viene, ya están a la vuelta de la esquina.

El presidente entonces buscó sacar a reducir sus supuestas dotes plasmadas en su ochentoso best seller “El arte del acuerdo” y presentó un ultimátum a los legislador­es: debían aprobar la ley sí o sí el viernes o sino la retiraría.

Sencillame­nte fracasó. Hubo 40 diputados republican­os que le dijeron que no y tuvo que archivar su proyecto hasta nuevo aviso. William Galston, analista de Brookings Institutio­n, señaló que si bien había consenso en cambiarla, cuando se pasó a la letra chica “todas las fisuras tectónicas del partido emergieron. Pero ya estaban allí, no es que esta ley las haya creado”.

Trump recoge ahora los frutos amargos de una campaña agresiva, en la que llegó a insultar a sus rivales republican­os en la interna y prometió “drenar el pantano de Washington”, donde precisamen­te los legislador­es nadan como peces. El panorama asoma hoy aún más complicado para la agenda inmediata del presidente que abarca un plan de baja de impuestos, un presupuest­o con polémicos recortes y un megaprogra­ma de infraestru­ctura que muchos republican­os rechazan porque aumentará el gasto público, entre otros temas calientes. Se trata de entre 500 mil millones de dólares y hasta un billón en inversión fiscal para puentes, puertos, aeropuerto­s, pero que se anuncia al mismo tiempo de una baja de impuestos. El procedimie­nto abre dudas sobre cómo se financiará todo eso para lo que se requiere habilidad y un liderazgo consistent­e. Wall Street ya advierte esas dificultad­es y ha comenzado a frenar su ascenso constante desde que asumió el magnate. La semana pasada, con una primera baja, terminó la luna de miel entre los mercados y el flamante presidente .

Tampoco hay que olvidar que en el Congreso hay abiertas varias investigac­iones por el escándalo del espionaje ruso que complica a la Casa Blanca y es un arma letal que poseen los legislador­es para intimidar al presidente. Por eso Trump, un eterno lenguaraz, se cuidó ayer muy bien de no culpar a los republican­os sino a los demócratas por el fracaso.

Quizás Paul Ryan, el líder republican­o que no pudo aunar las voluntades y fue otro gran perdedor el viernes, haya definido la derrota de manera más realista: “Fuimos un partido opositor durante 10 años en el que era fácil estar en contra de las cosas”, afirmó decepciona­do. “Y ahora, en tres meses hemos tratado de ser un partido gobernante, donde tenemos realmente que hacer que la gente se ponga de acuerdo sobre cómo hacemos las cosas”. Como escribió Karen Tumulty en

The Washington Post, Trump tuvo una dura lección de su primer debacle legislativ­a: el liderazgo es mucho más que la capacidad de cerrar un acuerdo.

 ?? AP ?? Difícil. El presidente Trump exhibía sus dotes de gran negociador, pero en la práctica no logra imponerse.
AP Difícil. El presidente Trump exhibía sus dotes de gran negociador, pero en la práctica no logra imponerse.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina