El peronismo, entre la unidad y el estallido
Cristina quiere desarticular el espíritu de cuerpo de los intendentes, que rechazan a Boudou, Sabbatella y D’Elía
La resistencia que los intendentes peronistas mostraron en la semana que pasó, al negarse a participar de un acto con las cabezas más prominentes del kirchnerismo, será puesta a
prueba por Cristina. Las gestiones de unidad en el PJ y de éste con las fracciones no peronistas del colectivo K no progresan porque el peronismo, hasta ahora, no está dispuesto a incluir en un acuerdo a quienes responsabiliza de la derrota electoral anterior. O que
son un pesado lastre. El desplante de la mayoría de los intendentes vaciándole el acto ( o la “emboscada”, como la denominaron) a Máximo Kirchner, Martín Sabbatella y otros, ha sido un planteo que obliga a Cristina Kirchner a poner todo su peso para tratar de sellar la fisura. Pero para hacerlo, por lo que ha quedado expuesto, deberá decidir si sacrifica una porción importante de sus seguidores más fieles o si, por el contrario, prefiere jugarse con un universo más reducido pero definitivamente leal. Es un dilema difícil para la ex presidenta: negociar significa ceder parte de ese poder simbólico que en el peronismo significa manejar la lapicera para confeccionar las listas. Y estar preparada para que su jefatura se discuta. Pero hay otro camino, que para algunos recorrerá Cristina: con la certeza de que tiene la mayor intención de votos en la provincia de Buenos Aires,
optará por la pureza antes que por el número. Sería tomar un riesgo político muy alto para ella y para su futu-
ro, en todo sentido. Ese es el primer problema. El segundo es decidir si el
peronismo admitirá una interna con Randazzo. El ex ministro de Cristina, que ahora intenta desafiarla, se prepara para esa contienda pero no está seguro si no le pondrán delante una cadena interminable de obstáculos formales para hacerlo desistir. Si Randazzo no consigue ir a las PASO, ya ha anticipado que se irá a su casa. Es decir que no tiene planes -por ahora- de romper y competir por afuera. Si así fuera, ¿qué harán los que apoyan ahora al ex ministro del Interior? ¿Respetarán su decisión de acatar o buscarán otro cauce? En el peronismo nunca se sabe: los gobernadores del PJ la semana pasada salieron a decir que no están pintados. “Después de las elecciones comienza el proceso de reorganización”, dijo el gobernador de Córdoba. Buscan ser tenidos en cuenta.
Cristina quiere recibir a los intendentes de “a uno” para convencerlos y romper así el espíritu de cuerpo que los envalentonaron para ponerle límites a Máximo. La ex presidenta los conoce y quiere jugar con la ventaja de considerarse la vara disciplinaria más eficaz y contundente.
Sergio Massa, finalmente, pasó a la acción. Retuvo a su lado a Felipe Solá, cuando éste ya estaba haciendo las maletas para irse con Randazzo, y está abierto a las consecuencias que la pelea peronista tenga.
El Movimiento Evita, que está con Randazzo, y otros movimientos territoriales, que apoyan a Massa, preparan un gran acto en La Matanza, uno de los bastiones del kirchnerismo que maneja Magario, la briosa intendenta que quiere ser candidata si Cristina no lo es.