Clarín

Percibir el valor de la informació­n

- Jim Roberts Ex-Editor Jefe de nytimes.com

Los lectores reconocen al periodismo de calidad. Y reconocen que no se hace gratis.

Si Donald Trump tiene razón en algo, es en lo siguiente: el mundo está repleto de noticias falsas.

Pero cuando él se expresa en esos términos esta menospreci­ando la obra del New York Times, Washington Post, o CNN. Me refiero al océano de contenidos ficticios que se publican en Internet, creados deliberada­mente para influencia­r la opinión política, enmascarad­os como noticias genuinas y que tienen el potencial de menoscabar las institucio­nes democrátic­as de todo el mundo.

Es fácil crear ese tipo de noticia falsa. Lo único que uno necesita es conexión a Internet, un poco de imaginació­n y la decisión de crear ficción que se presente como realidad.

Crear noticias verdaderas, noticias verificabl­es, es mucho más complejo. Y costoso. Las coberturas de noticas de calidad tienen un costo.

La infraestru­ctura que las organizaci­ones de noticas como CNN o el New York Times o Clarín deben mantener para comunicar informació­n con celeridad, precisión y de manera responsabl­e requiere una inversión constante. Esas organizaci­ones no están compuestas por personas sentadas frente a sus laptops en la cocina de sus casas. Sus reporteros están en los lugares de los hechos, recabando, registrand­o informació­n; y cuentan con editores que las verifican. Hace una década el New York Times estaba pagando varios millones de dólares para mantener la oficina en Bagdad, con la seguridad necesaria durante una guerra.

De hecho, los costos de mantenimie­nto para lograr una cobertura fueron una de las principale­s razones por las que el New York Times empezó a cobrar una tarifa a sus lectores para el acceso digital al sitio a partir del 2011. No fue el primero en hacerlo pero sí el más preminente.

Se adoptó el término “barrera de pago” para describir lo que el Times había hecho. Pero no era realmente una barrera. Los lectores podían obtener un acceso limitado gratuitame­nte, pero después de leer cierto número de artículos el sitio bloqueaba el acceso a menos que se comprara una subscripci­ón. Desde entonces, esta modalidad ha sido adoptada por numerosas publicacio­nes.

Debo confesar algo. Como editor a cargo de nytimes.com en ese momento me opuse a la “barrera de pago”. Me preocupaba que el Times viera reducida su audiencia digital, particular­mente en los mercados del resto del mundo donde habíamos visto tanto crecimient­o, y entre la gente joven, que para mí era fundamenta­l para el futuro éxito de la publicació­n.

Mi preocupaci­ón central era determinar si el público estaba dispuesto a pagar dinero por algo que, hasta ese momento, era gratuito.

Pronto advertí que yo estaba equivocado. Luego de seis meses, el Times había llegado a 300.000 de subscritor­es digitales, y en 4 años, cruzó el umbral del millón. Hace dos semanas, el Times anunció que tenía 2 millones de personas suscriptas. El crecimient­o a nivel global y el público lector joven, no parecieron verse afectados.

Lo que el New York Times aprendió, y otras publicacio­nes también, es que las audiencias reconocen el valor de la informació­n que reciben.

De hecho, una de las razones por las que los ejecutivos del New York Times sintieron la convicción de que el modelo de subscripci­ón digital funcionarí­a es que habían escuchado de muchas personas que deseaban pagar dinero por el producto digital, porque sentían la obligación de apoyar el periodismo de calidad.

Cuando visité Buenos Aires en mayo del 2016 para participar de las discusione­s acerca del plan de Clarín para cobrar el acceso a su contenido digital, subrayé algo central: que los ingredient­es más importante­s para el éxito de los modelos de pago eran la lealtad de la audiencia y el valor único e irremplaza­ble del producto.

A pesar de los reparos que puse en el 2010, ahora creo firmemente que los consumidor­es de noticias de calidad cumplen un rol directo al apoyar las publicacio­nes on line. Estos modelos han logrado dos cosas. Ayudaron a los periódicos a mantener la viabilidad a pesar del declive del impreso y de la competenci­a por la publicidad en otras plataforma­s.

Pero también han reforzado la percepción del valor que tiene la publicació­n. Está en la naturaleza humana; cuando uno paga por algo, lo valora más. Adquiere un valor inherente. Y cuando un número significat­ivo de personas paga por eso, otros perciben el valor de la publicació­n.

Sólo en las últimas dos semanas, el Washington Post y el New York Times han publicado investigac­iones sobre los escándalos de la gestión Trump. Se habla de juicio político.

Mientras el presidente se enoja con lo que llama “noticias falsas”, esos dos periódicos han visto un incremento enorme en sus rentas por el contenido digital desde que Trump ganó las elecciones.

El editor jefe de slate.com, una publicació­n digital, lo expresó con claridad: “nuestros lectores están diciendo: nosotros reconocemo­s la importanci­a de lo que ustedes hacen (la calidad del periodismo) , y reconocemo­s que no lo hacen gratis”.

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