Clarín

Con Mónaco se retiró el último integrante de la Legión argentina

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Con Juan Mónaco no sólo se retiró un tenista de jerarquía, un jugador que fue top ten durante ocho semanas de su carrera, que ganó nueve títulos y jugó 12 finales, que venció a Murray y Nadal entre otros y que además de integrar el equipo de Copa Davis en 17 series participó en el match ante Italia de 2016 que fue una de las cuatro estaciones argentinas antes de llegar a la esperada celebració­n de Zagreb. Con Juan Mónaco se despidió el último integrante de la Le

gión, la más brillante generación que dio el tenis nacional a lo largo de su riquísima historia. Por eso el adiós se siente un poquito más...

Mónaco construyó su extensa carrera apoyándose sobre todo en dos aspectos clave: el físico y la mente. Dueño de una altura ideal (1,85 metros) para enfrentar de igual a igual a los mejores del mundo cuando hace cinco años vivió su mejor momento, con una relación de peso-potencia perfecta y sumándole muchas horas de entrenamie­nto y un absoluto profesiona­lismo a sus indudables dotes genéticas, fue sagaz para aprovechar al máximo sus virtudes y ocultar a la máxima exponencia sus defectos. Porque Mónaco no tenía nocaut desde el fondo de la cancha, su habitat natural, y tampoco contaba con un saque demoledor (su devolución siempre fue muy superior), pero se las ingenió para incomodar siempre con su revés, por lejos el mejor golpe de un repertorio en el que el top spin, la defensa y el contragolp­e fueron sus mejores aliados.

Cuando por estos días le preguntaro­n por su mejor victoria, no dudó. “Cuando le gané a Tommy Haas la final de Hamburgo. Ese triunfo me metió entre los diez mejores jugadores del mundo y así pude cumplir un sueño”, dijo. Era julio de 2012, tiempos en los que con Gustavo Marcaccio armó una dupla fantástica en la que el entrenador supo sacar lo mejor de él cuando lo acercó a la línea de fondo, le hizo pegar más fuerte con el drive y se transformó en un tenista más agresivo y muy apto para jugar en otras superficie­s que no fuera el polvo de ladrillo.

Mónaco comenzó una nueva vida y para su futuro mucho se habla de un proyecto para aportarle a Estudiante­s, el club del que se hizo fanático cuando a los 10 años lo iba a ver jugar a Bernardo Romeo a La Plata. También hay planes de incursiona­r en el negocio de la cerveza artesanal y de hacer un programa de TV junto a su amigo Mariano Zabaleta mientras sigue adelante -y feliz- en su relación con Carolina Pampita Ardohain.

Es un nuevo Mónaco, es cierto. Pero es el que, inteligent­e, supo dar justo a tiempo el paso al costado.

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