Clarín

Firmes pero no tanto

Habló con Clarín y contó que un alumno le pegó y le dislocó el hombro. Además, perdió visión en un ojo.

- Emilia Vexler evexler@clarin.com

La Legislatur­a había firmado un despacho de ley para que los conductore­s y acompañant­es de las motos llevaran identifica­ción. Ahora, dieron marcha atrás por presión de los motoqueros. Increíble.

Valium. Diazepam. Pregabalin­a. Diclofenac. Eso es lo que toma Julieta Petrolo para aguantar el dolor. Igual, llora. Hasta hace unos días era maestra suplente en la Escuela Primaria Número 109 Carlos Daniel Vila, de La Paz, Entre Ríos. Pero la furia de un alumno la dejó con cuatro vértebras cervicales comprometi­das y el 90% menos de visión en el ojo izquierdo.

“Perdí la vocación”, se animó a decir en una dura carta que posteó en Facebook. Ahora cuenta a Clarín que tiene ataques de pánico cuando ve adolescent­es. Al nivel de ni siquiera poder dejar a sus dos hijos en la puerta de la escuela: “Porque hay muchos chicos.”

El 25 de abril, en el aula de quinto grado, quiso defender a un alumno de 10 años que estaba siendo ahorcado por otro, mayor, contra el suelo. Ahí fue cuando recibió dos brutales golpes del adolescent­e, de unos 13 años. “Calculo que mide 1,65 y pesa unos 80 kilos. Tiene mi misma contextura.”

Julieta estaba haciendo una suplencia desde el 6 de marzo. Terminaba el 26 de junio, pero ahora -diceno cree que pueda “volver a pisar un aula”. Por eso, pide un pisquiatra de la ART para ella y la ayuda de una asistente social para el alumno que la dejó casi desmayada.

“Está en una situación de vulnera-

Me metí. Los separé. Lo agarré de los hombros. Ahí él se dio vuelta, me miró y me empezó a golpear. Calculo que mide 1,65 y pesa 80 kilos”.

Además de la dislocació­n del hombro, tenía la vista borrosa. Tenía que ver con el nervio que se afectó en la cervical por el golpe”.

bilidad en su casa. Nadie hizo nada y antes tuvo más de 14 episodios vio

lentos con otras maestras. No puede estar en una escuela común”, detalla.

Ese día de abril Julieta estaba de espaldas escribiend­o en el pizarrón, Hasta que escuchó la pelea entre los alumnos: “Me metí. Los separé. Lo agarré de los hombros. Ahí él se dio vuelta, me miró y me empezó a golpear.”

Fueron dos golpes “fuertísimo­s”. Pero uno, en el hombro, la hizo cho-

car contra la pared. “Mis compañeras me llevaron al hospital de Paraná. Además de la dislocació­n del hombro y que se me durmió la mano, tenía la vista borrosa. Creí que era cansancio, pero la oftalmólog­a me explicó que tenía que ver con el nervio que se afectó en la cervical por el golpe. La pared me frenó sino iba a ser más grave”.

La familia del nene que la agredió no se comunicó con Julieta. “Por lo que me cuentan mis compañeras, él sigue igual, nadie citó a sus padres,

nadie hizo nada. Porque es menor”, dice la docente, que en ese momento, se sintió “una bolsa de boxeo”.

Además del cabestrill­o y del cuello ortopédico que usa las 24 horas, Julieta necesitará una lente especial para su ojo izquierdo. “Sale 6 mil pesos y la asegurador­a no me lo va a pagar”. El lunes la van a llamar del Instituto de Obra Social de la Provincia de Entre Ríos (Iosper).

“Este chico es violento ahora, ¿qué va a hacer cuando tenga 20? No es su culpa, es culpa del Estado”, dice la mujer, siempre llorando.

“Tengo 31 años, amaba ser docente. Ahora tampoco sé si voy a poder volver a escribir en el pizarrón. Porque la lesión fue en el hombro derecho. El traumatólo­go de Paraná dice que puede dolerme hasta por un año o más”, sigue Julieta y cierra: “Si no tengo brazo ni psiquiatra y perdí la vocación, no sé cómo seguir sin ayuda para mí o para las maestras que somos constantem­ente agredidas en las escuelas”.

“Un 25 de abril de 2017, yo perdí mi vocación. En una escuela llena de dolor, en un aula carente de límites, en un aula que no era la mía, vi la violencia y no la soporté... tuve que contenerla. La ira de un alumno hacia otro destruía poco a poco su frágil cuerpito. Como soy intolerant­e al maltrato, decidí intervenir. El resultado fue un cambio de rumbo de su cólera, ahora su punto de alivio era YO. No me defendí, me dejé golpear, era preferible mi cuerpo enorme a ese cuerpo frágil”, había escrito en Facebook.

Para cuidarlo, Julieta nunca quiso dar el nombre del alumno. Aunque sabía que, por ser menor, no iba a publicarse en esta nota.

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Diego Santilli Presidente de la Legislatur­a de la Ciudad
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Herida. Tanto en lo físico como en lo emocional, tras la golpiza.

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