Falsas alarmas, miedos reales: por el uso de redes, crecen las paranoias virales
Desde el juego de la Ballena Azul hasta supuestos secuestros cerca de escuelas en zona norte, las alertas se expanden sin pausa. Pero luego no aparecen evidencias que las respalden.
“Es fácil viralizar un mensaje si los datos tienen impacto afectivo”, opina Leandro Zanoni
El rumor había nacido a mediados de 2016, pero empezó a viralizarse a nivel mundial durante febrero pasado. El juego de la Ballena Azul –como lo bautizó su presunto creador, el ruso Philipp Budeikin– se instaló rápido en los medios y a fuerza de millones de mensajes de alerta reenviados por WhatsApp y redes sociales, generó una ola de preocupación incontrolable entre los padres. El miedo es real: se dice que cada vez más adolescentes intentan cumplir con algunos de los 50 macabros desafíos que incitan a la autoflagelación y terminan en suicidio. Pero la verdad es otra: no existe en el mundo ni una sola víctima cuya muerte haya sido vinculada por las autoridades al juego de la ballena azul. El caso desnuda, sin embargo, algo peor: que el uso indiscriminado de redes sociales está convirtiendo en nuevos “monstruos” de la vida diaria a historias y denuncias de origen dudoso que consiguen masificarse a pesar de su inconsistencia.
Los ejemplos son muchos. Van desde problemas de poca gravedad, como el clásico mensaje que insta a los usuarios a reenviarlo a “todos sus contactos” para no tener que pagar por usar WhatsApp, hasta amenazas más serias, como los rumores de secuestros en alrededores de colegios o la actividad de bandas que roban órganos. Sólo en los últimos doce meses hubo al menos diez casos de cadenas virales que alarmaron a vecinos de diferentes puntos del país: hubo denuncias de robos de bebés en Rosario, advertencias sobre una inminente explosión de una estación de servicio de esa misma ciudad por un escape de gas, el aviso por la presencia de una peligrosa bacteria en un lote de bizcochos y la alarma por la llegada de carne podrida desde Brasil. Todas eran falsas. Pero todas, ade- más, sembraron temor y desataron una psicosis colectiva virtual. Ayer mismo, apareció un presunto nuevo caso de Ballena Azul en San Luis, donde las autoridades piensan en crear un protocolo de acción para proceder ante estas situaciones.
“Hace casi 100 años, Orson Welles llevó a millones de personas al pánico colectivo con su programa de radioteatro basado en ‘La guerra de los mundos’ (NdR: muchas personas escucharon la emisión y creyeron que realmente se estaba produciendo una invasión alienígena). Actualmente ocurre un fenómeno similar, sólo que masificado a través de Internet”, le dijo a Clarín la psiquiatra Verónica Mora Dubuc, integrante de la Asociación
Psiquiátrica Argentina.
El patrón de difusión es similar a nivel global. Todo suele empezar con un posteo en una red social o un comentario anónimo que se replica hasta viralizarse y termina llegando
a los medios. “Esto nace a fines de la década del ‘90, con las primeras cadenas de mails. Lo que aportan Facebook, Twitter y las aplicaciones de chat son dos conceptos fundamentales: escala y velocidad. Hoy, cualquiera de estas noticias falsas llega a muchísimas más personas, mucho más rápido”, explicó Lalo Zanoni, periodista y consultor especializado en tecnología.
“No importa que la información sea verdadera o esté verificada por alguien confiable, porque lo que predomina en una persona cuando comparte contenido en las redes son las emociones y las preferencias perso- nales. Mientras la información que se emite tenga impacto afectivo, cualquiera puede generar un contenido viral”, agregó.
El problema de esta difusión incontrolable de rumores falsos que aluden a situaciones de amenaza, para Mora Buduc, es que tienen “un potencial dañino en la sociedad”. “La excesiva exposición a estímulos negativos, innecesarios o no chequeados, es capaz de condicionar emociones y conductas en la población. La reiteración de la falsedad, además, distorsiona el funcionamiento normal de nuestro nivel de alarma. Puede naturalizar una señal de peligro tanto como exagerar las respuestas a mínimos estímulos. Hay que ser más responsables”, argumentó la psiquiatra.
Facebook está al tanto de la problemática y, de hecho, ya puso en funcionamiento un plan para combatir las noticias falsas. La empresa de Mark Zuckerberg anunció que empezará a implementar un sistema de inteligencia artificial para reducir la presencia de titulares engañosos o exagerados. Muchas de esas noticias son los que después terminan en cadenas de WhatsApp alarmantes.
El debate sobre la difusión (o no) de los rumores se empantana sobre todo en materia de seguridad pública, donde el límite entre la paranoia y la realidad es muy pero muy fino. Así resumió su postura Juan Carr, de Red Solidaria, quien acompañó semanas atrás al grupo de padres de la zona norte que viene denunciando una veintena de intentos de secuestros en esa parte del Conurbano, a pesar de que las autoridades aseguran que esa cifra no es real: “Las redes son una herramienta fabulosa para nosotros. El 99% de las denuncias que recibimos son confiables. Hoy tenemos reportes de 390 personas perdidas en todo país. Y cuando lo que está en juego es una vida, vale la pena arriesgarse a compartirlo”.